Creo que el conocer y utilizar ambos programas y procedimientos dependiendo de lo que se le quiere enseñar y proponer al niño, del contexto, de su nivel comprensivo y como se integran las áreas de su desarrollo cognitivo, social y afectivo, permitirán una mayor posibilidad de que se manifieste la equidad, equilibro y capacidad del niño con autismo en su mundo y en la comunidad.
Por otro lado, es fundamental elaborar una evaluación detallada en todas las áreas de desarrollo del niño, en sus diversos contextos en los cuales interacciona, a partir de diferentes instrumentos y profesionales, los cuales permitirán una atención oportuna y temprana con respecto al apoyo de la familia del niño y de él mismo. Como he señalado, la intervención es de acuerdo a cada niño, teniendo como meta integrarlo, la familia y los contextos educativos y comunitarios que interrelacionan con él, no olvidando priorizar la autonomía y desarrollo del menor como persona única, con los derechos de cualquier ser humano.
Creo que por otra parte, es esencial el apoyo de un equipo multidisciplinario, donde cada profesional sea nuclear en el desarrollo y potenciación de las habilidades y posibilidades del niño, un equipo siempre comunicado, y en donde se conozcan y discutan las mejores propuestas para la realidad de cada niño con autismo.
Por otro lado, al considerar la integración y escolarización de los niños con autismo, más allá de las propuestas formuladas por la ley y las organizaciones educativas, debemos escoger la mejor opción de acuerdo a las características del desarrollo del niño y los apoyos psicosociales con los que cuente, tanto la educación de currículo formal como la especial, pueden ser contextos potenciadores de su desarrollo, pero más allá de las propuesta, hay que procurar la calidad y especialidad de la enseñanza, con profesores capacitados en el tema y con la motivación tanto interna como grupal de proponerse el desafío de adaptar su currículo a las características que posee el niño, y, a la vez orientar en la adaptación del niño a los diversos desafíos que el sistema educacional propone.
Por ende, visualizo como fundamental dentro de las tareas del psicólogo educacional debidamente preparado y sensibilizado en el desarrollo del niño con autismo, algunos aspectos esenciales como: participación en la formación y capacitación de la familia, profesores y la comunidad; participación en la elaboración e intervención prioritaria en las habilidades sociales y comunicativas del niño; potenciar dentro de lo posible, según las características de cada niño con autismo, las habilidades cognitivas y de aprendizaje; capacitar y orientar tanto a profesores como familiares en estrategias de modificación conductual y cognitiva; y, por sobre todas las propuestas, promover un ambiente cálido, carente de amenazas, que facilite la autonomía e interrelación del niño o niña con autismo.
Creo que es posible y necesario. De hecho, hay algunos programas desarrollados que poseen cierta intersección con estas propuestas, como el Proyecto curricular del centro del colegio de educación especial para niños con autismo "Las Boqueras" de Murcia, España (Álvarez – Castellanos, et al, 1995), en donde se plantea un proyecto educacional para cada una de las necesidades de cada niño, según su contexto específico, considerando, a la vez a los docentes, padres y los ámbitos comunitarios implicados, proponiéndose además de la reelaboración y evaluación constante, la meta esencial de una comunidad educativa más conciente de sí misma y sus posibilidades, retroalimentándose y aprendiendo de sus dificultades. Una comunidad educativa más íntegra y por ende más feliz.
Creo que más allá de las definiciones, la felicidad dentro del margen de los desafíos, es la instancia más preciada de madurar como personas, como sociedad, y por ende como especie, permitiéndonos evolucionar por sobre las etiquetas de lo establecido, y ver a los niños, independiente de los conceptos o las creencias personales o sociales – culturales que los restringen o alientan, como seres únicos, llenos de sorpresas y destrezas por descubrir y mostrar, llenos de vida, que con el sólo hecho de existir, de manifestarse libremente y heterogéneamente, son dichosos y maravillosos en su existencia.
Entonces vuelvo a mi realidad, como profesional, como orientadora, como aprendiz, como perteneciente a una institución, a una comunidad, a una cultura, como madre de una niña con necesidades educativas especiales, y parto con estas propuestas por casa, es decir, desde las intervenciones en las cuales soy partícipe, con los profesionales, profesores, con los niños con o sin necesidades educativas especiales, con la comunidad, con mi familia, con mi hija, conmigo misma. Creo que una buena propuesta es la que no queda en el papel o en las ideas ya sea individuales o grupales, sino cuando se aplican y se prueban, y a partir de la experiencia se van puliendo, van cambiando.
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