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La tartamudez en la infancia (Parte I)

Si las condiciones descritas se repiten consistentemente en la vida de un niño, con el pasar del tiempo los padres ven que la tartamudez no desaparece y incluso aumenta, pasando a adquirir otras características, como por ejemplo: quedarse con la boca abierta sin que salga sonido por algunos segundos antes de decir efectivamente una palabra; fruncir la frente al hablar; apretar los labios con fuerza antes de decir una palabra que empieza con ‘p’, dejar escapar aire antes de decir una palabra.
Silvia Friedman | 1/07/2005
La tartamudez en la infancia

La tartamudez en la infancia es una manifestación que como otras manifestaciones humanas, puede ser interpretada de diferentes maneras. Desde el punto de vista del sentido común, cuando un niño habla con repeticiones, prolongaciones o vacilaciones (que son las formas mas corrientes de tartamudeo), como por ejemplo: "que que que quiero salir mamá", "doooonde estamos?", "ese es e...,e..., el primero", muy frecuentemente, los padres y otras personas de la familia, así como los profesores en la escuela creen que es bueno, que es recomendable, que es su deber llamar la atención del niño por ese hecho. Así, frente al tartamudeo solicitan al niño que hable despacio, hable con calma, piense o respire antes de hablar. Con ésto podemos entender que las personas creen que el tartamudeo al hablar necesita de corrección y que, consecuentemente, creen que esa no es una forma adecuada al hablar. Así reaccionan negativamente a él. Los propios niños también reaccionan a la tartamudez de otros niños, riéndose, haciendo imitaciones y otras bromas, porque es habitual en nuestra cultura portarse de esa manera delante de comportamientos que escapan de las regularidades corrientes.

Si las condiciones descritas se repiten consistentemente en la vida de un niño, con el pasar del tiempo los padres ven que la tartamudez no desaparece y incluso aumenta, pasando a adquirir otras características, como por ejemplo: quedarse con la boca abierta sin que salga sonido por algunos segundos antes de decir efectivamente una palabra; fruncir la frente al hablar; apretar los labios con fuerza antes de decir una palabra que empieza con ‘p’, dejar escapar aire antes de decir una palabra. Así, en la lógica del sentido común, es como si algo malo hubiera empezado en el mecanismo de hablar, o sea en el organismo del niño, y ese mal está empeorando.

Otra forma de ver ese mismo conjunto de ocurrencias nos viene de la investigación científica, y puede mostrarnos un panorama muy distinto del anterior. La base de esta visión científica es la comprensión de que el ser humano no es solamente una masa orgánica que se desarrolla independiente del medio ambiente y de los contenidos de la subjetividad. El ser humano es un ser complejo y su desarrollo comprende la integración activa de las dimensiones orgánica, psicológica y social, las cuales se influyen mutuamente. Esto significa que los modos de ser de una persona reciben influencias tanto de las características de su organismo, como de las características del medio socio cultural en que vive y de los significados, que a partir de sus relaciones con ese medio, se depositan en su universo subjetivo.

Desde ese punto de vista, hay estudios en Lingüística (ciencia que estudia el lenguaje en su manifestación escrita o hablada) que se apoyan en la observación de los modos de hablar de las personas, y esos estudios nos muestran que las repeticiones, prolongaciones y vacilaciones son fenómenos comúnes en el habla de cualquier persona, en cualquier edad. Esos pequeños lapsos, nos enseña la Lingüística, son momentos de subjetivacion que se procesan mientras se está hablando. Momentos en que se busca una palabra, se piensa en la manera de traducir una idea o sentimiento en palabras, se siente o piensa algo simultáneamente a lo que se está diciendo y así sucesivamente. Estas subjetivaciones, imposibles de ser evitadas, pueden provocar los lapsos, las repeticiones, prolongaciones y vacilaciones. Si escuchamos atentamente el habla no sólo de nuestros hijos, sino tanbién de otras personas, adultos o niños y incluso la nuestra, descubriremos que esto es verdad.
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