Desde esa perspectiva, el análisis se apoyó en los hallados de FRIEDMAN (1985, 1994), que muestran que el habla con tartamudez se estructura al rededor de una imagen estigmatizada de hablante, la cual se desarrolla en el contexto de una ideología de bien hablar veiculada en las relaciones comunicativas cotidianas, que promueven reacciones de no aceptación de las formas difluentes naturales del habla infantil. A partir de esa imagen estigmatizada de si el niño pasa a antever la tartamudez en palabras o sonidos que todavía no ha pronunciado, para tratar de evitarla, lo que lo lleva a hablar de modo entrecortado, tenso o a no hablar.691
La noción de anticipación significa que el sujeto es capaz de imaginarse en el lugar de su interlocutor y probar, por antecedencia, el efecto de sentido que imagina que su discurso va a causar en él. A partir de esa anticipación de efectos el sujeto puede decidir cambiar su decir.
Esas son las bases del dispositivo teórico que es el mismo para todos los analistas. Ya el dispositivo analítico o de interpretación del discurso, se apoya en teorías que varían de acuerdo con los objetos y objetivos de cada investigación. Lo que define la forma del dispositivo analítico es la cuestión que se hace el analista, la naturaleza del material que analiza y la finalidad del análisis (ORLANDI, 2000: 27).
Para analizar el funcionamiento del lenguaje en la tartamudez, dentro del cuadro de referencia delineado, nos apoyamos en los hallados de FRIEDMAN (1985, 1994) y de AZEVEDO & FREIRE, (2001).
FRIEDMAN (1985), con el objetivo de entender el origen y la naturaleza de la tartamudez, estudió la historia de vida de personas tartamudas desde una perspectiva teórica que analiza la estructuración de la identidad.
Mostró la presencia de una ideología de bien hablar que perpasa las relaciones de comunicación cotidianas, sosteniendo y justificando reacciones de falta de aceptación a los lapsos, hesitaciones, repeticiones, prolongamientos, tartamudeos en fin, del habla infantil. Y mostró que esa no-aceptación captura al niño en una doble vinculación con su habla. De un lado su manera habitual, natural de hablar le trae problemas: no es así que debería hablar. De otro, hablar no es una actividad conciente. Como dice ORLANDI (2000) el sujeto es incapaz de saber, de controlar como los sentidos se constituyen en sonidos. Así ni puede hablar como hablaba, ni puede sabe como hacer para hablar de otro modo.
Esa situación, que se define como paradójica, es generadora de tensión psicológica que relacionada al hablar se transforma en tensión articulatoria. Pero el sujeto tiene la ilusión de que controla su habla, y intenta controlarla para ser accepto por los otros. Eso lo condiciona a un modo tenso de hablar que sigue provocando no-aceptación social, lo que determina la estructuración de una imagen estigmatizada de hablante (FRIEDMAN 1994), porque las interacciones sociales, discursivas, son constitutivas del sujeto, de su subjetividad.
La imagen estigmatizada alimenta el deseo de controlar el habla. El modo de controlar que más consistentemente se ha mostrado, es el de anticipar en el discurso palabras que se cree serán tartamudeadas. De ahí se van condicionando mecanismo para hablar como cambiar palabras, inserir palabras, hacer inspiraciones antes de ciertas palabras, descritos en la literatura sobre tartamudez como truques. En ese sentido es que se entiende que el habla con tartamudez se estructura al rededor de una imagen estigmatizada de hablante, la cual se desarrolla en el contexto de una ideología de bien hablar y eso corresponde a lo que FRIEDMAN (1994), llamó de dialéctica objetividad subjetividad del modo de producción de la tartamudez.