La actividad creativa permite desbloquear a la persona, fusionar cuerpo y mente, armonizar la expresión del lenguaje con la actitud corporal. El taller es un espacio donde se puede expresar el enojo, la tristeza, la valentía, el dolor, el amor, la furia, etc., con palabra, gestos y cuerpo.
¿Qué resultados se obtendrían del empleo de los talleres de juegos teatrales como herramienta de comunicación e integración entre adolescentes sordos y oyentes? Antes de responder a esta pregunta deberíamos definir qué es el “juego teatral”. El juego teatral es la posibilidad de representación lúdica grupal, de expresión y de estímulo a la imaginación que despierta el coordinador del taller a través de distintas consignas que ayudan al grupo a crear escenas juntos. La posibilidad de jugar con el otro es comunicación, la posibilidad de dramatizar lo que nos duele es comunicación y un camino hacia el bienestar psíquico. La posibilidad de tener un espacio donde puedan trabajar sordos gestuales, orales y oyentes es comunicación e intercambio, y es prevenir la enfermedad psíquica.
¿Qué papel jugaría para todos los niños y adolescentes sordos (gestuales, orales, educados con método combinado) un espacio donde se valorice la comunicación corporal no sólo gestual, dado que nuestros ojos transmiten mensajes, el movimiento de nuestro cuerpo y las posiciones que adoptamos hacia los demás? Realicé un taller de juegos teatrales con sordos gestuales, orales y oyentes. Duró dos años con una frecuencia semanal y en este artículo trato de explicar los beneficios de este taller para las personas sordas y también para los oyentes.
La tónica de cada reunión era comenzar con ejercicios de confianza, basados en el trabajo corporal sin palabra y juegos propuestos por los chicos, para luego pasar al trabajo grupal con consignas. Estas fueron extraídas del libro “El teatro en la Educación” de Roberto Vega, y fueron adaptadas para el trabajo con los hipoacúsicos.
Los juegos teatrales ayudan a revertir los aspectos negativos de la rehabilitación oral o gestual al promover un trabajo grupal, los compañeros ayudan a crear la escena, y el esfuerzo no es individual sino comunitario. Por otro lado, la actividad lúdica y la expresión gestual, inhibidas durante los años de rehabilitación oral, se estimulan y recuperan con los juegos teatrales donde es posible manifestarse tanto con la voz como con el cuerpo. El cuerpo, olvidado en sus posibilidades expresivas, es excluido en el proceso comunicativo del adolescente sordo. Es común observar jóvenes sordos oralizados con actitudes posturales rígidas, sobre todo en la zona del cuello, caminando como pequeños soldados, habitando un cuerpo que no saben mover porque fueron inhibidos desde su temprana infancia en el lenguaje gestual y corporal, forzando los padres y docentes sólo la comunicación oral, bloqueando la creatividad innata en el sordo, que se manifiesta en su comunicación gestual y corporal.
La actividad creativa permite desbloquear a la persona, fusionar cuerpo y mente, armonizar la expresión del lenguaje con la actitud corporal. El taller es un espacio donde se puede expresar el enojo, la tristeza, la valentía, el dolor, el amor, la furia, etc., con palabra, gestos y cuerpo. Las escenas que los adolescentes crean, en general, representan problemáticas de sus vidas cotidianas y situaciones imaginarias creadas y discutidas por todo el grupo que las representa. Para los chicos sordos esta es una situación nueva: poder decir qué piensan y sienten. Salen del esquema pedagógico escolar al que están entrenados para ingresar en un trabajo de apertura que los estimula a expresarse, sin miedo a ser calificados. El chico sordo se expresa como puede, nadie lo evalúa sino que lo contiene. El grupo es su soporte, su (tiene un) espacio de libertad.
¿Cuáles son las emociones que surgen el taller? El clima del grupo es festivo, los jóvenes asisten con mucho entusiasmo y expectativas, atendiendo con avidez las consignas del día. Es fascinante observar cómo se acoplan sordos y oyentes para crear la escena, que se convierte en un producto común, fruto de su esfuerzo y que todos se esmeran en mostrar.
El mutuo aporte de sordos y oyentes para la corrección de situaciones es fundamental para el juego teatral. El oyente aporta su conocimiento de los diferentes matices de expresión:
-Cómo se te ocurre que Romeo le decía a Julieta “me gustás mucho” tan suavemente. Le expresaba, apasionadamente “¡Te amo!”
El sordo colabora con su observación minuciosa: - ¿Cómo entraste por la puerta si no la abriste?
