Generalidades.- En general, hoy se admite que la personalidad es producto de la herencia y del medio ambiente. La herencia es el conjunto de rasgos que están definidos desde antes del nacimiento, particularmente en el código genético del individuo, mientras que el ambiente es el conjunto de influencias que recibe el sujeto del medio que lo rodea. Como no existen dos personas que tengan el mismo código genético ni hayan vivido las mismas experiencias en su ambiente, la personalidad es algo único e irrepetible.
La personalidad se moldea en los primeros años de vida, y puede cambiarse hasta cierto punto si el ambiente o la herencia pueden ser modificados. El cambio en la herencia no es aún –para bien o para mal- una realidad, aunque teóricamente existe la posibilidad de hacerlo en el ser humano alterando los genes mediante ingeniería genética.
La personalidad como entidad organizada.- La psicología contemporánea suele enfatizar a la personalidad como entidad organizada. Así por ejemplo, Allport se refiere a ella como una 'organización dinámica' (1), y Filloux habla de 'una configuración única' y de 'un conjunto de sistemas responsables de la conducta' (2).
Se admite también que la personalidad puede 'desorganizarse'. Por ejemplo, Allport indica que "cuando se habla de organización hay que pensar también en el proceso correlativo de 'desorganización' que a veces sobreviene, en especial en aquellas personalidades que acostumbramos considerar 'anormales'" (1).
Al respecto dos ejemplos parecen importantes por su diversidad: a) La desorganización que sobreviene como consecuencia de procesos involutivos de envejecimiento, como el caso de la demencia senil. b) La desorganización que sobreviene cuando aún no se ha llegado a la vejez, como por ejemplo en la esquizofrenia. En ambos casos, la ‘desorganización’ puede ser adjudicada a una desafortunada combinación de factores constitucionales, experiencias infantiles y factores desencadenantes, y, en este sentido, sería un producto del azar.
Sin embargo, la idea de ‘desorganización’ encubre una organización subyacente. Podría decirse que la personalidad ‘va desorganizándose en forma organizada’, desde el momento que es posible predecir la evolución de una demencia senil o de una esquizofrenia (el concepto de ‘enfermedad’, para la clínica médica, incluye la posibilidad de establecer un pronóstico), o desde el momento que la psicopatología ha procurado mostar que hay un orden en el desorden al postular, por ejemplo en el psicoanálisis, una ‘organización psicótica de las defensas’.
Por lo tanto, en lugar de hablar de personalidades organizadas y personalidades desorganizadas, deberíamos hablar de personalidades organizadas normalmente y personalidades organizadas patológicamente.
Aún así, es posible pensar en etapas o circunstancias donde la personalidad se desorganiza real y transitoriamente, es decir, donde se vuelve caótica y no es posible ni entenderla ni predecir el comportamiento individual por el cual aquella se exterioriza.
Desde la teoría del caos de Ilya Prigogine podría pensarse que existen situaciones especiales donde la personalidad se caotiza, donde pierde todo tipo de organización y su desarrollo resulta guiado por el azar.
La idea no es nueva. En la práctica clínica se suele hablar de pacientes que se desestructuran momentáneamente, para volver luego a reestructurarse o a reorganizarse mentalmente. Las situaciones de crisis son un buen ejemplo de ello, y sin hablar necesariamente de patologías: los adolescentes sufren una desestructuración momentánea, y de la misma forma una persona que enviuda, que se enferma gravemente o que se muda. Estas desorganizaciones son transitorias, porque tarde o temprano el sujeto volverá a organizarse, sea normal o sea patológicamente, es decir, la situación crítica habrá producido un efecto favorable, o bien uno desfavorable. Es interesante destacar la actitud que suele adoptar el clínico frente a estas situaciones: conciente que se trata de auténticas desorganizaciones, al no poder comprenderlas o inteligibilizarlas en sí mísmas resuelve la situación 'esperando' a que esta fase crítica pase, y limitándose por ejemplo a vigilar al paciente para que no haga ninguna locura, o a acompañarlo empáticamente.
(1) Allport, Psicología de la personalidad, página 65.
(2) Filloux, La personalidad, página 7.
Fuente: Cazau P (2003) Vocabulario de Psicología. En Redpsicología: www.galeon.com/pcazau
Se entiende por personalidad aquella parte del funcionamiento personal que es resistente al cambio, se encuentra consolidada y posee una generalidad y una coherencia de respuestas en distintos tiempos y distintas situaciones.
Belloch A, Sandín B y Ramos F, "Manual de Psicopatología", Volumen II, Madrid, McGraw-Hill, 1996, capítulo 16.
Forma de ser de una persona debida a la peculiar configuración de sus rasgos psicológicos. Es una estructura dinámica modelada por condiciones fisiológicas y psico-socio-culturales.
Se manifiesta en la conducta, la que expresa la relación entre demandas internas y situacionales, constityendo un intento por adaptarse a condiciones internas y externas. Tiene también un aspecto latente, que puede inferirse por los tests proyectivos a partir de lo manifiesto. Los motivos latentes determinan gran parte de la conducta.
Celener Graciela, Fundamentos teóricos para la inclusión de láminas en blanco (Ort-Tat), publicación interna de la Cátedra de Técnicas psicodiagnósticas II de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, 1996.
Según J. Bleger: a) La personalidad es el centro de estudio de la psicología, porque es la unidad a la que quedan referidas todas sus manifestaciones: conducta, motivación, etc. b) La personalidad no es un todo que resulta del agregado de cientos de conductas, sino que, inversamente, la estructura de la personalidad es la que se manifiesta en cada uno de esos cientos de conductas. d) La personalidad de caracteriza por ser una totalidad con una organización de relativa estabilidad, unidad e integración. Implica el nivel de integración más evolucionado y perfecto de todo lo existente, de manera tal que el grado de complejidad alcanza en ella su punto máximo, no sólo por la aparición de características peculiares y únicas, sino también porque se resumen o confluyen en ella todos los niveles y categorías preexistentes en la evolución. d) La personalidad es dinámica, cambiante, está sometida a fluctuaciones entre evolución y regresión y entre integración y dispersión. Esta dinámica coexiste con la persistencia de su continuidad. e) La personalidad no es homogénea sino que se polariza o diferencia en partes que guardan entre sí todas las diversas relaciones posibles, incluida la de coexistir unitariamente dentro de un solo sistema. f) La personalidad está dada por el conjunto organizado de la totalidad de conductas. g) La personalidad se puede clasificar en función del predominio de las estructuras de conducta, y estudiando la dinámica de la personalidad se encuentra que hay una cierta organización polar predominante. Por ejemplo, organizaciones polares de la personalidad son la fóbica (evitación-invasión), histérica (represión-demostración), paranoide (confiado-desconfiado), obsesivo (controlado-desparramado), etc.
Bleger José, Psicología de la conducta. Buenos Aires: Paidós, págs. 231-239.
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