En este trabajo quiero analizar la perspectiva de los propios alumnos para darles voz y para entender cómo viven ellos ese fenómeno que los adultos llamamos deserción escolar y que frecuentemente también se le llama fracaso escolar.
El abandono escolar desde la perspectiva de los propios alumnos.
1.Introducción
En México una de las metas educativas es lograr que la mayoría de los niños y los adolescentes cursen al menos la educación básica, misma que contempla la escuela primaria y la secundaria (nueve años). En el ámbito gubernamental se piensa en la educación como un factor que contribuye al desarrollo nacional y al bienestar de las personas2. También se afirma que la deserción escolar resulta costosa tanto para el país como para los propios individuos. En ese tenor, se reporta que 40 de cada 100 adolescentes abandonan la escuela secundaria y pasan a formar parte de lo que se ha denominado como índice de fracaso escolar (Quiroz 2000). Estos índices de abandono escolar invitan a que actores educativos como los planificadores de la educación, los maestros, los directores de escuela, y hasta los propios padres de familia se pregunten ¿qué falló? ¿por qué el chico o la chica ya no continuaron? Está implícito entonces, el gran valor atribuido a la educación que se ve cuestionado cuando los alumnos desertan.
En este trabajo quiero analizar la perspectiva de los propios alumnos para darles voz y para entender cómo viven ellos ese fenómeno que los adultos llamamos deserción escolar y que frecuentemente también se le llama fracaso escolar. Afortunadamente, la investigación realizada para entender quiénes son los alumnos y sus experiencias en la escuela ha ido ganando fuerza en la década de los noventas. Hay estudios que muestran que los alumnos desertan cuando sienten que sus esfuerzos académicos les producen ansiedad o porque creen que están en condiciones humillantes en escuelas que los señalan y califican como tontos. También se dice que la deserción escolar es el último escalón en un proceso de desarrollo que es resultado de la falta de identificación con la escuela. De igual manera, se analiza cómo los alumnos tienen cogniciones y percepciones sobre sí mismos que funcionan como mediadores de la conducta y, si se encuentran en situaciones de aprendizaje difíciles para ellos, generan reacciones emocionales como el miedo, la vergüenza o la ansiedad. Desertar de la escuela, como fenómeno analizado desde una perspectiva que toma en cuenta la agencia de los alumnos, no supone una acción con significado negativo sino un paso activo que los alumnos dan para alcanzar otro tipo de objetivos. Entonces, aunque la deserción puede ser un fenómeno indeseable en el plano político y social no lo es necesariamente para los estudiantes, muchos de los cuales lo toman como un paso para resolver necesidades personales durante su desarrollo.3