Es decir, que la mediación que realiza el docente del aula común, estará a su vez acompañada por la función del intérprete. Aquí la competencia del mismo ocupa un lugar primordial, ya que deberá actuar lo más apropiadamente posible para que el mensaje que emita el docente, en su función de mediador y guía del aprendizaje, pueda ser transmitido adecuadamente a los alumnos sordos.
En la mayoría de las provincias de nuestro país, no existe una carrera de intérprete que esté oficializada y reglada a través de la universidad, por lo tanto, las personas que estudian la lengua de señas, pasan por un trayecto de formación que les brinda las herramientas necesarias para conocer la lengua en sus aspectos sintáctico, semántico, morfológico y también los prepara para actuar de forma competente al realizar una interpretación, pero sin un título oficial y sin ofrecer trayectos específicos para especializarse en la materia a interpretar. Esta situación puede influir en la formación profesional del intérprete y en su rol dentro de los diferentes contextos de interpretación, entre los cuales, uno de ellos es el educativo. Acerca de esto, Burad (2008) expresa que “Cada profesión es una especialidad en sí misma y a su vez dentro de cada una se desarrollan subespecialidades. Existe entonces una competencia general básica, la interpretación en lengua de señas, que caracteriza a la profesión y subcompetencias derivadas de la anterior que profundizan y particularizan algunos de los conocimientos generales, la interpretación jurídica, educativa o médica, entre otras”.
En cuanto a su función en general, Burad (2008) tomando la definición de Famularo (1995) expresa que “el intérprete de lengua de señas – lengua hablada, es un mediador en la comunicación entre personas que se expresan mediante distintos códigos lingüísticos, constituyendo este acto, un foco donde convergen un servicio: la interpretación, donde existe la ley de la oferta y la demanda, los usuarios: personas sordas y/u oyentes y los proveedores del mismo: los intérpretes”. Tomando el desarrollo de García Landa (1998), la autora considera que el intérprete realiza una tarea que va mas allá de convertir las señas en palabras o viceversa, sino que debe tratar de dilucidar cual es el significado de un mensaje emitido en lengua oral y retransmitirlo respetando las características propias no solo de la lengua sino también de sus hablantes.
En el caso de las integraciones de niños sordos hablantes de lengua de señas, la presencia del intérprete en la institución durante toda la jornada escolar, es de gran importancia. Su papel, consistirá en interpretar los intercambios comunicativos que se establezcan entre el docente y los alumnos sordos, y entre estos últimos y sus pares oyentes.
Al analizar cual es la dinámica de las aulas en general, se podría comprender mejor su función en relación al acto educativo. Dentro de las aulas, tanto comunes como especiales, se evidencia la presencia de tres componentes que interactúan durante los procesos de enseñanza y aprendizaje: docente, alumno y conocimiento. En esta relación, el docente ejerce como un mediador entre los otros dos componentes, promoviendo que los alumnos construyan conocimiento a partir del establecimiento de relaciones entre la nueva información con la ya existente en la estructura cognitiva del sujeto.
Pero en las integraciones de niños sordos hablantes de lengua de señas, donde la presencia del intérprete es fundamental, cabría preguntarse: ¿Qué lugar ocupa dentro de esta tríada didáctica?
Si bien no hay estudios teóricos que hagan referencia a esta situación, se infiere que su función principal sería entrar y permanecer en la tríada didáctica. Es decir, que la mediación que realiza el docente del aula común, estará a su vez acompañada por la función del intérprete. Aquí la competencia del mismo ocupa un lugar primordial, ya que deberá actuar lo más apropiadamente posible para que el mensaje que emita el docente, en su función de mediador y guía del aprendizaje, pueda ser transmitido adecuadamente a los alumnos sordos. Famularo (2009) menciona que el acto de interpretar “…es mucho más que saber interactuar fluidamente en dos lenguas ya que el intérprete activa, en su intervención profesional, mecanismos encaminados a restituir el sentido de una enunciación lo más rápidamente posiblemente, con claridad, corrección y naturalidad para que pueda ser comprendido en la lengua y en la cultura meta o de llegada”. Dichas características, propiciarán que las interacciones entre los tres componentes mencionados, sea eficaz.