El rey que no quería ser rey es ante todo una historia divertida, un juego iniciático y contagioso, una broma infantil y mínima. Nos asoma a un lejano reino, y parece que lo vemos a través de las imágenes hipnóticas de los primeros fotógrafos, del espíritu naif del cine mudo o del teatro de marionetas.
Los habrá que vean en él una burla republicana, claro, o una parábola sobre la influencia del hábito y de las apariencias, sobre la envidia, sobre el azar, o sobre la personalidad necesaria para ir a contracorriente, también sobre la importancia de las tecnologías basadas en el electromagnetismo...
Y todos podrían tener un poco de razón. Lo que en mi cabeza comenzó siendo la historia de un arzobispo de Constantinopla que quería desarzobispoconstantinopolizarse con la ayuda de unos magos, de repente se convirtió en la de un rey que no quería ser rey.
Nunca sabes como suceden las cosas. De pronto a una capa se le suma una corona y a los magos les aparecen serruchos, varitas mágicas e imanes gigantes.
Y los iniciales dibujos pintados directamente sobre pequeñas cajitas terminan siendo fotografiados por medio de un teléfono móvil y una tablet, colgados en la nube, modificados mediante los filtros de una red social e incorporados directamente a la maqueta del cuento. Por eso es cuadrado, por eso tiene esos colores, y por eso puede que sea el primer cuento republicano del mundo realizado en Instagram.
Pero para mí, lo único importante es que sea una divertida historia, iniciática y contagiosa.
Edad: A partir de 3 años
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Editorial: Milraton
ISBN: 9788494429408
Publicado:11/2015
Páginas: 36
Idioma: Español
Encuadernación: Tapa dura