Las pérdidas auditivas, incluida la sordera profunda, son entidades tratables; pero los resultados del tratamiento dependen de diagnosticar la patología lo más precozmente posible. Una alteración auditiva no detectada ni tratada a tiempo trae aparejada severas consecuencias para el desarrollo del habla y el lenguaje y por ende la evolución mental y social del niño.
Estudios audiológicos objetivos en el diagnóstico de neonatos e infantes.
Referencia: TRABAJO PUBLICADO EN LA REVISTA DEL COLEGIO DE FONOAUDIÓLOGOS DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES (LEY 10757) Reproducción cuatrimestral N* 28. Pág. 14-20. Abril de 2007
Detectar una alteración auditiva en un recién nacido o en un infante hace posible delinear los procedimientos para proveer a quien padece el problema de un normal desarrollo del lenguaje.
El diagnóstico temprano constituye la primera fase del tratamiento, porque su pronóstico mejora cuanto más tempranamente se establezca una estrategia terapéutica.
Las pérdidas auditivas, incluida la sordera profunda, son entidades tratables; pero los resultados del tratamiento dependen de diagnosticar la patología lo más precozmente posible. Una alteración auditiva no detectada ni tratada a tiempo trae aparejada severas consecuencias para el desarrollo del habla y el lenguaje y por ende la evolución mental y social del niño.
Sin programas específicos de detección, el diagnóstico audiológico se realiza en torno a los tres años de edad, lo que supone ya un importante retraso al momento de iniciar los tratamientos correspondientes.
Los principales síntomas de trastornos auditivos en la infancia se podrían circunscribir dentro de dos grandes grupos:
• La falta llamativa de reacción de estímulos acústicos.
• Un desarrollo del habla ausente o considerablemente deficiente.
Por todo ello, es de extrema importancia comprobar el estado auditivo en todos los recién nacidos, existan o no factores de riesgo.
Los factores considerados de riesgo de hipoacusia descritos en el Joint Committe on Infant Hearing (JCIH), ratificados posteriormente por la Comisión Española para la Detección Precoz de la Hipoacusia (CODEPEH) son:
1. Antecedentes familiares de sordera sensorioneural, sea esta de origen congénito o de aparición en la infancia), hereditaria o de causa desconocida.
2. Infecciones en la madre durante el embarazo causadas por algunos de los siguientes agentes: toxoplasmosis, rubéola, citomegalovirus, herpes, etc.
3. Malformaciones craneofaciales, incluyendo malformaciones mayores o secuelas dismórficas que afecten a la línea facial media o a las estructuras relacionadas con el oído.
4. Peso en el momento del nacimiento inferior a 1.500 gramos.
5. Hiperbilirrubinemia grave, que no se determinará en función de una cifra determinada, sino en cuanto sea subsidiaria de exsanguinotransfusión por la edad o enfermedad de base del paciente.