Enseñar a leer resulta siempre un proceso tedioso, así como se piensa que es la “lectura”, más aún cuando no se cuenta con el conocimiento apropiado para ello. En la clase de lectura lo que importa, en primer lugar, es la comprensión que el docente tiene sobre el proceso lector. En la lectura, se trata siempre de hacer que el niño/a , alumno/a capte los conceptos, ideas, contenidos en un texto escrito.
Hoy por hoy parece una moda que distintas políticas de los gobiernos en el mundo saquen declaraciones sobre el “fomento de/a la lectura”. Igual que la enseñanza del inglés, resulta monotemático insistir solo en la “importancia”, cuando no se va más allá cómo, por ejemplo, aplicar enfoques provenientes de la “psicolingüística del proceso lector”. Seguramente puede ser por ignorancia o porque no hay réditos de otra índole. No se puede dar como contextos metodológicos ideologías políticas sobre “por qué leer” y “para qué leer”. Las ideas de Pablo Freire no vienen al caso o cualquier otra que huela a lenguaje inclusivo, género, o neo-lengua. Como diría un político, “dicho eso”, entrego resumidamente algunas ideas provenientes de la lingüística aplicada a la enseñanza de la lectura.
Enseñar a leer resulta siempre un proceso tedioso, así como se piensa que es la “lectura”, más aún cuando no se cuenta con el conocimiento apropiado para ello. Si es así en lengua materna, es de imaginarse cómo procede un profesor de inglés que enseñe esta destreza a alumnos en el aula. En la clase de lectura lo que importa, en primer lugar, es la comprensión que el docente tiene sobre el proceso lector. Claro, si no lo tiene, es simplemente culpa de su formación. En la lectura, se trata siempre de hacer que el niño/a , alumno/a capte los conceptos, ideas, contenidos en un texto escrito a lo que conocemos como “comprensión”. Comprender implicar construir significados y ello depende de varias condiciones como edad, interés y complejidad conceptual del texto que se entrega. Así, existen diversos tipos de lectura que aparecen cuando nos preguntamos “para qué” y “por qué leer”.¿ para mejorar la dicción (lectura en voz alta)? o ¿para incrementar el léxico” o captar las ideas contenidas en la sintaxis de quien escribe (subordinación y coordinación). Se trata siempre que, por lectura, entendamos lo mismo y no cualquier cosa. Básicamente, implica identificar nombres lugares, personas, fechas, etc. Pero no es todo. También es un compromiso intelectual (interés por leer), revisar, saberes y conocimientos, crear conexiones emocionales, poder relatar lo leído, responder y formular preguntas, entre otras.
Hagamos un ejercicio. ¿Qué es leer para ud.? ¿Tiene Ud. alguna pre-concepción sobre la lectura? Escriba entonces una definición de lo que es “lectura”. Seguramente le van a aparecer términos como “interpretar”, “entender el sentido”, descifrar, captar una idea, etc. En seguida, piense y anote en una lista lo que ud. ha leído últimamente. Incluya obviamente, etiquetas, anuncios, avisos, e-mail, catálogos, informativos, diarios, revistas, cartas, señaléticas, etc. Encontrará que como lector/lectora siempre tendrá alguna razón para leer. Dependiendo del propósito, le será más o menos difícil entender lo que lee. Se puede afirmar que el proceso lector dependerá fuertemente de un “propósito personal”. Así, no es lo mismo que un estudiante de anatomía consulte un capítulo sobre el sistema digestivo o un vendedor ambulante que mire la portada de un diario local. O cuando un estudiante de Derecho consulte artículos del código penal o la ley de alcoholes, etc. Cualquiera sea el propósito para leer, en la psicolingüística de la lectura se conoce como “razones auténticas”.
También, todo proceso lector implica “comunicación”. Imaginemos dos cerebros, el que piensa y escribe (c1) y otro el que lee (c2), en medio de ambos hay un texto escrito. En el primero hay un mensaje como producto de procesos cognitivos que elabora un mensaje o contenido y luego lo envía a un lector vía texto impreso o manuscrito que el lector debe captar ojala en la misma dimensión de quien lo elaboró. Es lo que conocemos como “comprensión”. Una lectura exitosa implica extraer del texto ese mensaje o contenido pensado por quien lo escribió. Si eso NO ocurre, entonces hablamos de una lectura pobre o deficiente, importante en términos pedagógicos.
La situación anterior la podemos imaginar que por sobre el cerebro de un lector/a colocamos un jarro con agua que al derramarla debe entrar a la masa encefálica del lector, el significado sería el chorro de agua que sale del jarro e intenta entrar en la mente de quien lee. No olvidar que el rol del lector nunca es pasivo dependiendo de la naturaleza del texto o de la temperatura del agua. ¿Qué es lo que hace difícil de comprender un texto, entonces?. No compartir la misma lengua, por ejemplo inglés- castellano o ruso. Hablar una misma lengua no es garantía de una comprensión exitosa. También se trata de compartir “supuestos”, o ideas previas sobre un tema. Muchas veces un profesor no tiene en cuenta este aspecto, a la hora de seleccionar un texto. Lamentablemente, después no sabe cómo manejar las dificultades. Tercero, “identificar” esos supuestos para que el lector pueda expresar acuerdo o desacuerdo con lo que lee, y, que quien escribe sea capaz de plantearle dudas al lector. Cuarto, la “comprensión total” que tiene que ver con el éxito del proceso lector. Es la intención del escritor para construir en la mente del lector lo que originalmente él/ella pensó. Lo contrario, significa “incomprensión” o “comprensión deficitaria “. Por ejemplo, entregar un texto de “filosofía existencial”, o “lógica formal” a alguien que nunca ha escuchado sobre estos temas, será un fracaso comprenderlo. Además, los textos deben siempre contener instrucciones claras y precisas para el alumno o lector. Éstas deben ser redactadas de un modo que no se presten para más una interpretación, es decir, no contener ambigüedades. Este es un problemas que muy a menudo encontramos en las formas cómo se enuncian las “instrucciones” para una prueba o test o los textos de estudios.
Téngase presente que, siempre, el lector se involucre en forma activa, es decir, debe haber una motivación por leer. Además, toda lectura tiene que ser “interactiva”. Debe haber un “sentido” en lo que se lee, en cuanto a que permita al lector ser capaz de encontrar nuevas fuentes de conocimientos en beneficio de su propio enriquecimiento cultural y desarrollo personal. Nos queda pendiente algunos aspectos neuro-psicolingüísticos del proceso lector. Seguramente, para una próxima columna.