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Entrevista a Víctor Montoya.

Para un niño inmigrante es más difícil proseguir sus estudios que para un niño nativo, quien, aparte de estar familiarizado con su lengua materna, tiene el respaldo pleno de su colectividad. En cambio muchos de los niños inmigrantes, por las franjas de distorsión que impone una nueva realidad de vida, tienen problemas de carácter psicosocial y una falta de dominio de la segunda lengua.
En un ambiente donde hay prejuicios y actitudes discriminativas ¿se puede aprender?

Si se parte del principio de que la sociedad se refleja en la escuela, entonces se debe aceptar que los prejuicios sociales y las actitudes discriminatorias se reflejan también en la escuela de un modo u otro, y por mucho que los maestros se esfuercen por eliminarlas con la ayuda de diversos métodos. Claro que la escuela tiene que ayudar a superar estos males sociales, que tienen sus raíces en la misma colectividad, donde hay diferencias de clases y un desprecio por quienes son diferentes, ya sea por su raza, su idioma o su cultura. La xenofobia y el racismo, por ejemplo, son algunas de las expresiones contundentes en sociedades intolerantes, poco democráticas y nada equitativas. Por lo tanto, por mucho que la escuela haga hincapié en el planteamiento de abolir los prejuicios y las discriminaciones, éstas seguirán existiendo fuera de las aulas, mientras no se cambien ciertas estructuras mentales y sociales habidas en la sociedad, donde los niños pasan la mayor para de su vida. Por supuesto que el aprendizaje de un niño, de una manera consciente o inconsciente, se ve afectado por estas actitudes negativas, que muchas veces desembocan en la mofa y el penalismo. Pero es función de la escuela rechazar rotundamente estas actitudes negativas que entorpecen el desarrollo armónico del sistema escolar y el proceso de aprendizaje.

¿Piensa usted que el sistema educativo contempla la diversidad cultural? ¿Qué tratamiento se da a los niños que ingresan a la escuela con otra lengua?

No siempre contempla la realidad multicultural. Yo vengo de Bolivia y la diversidad de las comunidades indígenas, desde la época de la colonia, jamás se vieron contempladas en el sistema educativo. Lo mismo está pasando con el Eurocentrismo actual, donde la diversidad cultural está quedando relegada en el proceso educativo, quizás porque hay más interés en crear una pedagogía nacional en cada uno de los países a costa de desconocer las influencias culturales provenientes de América, África y Asía. Este mismo desconocimiento, de la diversidad cultural, hace que el tratamiento a los alumnos no nativos sea más hostil. Pienso que los programas escolares deben contemplar e interpretar mejor las diversidades culturales y lingüísticas, que no son otra cosa que aportes invalorables en cualquier país, puesto que la emigración constante, más que empobrecer, enriquece los valores culturales de un país determinado, algo que, por mucho que los “nacionalistas” no quieran aceptar ni ver, se refleja en todos los planos de la vida económica, cultural y política. Una mayor cobertura a la diversidad cultural, creo que permitiría no sólo enfrentarnos al racismo y a la mentalidad colonizadora, sino también forjar un sistema pedagógico más positivista, coherente y universal. No olvidemos que la ignorancia, la desinformación y los nacionalismos de todo pelaje son contraproducentes para una sociedad basada en los principios democráticos, tanto dentro como fuera de la institución escolar.

¿por qué muchos niños/as de origen latino, en ocasiones, no completan su escolarización?

Las razones son múltiples. Éstas tienen que ver con los factores que ya señalamos anteriormente. Para un niño inmigrante es más difícil proseguir sus estudios que para un niño nativo, quien, aparte de estar familiarizado con su lengua materna, tiene el respaldo pleno de su colectividad. En cambio muchos de los niños inmigrantes, por las franjas de distorsión que impone una nueva realidad de vida, tienen problemas de carácter psicosocial y una falta de dominio de la segunda lengua. Además, muchos carecen de tradición académica en la familia, donde la madre y el padre han sido obreros por tradición. En estas condiciones no es fácil incubar el sueño de un fututo profesional exitoso, con un título académico y un bilingüismo que les permita desarrollarse tanto en la cultura de sus padres como en el país que los acogió. La deserción escolar entre los niños de origen latino, por lo tanto, es mayor que entre los niños suecos. Las razones ya las conocemos de sobra.

¿Qué se podría hacer para interesar a los niños en la lectura?

Crear programas de incentivo en las escuelas, bibliotecas y medios audiovisuales. Darles a leer libros que son de su interés, que estén de acuerdo con su desarrollo intelectual, lingüísticos y emocional. Suprimir los mamotretos que, más que estimularlos, los separa de la lectura que, lejos de ser un trabajo obligatorio, debe convertirse en una actividad lúdica, emocionante y llamativa. Los padres de familia, como los maestros, deben asumir la responsabilidad de poner al alcance de los niños libros formativos, informativos y de excelente calidad. Por suerte, son varias las editoriales que están haciendo posible este caro anhelo. Lo que quiere decir que, en los años venideros tendremos a más niños y adultos lectores.

¿La literatura infantil se hace eco de la tradición oral?

Sí, en algunos países más que en otros. La tradición oral, que es tan antigua como el mismo hombre, ha servido para conocer nuestro pasado y conocernos mejor a nosotros mismos. Los estudios de Bruno Bettelheim sobre los cuentos de hadas, creo que arroja algunas luces sobre la importancia de la tradición oral. Los hermanos Grimm y Charles Perrault hicieron una excelente labor de rescate en Europa. Actualmente en varios países de América Latina, África y Asía se están trabajando con cuentos, fábulas y leyendas arrancados de la tradición oral, ya que la tradición oral, transmitida de generación en generación, es una de las joyas más preciadas de una cultura, porque a través de ella se transmite la sabiduría popular acumulada durante años, junto a los valores éticos y morales de una época y cultura determinadas. La literatura infantil, sin resquicios para la duda, ha bebido de las fuentes de la tradición oral y lo seguirá haciendo porque es una fuente inagotable de conocimiento y fantasía.

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