Que una de las competencias del profesor sea la de comunicador es algo fácilmente aceptable. La capacidad de comunicación en el docente se da por supuesta, si bien este concepto, en nuestros días ha de ampliarse hasta las áreas de las TIC, desde las tecnologías audiovisuales ya consolidadas (proyecciones, diapositivas, grabaciones, vídeos), hasta las recientes pizarra electrónica, páginas web o power point, entre otras.
“El lenguaje en sí mismo no es una tecnología. Es innato a nuestra especie. Nuestros cuerpos y cerebros han evolucionado para hablar y escuchar palabras”.
(Nicholas Carr, 2011.)
Que una de las competencias del profesor sea la de comunicador es algo fácilmente aceptable. La capacidad de comunicación en el docente se da por supuesta, si bien este concepto, en nuestros días ha de ampliarse hasta las áreas de las TIC, desde las tecnologías audiovisuales ya consolidadas (proyecciones, diapositivas, grabaciones, vídeos), hasta las recientes pizarra electrónica, páginas web o power point, entre otras.
Sin embargo, el propósito en este artículo es destacar (o recordar), la validez y actualidad de las competencias lingüísticas orales, por medio de las cuales el profesor, unas veces es transmisor de información y, otras, facilitador de la búsqueda de documentación, con mayor protagonismo del alumno en esta actividad.
No menos de ocho modalidades de lenguaje oral están a disposición del profesor, en este campo de la comunicación.
Comenzamos con la denostada lección magistral, que sigue siendo un recurso válido en la transmisión de información del docente al discente. No nos referimos a la caricaturizada situación del profesor-conferenciante situado en un estrado, sentado o en pie, impartiendo con solemnidad un mensaje oral (que también), sino a la más cercana explicación del tema, repartiendo y dominando el campo visual del aula, con la ayuda de las estrategias de transmisión oral, desde el gesto facial, la modulación, entonación, ritmo y volumen de la voz, y la adecuación del nivel de lenguaje[1]. En esta lección magistral el profesor facilita información, describe y aclara, resuelve dudas, facilita el acceso a fuentes documentales, y tiene en cuenta los índices ponogénicos[2] y la secuencia de la curva de atención, sabiendo cuándo ha de terminar su disertación o establecer una pausa para evitar el aburrimiento o fatiga de sus (presuntos) escuchantes, dándoles pistas para ampliar la información inicial e incentivando y motivando el posterior trabajo autónomo.
Una segunda modalidad es el denominado diálogo socrático, mediante el cual es el alumno quien va transitando por las pistas que el docente le sugiere y es el propio educando quien protagoniza y encuentra los veneros documentales, eligiendo la mejor respuesta en cada caso. Vean (es decir, lean) un diálogo socrático, entre un profesor de la asignatura FOL de Formación Profesional, en las primeras sesiones del curso escolar.
Profesor( P.) –(Paso primero). Hay un establecimiento comercial en el que entran al día treinta clientes, y otro en el que solamente entran cinco. ¿Con cuál de los dos establecimientos os quedarías?
Alumnos (Al.) -¡Con el primero!.
P. –Vale. (Paso segundo).En el primero de los establecimientos, de los treinta clientes que entran, los treinta compran algo. En el segundo establecimiento, de los cinco clientes que han enterado, sólo compran dos. ¿Con qué establecimiento os quedais?.
Al. -¡Con el primero!.
P. -De acuerdo, sigamos. (Paso tercero). En el primer establecimiento el dueño tiene un cuarenta por ciento de beneficio sobre las ventas, y en el segundo, un cuatro por ciento sobre el total vendido. ¿Cuál es vuestra opción?.
Al. (a coro).¡Seguimos con el primero!.
Referencias
[1] “Niveles de lenguaje”, es tema suficiente para un nuevo artículo.
[2]“ Índice ponogénico: grado de fatiga producido por las distintas actividades intelectuales”. (Prontuario de Pedagogías, Psicología y Sociología. Edit. Marfil.