Los aportes de este estudio se consideran importantes para una mejor caracterización del lenguaje la persona con demencia desde una perspectiva discursiva que aborde la actividad de ambos actores y que analice datos textuales y contextuales.
El análisis discursivo como una herramienta para el estudio del lenguaje en las personas con demencia:
Desde finales del siglo pasado, se ha venido utilizando el análisis del discurso como una vía para estudiar el lenguaje la persona con demencia. Las investigaciones más importantes en el área son las elaboradas por Hamilton (1994), Sabat (2001), Ripich y colbs. (1988) y Orange y colbs. (1996), sobre las características del lenguaje en pacientes con demencia tipo Alzheimer. Otra referencia importante son los estudios de Cano (2004), con pacientes con demencia frontotemporal y los de Brauner y Merel (en prensa) dirigidos a explorar la capacidad de toma de decisiones (comprensión del lenguaje) en pacientes con demencia.
El lenguaje de la persona que sufre demencia presenta una serie de características las cuales varían de un paciente a otro y de acuerdo con la progresión y etiología de la demencia. Las más resaltantes son la anomia, la parafasia, el uso de neologismos y de muletillas o palabras carentes de sentido, un ligero aumento en la longitud de las emisiones verbales y severas dificultades por seguir el tópico de una conversación. Todos estos trastornos provocan una comunicación difícil y costosa entre paciente e interlocutor. La dificultad para seguir la conversación aumenta cuando éste último es un extraño al contexto de vida diario y a la historia la persona, como puede ser el fonoaudiólogo (o logopeda), las enfermeras o los médicos.
Las personas afectadas por demencia pueden ser incluidas dentro del grupo población especial definido por Pietrosemoli (en prensa) como aquellas personas que por algún evento interno o externo, de evolución natural o de presencia repentina, han padecido o padecen una alteración de algún aspecto de la capacidad lingüística normal, de forma permanente o transitoria. Este concepto nos obliga a definir el concepto de capacidad lingüística normal. Esta misma autora asume como facultad lingüística normal a “la capacidad de cualquier persona para producir habla que este bien estructurada desde el punto de vida de la señal lingüística y que esté apropiadamente relacionada con el contexto en el que se produce” (Pietrosemoli, ob. cit).
En otras palabras, cuando definimos como normal determinada producción, lo hacemos tomando en cuenta su contenido y forma, así como las posibilidades de actuación dentro de un determinado contexto. Lo normal implica, utilizar las estrategias cohesivas adecuadas y lograr una coherencia tal que permita que una producción lingüística alcance su fin último: producir un cambio en el otro. El concepto de norma lingüística remite pues a las creencias que un grupo tenga con respecto a cómo deben producirse sus actos de habla, a su esquema cognoscitivo o ideológico con respecto al uso del lenguaje y con respecto a cómo concretar el uso de su lengua en determinados contextos.
El lenguaje la persona con demencia deja de ser normal y comienza a ser especial de manera progresiva a medida que su memoria se ve afectada, en razón de las dificultades que el sujeto manifiesta en el uso de una serie de recursos cohesivos como por ejemplo el empleo de las preposiciones, o por las limitaciones en establecer la concordancia de número o en lo relacionado con recordar o seleccionar la palabra correcta. Pero además, la persona con demencia puede mostrar una inadecuada lectura del contexto, por lo que no llega a ajustarse a los rápidos cambios contextuales y en consecuencia reducir sus turnos de habla.
Todas estas variables limitan sus posibilidades de actuar lingüísticamente de manera eficiente, por ello la interacción con la persona comienza a ser costosa y se ve afectada además, por la actitud del interlocutor. Su discurso podría ser considerado como especial, en razón de las limitaciones lingüísticas que en él se manifiestan. La interacción con la persona se hace difícil tanto para el propio paciente como para el otro, y estos problemas se hacen más evidentes de acuerdo con el progreso de la demencia. Por ello, en etapas avanzadas la persona quien la padece llega al mutismo y quienes la rodean reducen su intercambio oral con ella, al experimentar la imposibilidad de responder a las exigencias de esta actividad.
De acuerdo con lo anterior, podemos concluir que la persona con demencia presenta un trastorno del lenguaje ya que su rendimiento lingüístico lo aparta de la norma que utilizan los adultos mayores que tienen un proceso de envejecimiento normal. Sus limitaciones lingüísticas más resaltantes se observan en el nivel semántico y hacen su comunicación difícil, especialmente en la etapa media y avanzada de este síndrome. El trastorno se evidencia en un hecho objetivo como es la reducción de la coherencia y las limitaciones en el uso de los recursos cohesivos, situación debe ser compensada a través de diferentes estrategias, como las reparaciones conversacionales o correcciones que hacen paciente e interlocutor, para poder construir de manera adecuada y cooperativa la coherencia del discurso. De acuerdo con esta propuesta asumiremos como hablantes especiales a todo sujeto que padezca demencia.