De esta manera, podremos mostrarles que otros vínculos son posibles y que otros espacios de comunicación y aprendizaje pueden ser creados para que sus recursos adormecidos despierten y con ellos, el sujeto que detrás se va fundando.
Resulta interesante resaltar que la posibilidad de aprender no sólo convoca a las potencialidades cognitivas con las que cuenta un niño/a, sino que además, invita a ese sujeto a posicionarse en un lugar distinto hasta entonces. La escuela lo persuade para que pregunte, para que entienda, para que comprenda, para que busque respuestas, para que se apropie de nuevos saberes, para que se vincule con otras personas adultas y pares, para que reflexione, para que opere lógicamente en tiempo y espacio, para que se comunique, para que sea capaz de convertirse en un sujeto autónomo e independiente que construya verdades con juicio crítico. Entonces ¿cómo suponer que ante semejante invitación ese niño/a no se sienta paralizado/a?
Por lo tanto, quienes nos ocupamos de acompañar a los niños en el proceso de aprender debemos estar atentos a estas circunstancias vividas, a fin de entender sus dificultades y abordarlas desde un lugar que nos los rotule ni censure; sino que por el contrario, despierte su deseo de aprender. De esta manera, podremos mostrarles que otros vínculos son posibles y que otros espacios de comunicación y aprendizaje pueden ser creados para que sus recursos adormecidos despierten y con ellos, el sujeto que detrás se va fundando.
Artículo publicado en la Periódico Bimestral “Micropolíticas”: Rosario, Septiembre- Octubre de 2009.