3. Orientación argumentativa.
La importancia de la contribución contextual no anula, con todo, el valor de la forma lingüística elegida. La expresión lingüística que comunica un acontecimiento no es su representación, pero permite que a partir de ella el oyente la construya. Un mismo hecho puede ser contado de distintos modos y, según la formulación escogida, lo recreado por su interlocutor será también distinto; por ejemplo, una estudiante a la que le queda por redactar la conclusión de un trabajo puede decir:
(4) a. Todavía no he acabado el trabajo.
b. Ya estoy acabando el trabajo.
La realidad es la misma en los dos casos -a saber, le falta por redactar la conclusión- pero será diversa la representación que quien le escucha se haga de esa realidad. Sobre la relación entre la forma lingüística y la comprensión de un enunciado, son muy interesantes los conceptos desarrollados por la Teoría de la Argumentación en la Lengua de Oswald Ducrot y Jean-Claude Anscombre (Ducrot y Anscombre 1994). Revisemos algunos de ellos.
Supongamos que alguien que pilota un avión lo estrella contra las Torres Gemelas de Nueva York. Los periodistas que relatan estos hechos pueden decir que se trata de un secuestrador:
(5) Una pasajera de uno de los cuatro aviones secuestrados y utilizados para atacar objetivos estratégicos en Estados Unidos logró contactar a través de un teléfono móvil con su marido desde el aparato y le relató la situación a bordo: todos los pasajeros, los miembros del equipaje y los pilotos habían sido obligados a situarse en la parte trasera del avión y los secuestradores se habían hecho con los mandos.[en El País Digital, 12-IX-2001]
Los significado de los palabras condicionan las posibles continuaciones discursivas que esperamos a partir de ellas y, en nuestra opinión, también las inferencias. Este hecho lo denominan Ducrot y Anscombre orientación argumentativa. A partir del sustantivo secuestrador no nos asombrarían las siguientes continuaciones:
(6) a. Es un secuestrador. Puede cometer una maldad.
b. Es un secuestrador. No se puede confiar en él.
Y, en cambio, nos extrañarían:
(7) a. #Es un secuestrador. Es una buena persona.
b. #Es un secuestrador. Se puede confiar en él.
Secuestrador orienta argumentativamente hacia "cometer una maldad" y constituye un argumento antiorientado con "ser una buena persona".
Ahora bien, el problema que se encuentra el redactor de la noticia es que estas personas no eran simples secuestradores, también pilotaban los aviones y la orientación argumentativa del sustantivo piloto es distinta a la de secuestrador; compárese (6) con (8):
(8) a. #Es un piloto. Puede cometer una maldad.
b. #Es un piloto. No se puede confiar en él.
¿Cómo resolver este problema? La sintaxis le da una solución: modificar el sustantivo con un adjetivo calificativo pospuesto. Con este recurso sintáctico se puede aumentar la fuerza como argumento de un sustantivo, pero también se puede invertir esta fuerza, es decir, cambiar su orientación (Ducrot 1998). En el caso de aumentar la fuerza, hablaremos de un adjetivo realizante, si la disminuye o la invierte, desrealizante. Una prueba para distinguir uno u otro tipo de adjetivos la encontramos en el uso de y, además, o de pero. Así, tenemos, por ejemplo:
(9) a. Es una amiga y, además, (#pero) íntima.
b. Tiene un coche y, además, (#pero) es grande.
c. Es escritor y, además, (#pero) bueno.
"Una amiga íntima" tiene más fuerza argumentativa que "una amiga", lo mismo sucede con "un coche grande" frente a "coche", y un "escritor bueno" y "un escritor". Íntima, grande y bueno son adjetivos realizantes en relación con los nombres a los que modifican. Con los siguientes adjetivos sucedería lo contrario:
(10) a. Es una amiga (#y, además), pero reciente.
b. Tiene un coche (#y, además), pero pequeño.
c. Es escritor (#y, además), pero malo.
Reciente, pequeño o malo son adjetivos desrealizantes con respecto al nombre al que modifican. Esto quiere decir que si a una amiga le puedo pedir un favor:
(11) a. Es una amiga. Me hará el favor.
Con una amiga reciente no nos extrañaría escuchar:
b. Es una amiga reciente. Puede que no me haga el favor.
Volvamos a piloto. La orientación argumentativa de piloto es contraria a la deseada, por lo que se utiliza un modificador desrealizante para invertirla. Este modificador es, en la mayoría de las ocasiones, el adjetivo suicida.
(12) a. La única forma eficaz, según los expertos, de evitar atentados como los cometidos el martes en Estados Unidos es que los terroristas no suban al avión. Una vez que un piloto suicida ha tomado los mandos, sólo queda una manera de impedir que alcance su objetivo: derribarlo. [en El País Digital, 12-IX-2001]
b. El teléfono de su domicilio en Madrid figuraba en la agenda encontrada en un piso de Hamburgo (Alemania) a un compañero de Mohamed Atta, piloto suicida que estrelló el avión contra la primera de las Torres Gemelas. [en El Periódico de Catalunya, 20-XI-2001]
c. Los pilotos suicidas fueron entrenados en EEUU. [en El Mundo, 13-IX-2001]
Es fácil comprobar en las noticias de los atentados del 11 de septiembre de 2001 que el sustantivo piloto, referido a los secuestradores, rara vez se utiliza sin el adjetivo suicida. Las inferencias que ocasiona este sustantivo son contrarias a las deseadas y se precisa un modificador que las invierta, este es el cometido de dicho adjetivo.