2. Tecnologías de Ayuda para el aprovechamiento de restos auditivos.
Describimos en este apartado el conjunto de útiles, comúnmente de uso individual a excepción de determinadas ayudas, cuya finalidad es la de modificar cualidades físicas del sonido con el fin de adaptarse a las posibilidades residuales que la persona mantiene en relación con su función sensorial auditiva.
2.1. Audífonos.
Dentro de esta utilidad compensadora la ayuda más clásica y comúnmente conocida es el audífono, amplificador diminuto que en determinadas pérdidas auditivas puede proporcionar información sonora a la persona sorda.
Los componentes básicos del audífono son los siguientes:
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Micrófono que recoge el sonido y lo convierte en pequeñas corrientes eléctricas.
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Circuito electrónico que, a modo de amplificador, multiplica la señal.
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Regulador para el control de determinados parámetros.
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Auricular que transmite la corriente modulada en energía acústica hacia el tímpano.
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Sistema de alimentación que, a través de una pila, le dota de energía.
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Figura 1. Imagen transversal de un audífono retroauricular | Figura 2. Audífono retroauricular | Figura 3. Audífono intracanal ubicado en la concha. |
Hemos de tener en cuenta que, con el paso del tiempo, el audífono ha dejado de ser un simple amplificador lineal que recogía la señal sonora y la incrementaba siempre en una determinada intensidad, pasando a constituir un centro procesador en miniatura del sonido. En la actualidad el audífono técnicamente no sólo manipula la intensidad, los decibelios, sino que lo hace de forma diferencial según bandas de frecuencias.
La múltiple y compleja actividad que realiza el audífono sobre la energía acústica está en función de la audición particular de cada persona. Por ello, es de crucial importancia un ajuste adecuado del mismo. Por tanto, dejando a un lado la imprescindible fiabilidad de los análisis diagnósticos iniciales que se deben practicar (audiometrías tonales, logoaudiometrías...) y fenómenos que pudieran dificultar su aplicación como por ejemplo el reclutamiento, siempre deberemos tener presente la importancia de una vigilancia continua de la respuesta del audífono en relación con la sordera particular de cada persona. Tanto más cuando se trata de un niño pequeño donde no contamos con demasiada facilidad para que nos exprese las sensaciones que pudiera estar experimentando con el audífono o sin él. Tras su incorporación es conveniente una revisión audioprotésica al menos una vez cada tres meses, debiendo a diario vigilar la eliminación de cerumen, humedad que pudiera dañar los componentes electrónicos, nivel de carga de las pilas...
Con respecto a las clases de audífonos, la variedad de formas y funciones ha ido aumentando conforme progresa el desarrollo tecnológico. Si atendemos al tipo de procesamiento que ejercen sobre la onda sonora es común distinguir entre audífonos analógicos que poseen controles para ajustar la tonalidad, potencia y compresión, siendo los más económicos; audífonos digitales que procesan de forma digital el sonido, dando como resultado una señal más clara y natural que permite mejorar la discriminación de la palabra, reduciendo la distorsión y el ruido de fondo. Los últimos desarrollos son los denominados audífonos digitalmente programables, que también reciben el nombre de "biófonos", siendo aquellos que permiten la programación digital adaptada pormenorizadamente a la pérdida auditiva de cada usuario, ajustándose además de forma automática a los distintos ambientes, de modo que pueden modificar su respuesta según las características acústicas del entorno buscando siempre optimizar la percepción del lenguaje oral.
Otra de las formas más corrientes de clasificar los audífonos se basa en el lugar en que se sitúan. De este modo contamos con audífonos retroauriculares e intracanales. Los retroauriculares se colocan en la parte posterior del pabellón auditivo, comunicándose con el canal auditivo a través de un molde auricular diferente para cada persona y adaptándose prácticamente a cualquier tipo de pérdida auditiva. Por su parte, los intracanales incorporan todos sus componentes dentro del pabellón auricular siendo menos visibles que los anteriores. Los hay de diverso tamaño y que se ubican en diferentes posiciones. Los de "concha" son todavía visibles al alojarse en dicha parte del pabellón auricular, los llamados de "canal" se alojan en el interior del conducto auditivo, y los más invisibles por ubicarse muy cerca del tímpano, en la parte más interna del conducto auditivo, son los "microcanal" o de inserción profunda. Este tipo de audífonos no se adaptan a pérdidas muy severas, ni tampoco son utilizados en niños cuyo conducto auditivo todavía está sujeto a cambios por el crecimiento físico.
Algunas personas que, a la deficiencia auditiva añaden malformaciones anatómicas que le suponen alteraciones en el conducto y/o ausencia de pabellón auditivo, pueden usar, sujetos por una diadema, vibradores óseos en contacto con el hueso mastoideo que ante la presencia de sonido son capaces de producir sensaciones vibratorias sobre éste que lleguen al oído interno.
No podemos cerrar este apartado sin advertir acerca de uno de los grandes peligros que encierra el audífono al conducir a muchas personas no familiarizadas con la sordera a la creencia de que en presencia de aquél, el niño sordo deja de serlo para convertirse en oyente. Sólo en casos excepcionales y ante pérdidas leves-moderadas de la capacidad auditiva podríamos acercarnos a esta situación. Los profesionales de la educación deben tener por tanto un conocimiento preciso acerca de la variedad de situaciones que se generan respecto a la ganancia y aprovechamiento auditivo en función de la interacción entre clases de audífonos y tipos de pérdida auditiva. A este respecto es bastante clarificadora la experiencia descrita por Gotzens y Marro (1996) quienes, valorando el rendimiento audiológico y lingüístico en un grupo de 18 alumnos con sorderas severas y profundas de educación infantil y primer ciclo de primaria integrados en centros ordinarios y equipados protésicamente, demostraban la existencia de notables diferencias de modo que, aunque todos ellos eran capaces de acercarse al sonido gracias a sus ayudas, sólo los niños con sorderas severas aprovechaban dicha experiencia para aproximarse a un mínimo desarrollo del lenguaje oral.