De esta forma se argumenta cómo el proceso de evaluación sigue el camino de un razonamiento lógico en que los juicios se transforman en conceptos, y estos en nuevos juicios a través de los procesos de razonamiento en una dinámica entre la heteroevaluación, la coevaluación y la autoevaluación; por otra parte esta dinámica que se da en el proceso de evaluación determina la que se produce en el proceso de formación del profesional mismo.
Es muy importante saber qué piensa el alumno acerca de su propio aprendizaje, del programa aplicado, de la metodología empleada, de los recursos usados, etc. Es inevitable que cada estudiante tenga su propio juicio respecto a esos temas y es preciso poner los medios para que los haga explícitos.
Para que la autoevaluación sea eficaz el profesor debe preparar al alumno y ofrecer situaciones que la favorezcan.
En la autoevaluación, tanto del estudiante como del profesor, se cumplen las relaciones siguientes.
Por otra parte, como consecuencia de la autoevaluación se contribuye a la formación de determinados aspectos de la personalidad del estudiante al ser capaz de trazarse nuevas metas y alcanzar resultados superiores, contribuye a desarrollar su capacidad de crítica, favorece su independencia y creatividad.
En resumen, si bien la heteroevaluación constituye un primer eslabón en el proceso evaluativo, éste tiene que conducir a una coevaluación en la que se construya el patrón socializado; no obstante quedarse en la coevaluación, convierte en estático ese patrón y no permite que éste constituya un nivel de referencia dinámico y ascendente; con la autoevaluación el patrón socializado entra en contradicción con los patrones individuales, tanto del profesor como de los estudiantes, entonces la autoevaluación se convierte en un proceso en el que el razonamiento desarrollado por cada sujeto, estudiantes y profesores, a partir de los juicios alcanzados hasta ese momento, permite reconocer en cada uno de ellos la transformación que tiene que hacer, las nuevas metas que se tiene que trazar, y ello necesariamente conlleva a elevar el patrón de cada uno de los sujetos y a que el profesor precise como elevar el patrón socializado. La autoevaluación es, por tanto, la que propicia el ascenso del patrón socializado.
Ello conduce a una nueva heteroevaluación a partir de la autoevaluación de cada sujeto, pero ahora desde un patrón más alto, más riguroso, más cercano a los propósitos trazados por el profesor, repitiéndose el ciclo de coevaluación y autoevaluación. Figura 2.3.1.
De esta forma se argumenta cómo el proceso de evaluación sigue el camino de un razonamiento lógico en que los juicios se transforman en conceptos, y estos en nuevos juicios a través de los procesos de razonamiento en una dinámica entre la heteroevaluación, la coevaluación y la autoevaluación; por otra parte esta dinámica que se da en el proceso de evaluación determina la que se produce en el proceso de formación del profesional mismo. Todo lo cual se fundamenta en la contradicción fundamental del proceso de evaluación, que determina su desarrollo ascendente, y que no es más que la dialéctica entre lo general, lo singular y lo particular.
CONCLUSIONES.
La concepción del proceso docente educativo como un espacio de construcción de significados, la asunción de la naturaleza holística, dialéctica y consciente del mismo, así como el reconocimiento de las categorías: configuraciones, dimensiones y eslabones, constituyeron presupuestos teóricos adecuados desde donde sustentar nuestra propuesta.
Revelar las configuraciones: efectividad, eficiencia, eficacia y expectabilidad, e identificar las dimensiones: pertinencia, optimización e impacto, como expresiones del movimiento en el proceso y como cualidades del mismo, permite valorar el resultado como expresión del proceso y como conclusión de la evaluación.
Identificar los eslabones de heteroevaluación, coevaluación y autoevaluación, como sucesiones en el proceso, contradictorios entre sí, permite comprender cómo el sistema de evaluación puede constituirse en el elemento movilizador del propio proceso, lo que nos lleva a la conclusión de que la evaluación del proceso es consustancial a la dinámica del mismo y que dicha dinámica se sustenta en la contradicción entre la evaluación interna y externa que desarrollan los participantes del proceso.
El carácter participativo y no directivo del proceso, asumido como idea básica del mismo, implica que el sistema de evaluación tenga que desarrollarse sobre la base de la contradicción entre la evaluación interna y externa que desarrollan los sujetos en el proceso y ello se expresa a través de la heteroevaluación, coevaluación y autoevaluación.
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