Los niños con pérdidas auditivas, sean permanentes o intermitentes por un largo tiempo, no se benefician suficientemente de la estimulación normal del lenguaje para mantenerse dentro de los parámetros temporales normales para la adquisición de éste. Diversos investigadores han reportado que el aprendizaje se retrasa en niños con estas patologías (Eisen, 1962; Holm y Kunze, 1969; Kaplan, Fleshman y Bender, 1973; Katz y Ullmer, 1972; Needleman, 1977). Esto podría explicarse teniendo en cuenta los estudios de Werker (1982), Werker, Gilbert, Humphrey y Tees (1981); Werker y Tees (1984) los cuales han demostrado que durante la segunda parte del primer año, los infantes pueden gradualmente perder capacidad para distinguir contrastes sonoros no usados en su idioma nativo.
DISLALIA FONOLÓGICA:
Según la concepción de Bloomfield (1933), los fonemas de una lengua no son sonidos, sino conjuntos de rasgos sonoros que los interlocutores se hallan adiestrados en producir y reconocer dentro de la corriente sonora del habla. Esto ha sido comprobado por diferentes autores, entre ellos Bailey (1983), para quien los diferentes sonidos del habla se distinguen acústicamente por la envoltura del espectro, y particularmente por la frecuencia de los picos espectrales. Estos surgen de las resonancias del tracto vocal y se denominan formantes, identificados por medio de un número (f1, f2, f3, f4, etc.), siendo el primer formante el de más baja frecuencia. Es decir, que el conjunto de formantes (rasgos sonoros) conforma un espectro cuyo corpus o envoltura es en sí lo que constituye el sonido del habla que cognitivamente reconoce el ser humano como fonema.
Cuando las dificultades en articulación del habla se deben a fallas en las habilidades de reconocimiento, discriminación y organización del inventario de los fonemas en un sistema que le sirva para manejar las diferencias de significado, estaríamos hablando de problemas fonológicos y no meramente fonéticos que afectan la pronunciación.
Los niños con pérdidas auditivas, sean permanentes o intermitentes por un largo tiempo, no se benefician suficientemente de la estimulación normal del lenguaje para mantenerse dentro de los parámetros temporales normales para la adquisición de éste. Diversos investigadores han reportado que el aprendizaje se retrasa en niños con estas patologías (Eisen, 1962; Holm y Kunze, 1969; Kaplan, Fleshman y Bender, 1973; Katz y Ullmer, 1972; Needleman, 1977). Esto podría explicarse teniendo en cuenta los estudios de Werker (1982), Werker, Gilbert, Humphrey y Tees (1981); Werker y Tees (1984) los cuales han demostrado que durante la segunda parte del primer año, los infantes pueden gradualmente perder capacidad para distinguir contrastes sonoros no usados en su idioma nativo.
De otro lado, Stark (1988) estudió el desarrollo fonológico de 45 bebés, con edades entre los 2 y los 18 meses, aparentemente normales de acuerdo con los reportes del nacimiento y antecedentes pediátricos. Ella examinó a 30 de éstos cuando estaban en segundo grado y concluyó que las subsecuentes dificultades en la lectura podrían predecirse sobre la base de la identificación temprana de un retraso en el desarrollo fonológico. Sugirió que un significativo incremento en la latencia del desarrollo de las habilidades motoras del habla debería considerarse como predictor de la dificultad para la lectura. Broman, Bien y Shaughnessy (1985) en una investigación sobre los niños con bajos niveles de adquisición de la lectura notaron que éstos tienden a presentar una historia de problemas en la producción e inteligibilidad del habla, sugestiva de un retraso en la maduración del sistema nervioso central.
DISLALIA PSICÓGENA:
Nelson (1985), demostró que los niños que gozaban de la oportunidad de salir más a menudo de sus casas, tenían mayores niveles de adquisición de lenguaje que otros niños. Las salidas y el cambio de actividades rutinarias dentro del hogar, pueden generar diversas experiencias que proporcionan tanto el contenido como la motivación para compartirlas mediante el discurso.
El padre de familia actual, argumenta que "no tiene el tiempo" y / o la formación necesaria para asumir su rol en un mundo cambiante. En el hogar, la comunicación se limita a lo mínimo para la supervivencia o solamente se produce información vaga, órdenes para realizar acciones puntuales o expresiones con tendencia a castigar. Por lo tanto, se genera cierto grado de deprivación sensorial producido por la insuficiente calidad y cantidad de estímulos lingüísticos. Esta, a su vez, genera una respuesta fisiológica alterada, y por lo tanto, un trastorno en el desarrollo del sistema nervioso central que afectaría la adquisición del habla y el lenguaje.