La música es un ser vivo; cada obra musical tiene su propia vida, que transcurre en un espacio de tiempo. Aunque la obra sea excepcional, si no hay quien se fije en ella y se detenga a contemplar su discurrir, pasa anónimamente, en sigilo. Para que la obra musical revele la maravilla que lleva dentro debe haber alguien que depare en ella, se entregue a su contemplación y la toque con la varita mágica de la atención. Entonces, lo que simplemente era sonido se transforma en obra de arte, en vehículo de expresión, en manantial de belleza. La música es música si hay alguien que la escuche.
Escuchar llama a escuchar, la atención llama a la atención. Sólo la atención transforma a los órganos sensoriales en fuentes de sentimientos, de ahí que sea absolutamente necesario tener la atención dispuesta a ponerse a trabajar en el momento preciso.
Escuchar música requiere inevitablemente la aportación de ese mínimo trabajo de atención, y ese trabajo se aprende; puede que a algunos les cueste más que a otros, pero no hay duda de que se acostumbra a la mente y al cuerpo a ese fundamental oficio; por eso se debe educar en el esfuerzo de escuchar.
1. Hablar de escuchar
2. Arte integrador
3. Arte. Arteria
4. El arte de escuchar
5. Las puertas de la música
6. Los espacios de la música
7. Sentencias, máximas y comentarios. Sobre el sonido y su orden
8. Músicas para una isla
9. La música de los jóvenes
10. ¿Por qué..?
11. Orquestas en tiempos de crisis
12. El cambio inmóvil de los maestros cantores
13. La música en la animación socio-cultural
14. Vivir y educar en el arte
15. Cuento y música: un idilio permanente
16. Música fresca
17. El silencio de los niños
18. ¿Todos los conciertos para niños y jóvenes son un éxito?
19. Más clásicos divertidos
20. La Novena
21. Las reducciones de presupuesto
22. De himnos y otros riegos
23. Panfleto diabólico
24. La jota Navarra
Editorial: Agruparte
ISBN: 9788495423634
Publicado:4/2010
Páginas: 213
Idioma: Español
Encuadernación: Rústica