Él le pone palabras a sus gestos, sus miradas y sus silencios; y ella, le pone límite y compañía justo donde a él le cuesta hallarlas.
Aprender entre niños y niñas..
Breve relato acerca de una experiencia compartida por dos niños en un consultorio fonoaudiológico.
Se conocieron cuando eran pequeños y, por esas cosas del destino, no se encontraron en el sitio en el que cualquier niño/a suele hallar otro par. No era una plaza de juegos, ni un parque, ni la escuela, era una institución, a la que ambos asistían en busca de cierta ayuda para seguir creciendo y aprendiendo.
No comparten género ni nombres, sin embargo comparten otro rótulo que la genética les supo regalar. Ella habla muy poco y él no para de hablar; ella disfruta de compartir con otras distintos espacios y él prefiere resguardarse algunos lugares sólo para sí. De todos modos, ese fortuito encuentro de horarios los invitó a conocerse y a compartir sus diferencias y aparentes similitudes.
Ella lo espera y él, apenas llega, pasa a buscarla de la mano y la invita a compartir su espacio por un rato. Se sientan frente a la computadora y entre animales, sonidos y canciones, cada uno sabe ofrecerle al otro lo que mejor sabe hacer. Él le explica, le cuenta, le habla y ella lo escucha y le enseña que hay límites, que hay reglas que deben compartirse.
Él le pone palabras a sus gestos, sus miradas y sus silencios; y ella, le pone límite y compañía justo donde a él le cuesta hallarlas. Ella se anima a decir algunas palabras, algunos sonidos, le pone vida a esos animales con sus ruidos y se atreve a entonar alguna que otra canción. Él se anima a aceptar compartir con ella su espacio y su tiempo.