El aceptar la opinión de los otros chicos sin ofenderse es un aprendizaje de convivencia que posibilita la modificación de conductas a partir de la respuesta de los demás. Durante la evaluación teatral se estimula a los participantes a poner en palabras las emociones que ha despertado cada escena y cada personaje, lo que permite un reconocimiento de vivencias y afectos no siempre percibidos, y muchas veces negados en la vida cotidiana.
Como en los juegos teatrales la expresión es verbal y mímica, al sordo le cuesta menos captar el mensaje y la comunicación se agiliza. La observación de diferentes escenas teatrales le enseña a convertirse en una especie de detective comunicacional: cada palabra, cada gesto, cada mirada, le está transmitiendo lo que el otro siente. Es para él un despertar a la comunicación emocional. El adolescente sordo, en general muy inquieto y ansioso; en juegos teatrales aprende a esperar, a evaluar, a reflexionar, a dar su opinión, a tener una actitud meditativa.
El poder observar a sus pares oyentes a través de la teatralización, le permite al hipoacúsico conocer modos de verbalización y gesticulación que enriquecen su bagaje comunicativo. Los oyentes comienzan a comprender al sordo desde la fascinación y el asombro que les produce su capacidad para crear, prescindiendo del sonido de la música y el ritmo. Podemos decir que tanto hipoacúsicos como oyentes, a través de los juegos teatrales, aprenden a enfrentar situaciones nuevas elaborando respuestas no estereotipadas: autoafirman la noción del propio cuerpo, ejercitan la percepción, memoria y atención, enriquecen el vocabulario, aceleran los procesos de creación, promueven la adaptación y la cooperación grupal y, especialmente el hipoacúsico, reconoce y se adecúa a los límites del tiempo.
El aprendizaje que realizan los niños sordos durante la rehabilitación oral desarrolla un alto nivel de competencia. No solamente compiten por lo que saben, sino por el grado de pérdida auditiva, por la posibilidad de leer mejor o peor los labios y por la inteligibilidad de la palabra. Este nivel de competencia impide el desarrollo de su capacidad de trabajo solidario y promueve celos y envidia hacia el compañero que habla más y mejor, favoreciendo el individualismo y fomentando el aislamiento. Por otro lado, el medio espontáneo de interacción en la infancia (el juego compartido por sordos y oyentes) se pierde en la pubertad, donde el lenguaje verbal pasa a ser el pilar de la comunicación.
El diálogo conflictivo y dificultoso entre sordos y oyentes se puede recuperar a través de una tarea creativa común como los juegos teatrales, donde se utiliza el juego como modo de acercamiento y reconocimiento, a la vez que brinda seguridad y confianza en la posibilidad de comunicación entre dos mundos muchas veces fracturados.
Las evaluaciones que hicieron los jóvenes después de dos años de trabajo en conjunto confirmaron las hipótesis planteadas: Katia, hipoacúsica leve, evaluó su participación en el taller de esta manera: “Yo era muy tímida, no quería hablar en público por miedo a que se burlaran de mi voz, pero desde que vine al taller me animé”. Del otro lado Carlos, oyente, dijo: “Fue una sorpresa conocer chicos sordos, estaba acostumbrado a mi amiga Carla, de la escuela secundaria, a quien se le entiende perfecto. Al principio no sabía si seguir viniendo porque me costaba entenderlos, pero después me copó la tarea. Me sentí muy importante”. Por su parte Carolina, oyente, expresó su experiencia de esta manera: “No pasaba sólo por hablar de frente, más lento o modular mejor, que me pareció difícil sólo al principio, sino que no podían entender que siendo oyente fuese capaz de hacer teatro con ellos y exigían que los comprendiese, atendiese y escuchase de una manera especial; era como si me dijeran ‘No te fijes que soy sordo, pero acuérdate y tenme en cuenta’. Finalmente Lucas expresó: “Me encantó trabajar con Sebastián, sordo gestual; soy tan inhibido, nunca uso mis manos ni mi cuerpo para expresar un pensamiento. Es increíble la facilidad que tiene Sebastián para expresar emociones sin hablar, es genial, me conmueve. Es un verdadero actor”.
El mundo es gestual y oral y, a través del trabajo creativo de su capacidad comunicacional por medio del cuerpo, el gesto y la palabra, el joven sordo podrá, durante su integración al mundo oyente, sumar en lugar de restar. Desde la creatividad podrá ampliar su comunicación con el mundo, dejando de lado las limitaciones que le impone la rehabilitación.
No podemos definir a una persona rotulándola “sordo gestual”, “sordo oral”... Toda persona, desde la creatividad, con limitaciones o sin ellas, es un ser comunicativo.