Es decir, cuando el niño conoce y reconoce los signos y símbolos, procede a expresar en forma escrita. Plasmando con su mano de tinta a papel. Para escribir necesariamente , debe tener una coordinación de motricidad fina; sensorio – motora, en la coordinación de sus sentidos; visomotora, la coordinación específica entre su visión – táctil.
La problemática de la lectoescrutura es grave en la zona del distrito de Salitral, puesto que allí muchos niños llegan al final de la educación primaria sin poder leer o escribir adecuadamente. Poseen demasiados yerros ortográficos, no diferencias sonidos entre consonantes ( p,b – s,z por ejemplo)
Dentro de esta concepción de la infancia, enseñar a leer no es enseñar a descifrar o decodificar palabras. Es transmitirles a los niños el placer por la lectura, la necesidad de comunicarse y de ser comunicados. Enseñar a leer es contagiar una pasión. Si el ideal es que nuestros niños alcance la competencia de saber leer y escribir bien, queda al aire la pregunta de ¿qué cosa estamos haciendo mal?
Y no tenemos que partir de la premisa de que los niños no saben. ¿Cómo que no? Los niños con los que trabajamos han nacido en ambientes letrados y por lo tanto saben que los libros son para leerlos y desde muy temprana edad, en sus hogares, cogen cualquier texto, en cualquier posición, y hacen como si leyeran. (¿o leen?) ¿Acaso, cuando están en la calle, no van señalando letreros y diciendo en voz alta lo que dice? Si es que hay transmisión de significados, entonces indudablemente estamos hablando de lectura.
Los niños reconocen su nombre, que es lo más cercano a ellos, desde los dos años, y poco tiempo después, reconocen el nombre de sus compañeros. Para ellos, los grafemas convencionales tienen distintos nombres: al grafema M no lo llaman "eme" sino por ejemplo: esa es la letra de mi mamá o esa es la letra de Mateo. Sin embargo, hacemos caso omiso a todos sus aprendizajes y creemos que no saben nada.
Algo similar sucede con la escritura. Sus primeros trazos los consideramos casi "despectivamente" como garabatos. Pensamos que arruinaron la pared con plumón, arruinaron un trabajo o el libro del hermano. Debemos reflexionar al respecto, porque por lo general, los primeros intentos de escritura espontánea del niño, son reprimidos por el adulto y hasta a veces castigados.
Las fallas de los más pequeños nos causan alegría e hilaridad. Pero cuando el niño hace su ingreso al sistema escolar todos, padres y maestros, nos volvemos menos tolerantes e inhibimos la voluntad del niño, olvidando que es precisamente esta, la que ha mantenido a la raza humana a través del tiempo: arriesgando, tratando nuevas posibilidades y ofreciendo diversas respuestas.