Simultáneamente, el uso de las TIC puede suponer un desafío curricular latente al abrir ámbitos para el ejercicio de la libertad en la toma de decisiones individuales acerca de cómo, cuándo, qué y con quiénes aprender. De ahí que demande un desempeño autónomo por el sujeto y su ganancia de conciencia sobre la responsabilidad que contrae, respecto al destino de su desarrollo personal y a las expectativas sociales que en él se depositan al ofrecerle oportunidades educativas.
El uso de las TIC como mediadoras
del proceso de subjetivación y producción de valores
Las TIC en la educación representan el arribo imaginario a cada escenario para el aprendizaje de contenidos propios de la escala objetiva de valores (Fabelo, R., 2003) vigente a nivel global, que los aprendices pueden apropiarse y convertir en elementos constitutivos de sus escalas subjetivas de valores.
Rasgos típicos, muchas veces deseados, en la conducta de hombres y mujeres contemporáneos, llevan implícitos valores que los aprendices pueden así subjetivar mediante el uso de las TIC.
La celeridad, con su correlato del valor que hoy se atribuye a la economía de tiempo; la actuación eficaz en espacios públicos, que señaliza el valor del desarrollo pleno de las habilidades sociales; la fragmentación, que puede argumentarse desde el valor asignado a la multiplicación de espacios para la realización; el manejo creativo de la incertidumbre, emergente de la apertura experiencial como valor en uso. Todos estos valores cristalizados en las TIC, vulnerables a la subjetivación por los aprendices.
Simultáneamente, el uso de las TIC puede suponer un desafío curricular latente al abrir ámbitos para el ejercicio de la libertad en la toma de decisiones individuales acerca de cómo, cuándo, qué y con quiénes aprender. De ahí que demande un desempeño autónomo por el sujeto y su ganancia de conciencia sobre la responsabilidad que contrae, respecto al destino de su desarrollo personal y a las expectativas sociales que en él se depositan al ofrecerle oportunidades educativas.
De tal modo la perspectiva del uso revolucionario de las TIC puede representar una amenaza para las instituciones educativas de vocación menos democrática en las que, en aras de preservar el poder y el control sobre las acciones de los agentes, los medios, los procesos y los resultados, se recurra a la rigidez de currículos clausurados en sí mismos y a la hipercentralización de decisiones tácticas y estratégicas.
Queda en evidencia cómo la introducción de las TIC en los programas de estudio puede renovar el modo tradicional en el que la Escuela ejerce influencias socializadoras.
El uso de las TIC para la configuración de competencias culturales
Los saberes que se construyen, junto a los valores que se subjetivan, no son casuales. Al contrario, mucho se deben al carácter programático del sistema de influencias educativas que posibilitan los aprendizajes.
La cultura generada por cualquier contexto macrosocial durante su historia de constitución y cambio, prevé ciertos roles o papeles para que sean verificados por sus miembros. Con vistas a asegurar un orden mínimo en el ejercicio carismático de estos, dispone para cada uno determinado guión que preestablece las funciones, los límites e interrelaciones que le competen. En otras palabras, pre-fija sus deberes y derechos, susceptibles incluso de registro jurídico.
Como es de esperar, cada rol exige la puesta en acción de un conjunto de conocimientos, actitudes y destrezas integrados, que las personas pueden poseer si han atravesado las experiencias formativas facilitadoras de los aprendizajes pertinentes. De ahí que los contenidos que los programas educativos colocan a disposición del aprender, valiéndose de las TIC para lograrlo con altas cuotas de efectividad, viabilicen la configuración idiosincrásica de las competencias culturales que los aprendices necesitarán para sus desempeños contextualizados (Wong, A., 2004).
Los espacios curriculares diseñados para su aprovechamiento a través del uso de las TIC, pueden propiciar el desarrollo de competencias de varios tipos, desde las específicas hasta las generales o transversales. Se potencia de esta manera la apropiación de prácticas sociales, a partir de cuyo dominio los estudiantes pueden obtener reconocimiento público como miembros de comunidades territoriales y funcionales, de acuerdo con la medida en que se adecuen a las reglas tácitas y satisfagan las expectativas sociales del contexto.