La escuela ante situaciones de dificultad en conflictos y violencia puede adoptar una posición punitiva o, lo que es necesario en una escuela para la diversidad, fundada en principios democráticos, colocarse en un paradigma comprensivo y preventivo.
La inserción en la escuela de alumnos pre-adolescentes y adolescentes con dificultades en la convivencia. Rol del Equipo Directivo.
Uno de los principales obstáculos que deben superar las instituciones educativas es la parálisis que generan las situaciones de conflictos que se originan en ellas, principalmente en el Tercer Ciclo de la EGB y en el nivel Polimodal.
Los cambios sociales que vivimos actualmente afectan a la infancia y a la juventud, hoy existe más riesgo de violencia y está estrechamente relacionada con la exclusión social. La conformación de grupos con dificultades en la convivencia requiere proporcionar a todos los alumnos y alumnas experiencias de igualdad de estatus, promoviendo su sentido de progreso personal, incluso en contextos en los que la cercanía a la violencia cotidiana de diversos tipos aceche a la escuela y a veces la penetre.
El problema de la convivencia y violencia escolar requiere distintos niveles de análisis para luego poder ser abordada: Familias, Docentes, Alumnos. Esto requerirá un diagnóstico institucional que los contemple.
El adolescente como sujeto de cultura está atravesado por valores dados por sus familias, en muchas ocasiones ensambladas y cambiadas, por valores dados por sus pares y por valores adquiridos en su camino por la institución escuela. La violencia social, la pérdida de distancia entre lo real y lo simbólico (el “como si” del juego de la niñez), la naturalización del insulto, la cultura del clip y la escasa capacidad de espera en niños y adolescentes llevan a que en la escuela las situaciones conflictivas dificulten la función educativa y las prácticas docentes. Estamos en lo que algunos autores llamaron la post-modernidad y otros como Bauman denominan la modernidad líquida, porque parece haberse perdido la solidez de determinados valores y un relativismo complejo e individualista atraviesa muchas veces la vida institucional olvidando la solidaridad y el bien común como pilares de la convivencia.
La escuela ante situaciones de dificultad en conflictos y violencia puede adoptar una posición punitiva o, lo que es necesario en una escuela para la diversidad, fundada en principios democráticos, colocarse en un paradigma comprensivo y preventivo. Una posición que no justifique ni tolere pero que comprenda. No quiere decir que no apele a sanciones, pero que éstas sean de carácter reparatorio.
Analizar las situaciones de conflicto en la convivencia va a requerir una actitud abierta a la investigación – acción por parte del equipo directivo y docente de la institución.
Para ello, el equipo directivo promoverá espacios de reflexión entre todos los miembros de la comunidad educativa en referencia a los tres niveles de análisis arriba citados.
Una de las hipótesis sostenidas en las investigaciones en este campo es que cuando un adolescente comete conductas crónicas expresa malestar (si estuviera contento no molestaría o no crearía peleas o enfrentamientos con pares y docentes).
Si estas conductas ocurren sistemáticamente, no debe haber una sola causa y esta multicausalidad se debe a dos tipos de factores: unos exógenos a la escuela (problemas en la pareja, comparación con hermanos, padres ausentes, necesidades psíquicas básicas insatisfechas) y otros endógenos a la escuela (punición, tendencia al conflicto, falta de comunicación y acuerdos compartidos). Cabe considerar que cuando un niño tiene necesidades psíquicas básicas insatisfechas acumula factores potenciales de fracaso y conflicto (falta de autoestima, fracaso escolar, agresión y resentimiento, retraimiento, dispersión, desinterés y apatía).