Una persona con tartamudez debe ponerse en manos de un logopeda principalmente, pero lo recomendable es que sea un tratamiento multidisciplinar, pues tiene consecuencias psicológicas que también son importantes atender.
La tartamudez o disfemia es un trastorno del habla que se caracteriza por interrupciones en la fluidez del habla, bloqueos o espasmos. Estas disfluencias son la expresión visible de la interacción de determinados factores orgánicos, psicológicos y sociales.
La alteración de la fluidez interfiere en el rendimiento académico, laboral y la comunicación social.
Aquí juegan un papel importante el autoconcepto y la autoestima. Muchas personas con disfemia pueden incorporar a su propia imagen alguno de los aspectos negativos que se le atribuyen, como nerviosismo, ansiedad, timidez y retraimiento social, introversión, retraimiento, inseguridad o bajo nivel de competencia académico o profesional.
Uno de los factores psicológicos que influyen en la disfemia es la ansiedad, principalmente la ansiedad social. Cierto nivel de ansiedad precipita la tartamudez y la incrementa en personas que tartamudean; es como un círculo: tartamudean porque están ansiosos y están ansiosos porque tartamudean.
Otro factor a considerar es la depresión. Generalmente las personas con esta condición son blanco de burlas. El control del habla tiene una función importante en las relaciones sociales; el fallo continuo en el control del habla produce sentimientos de culpa, frustración y ocasiona problemas sociales que derivan en trastornos psicológicos como sentimientos de inferioridad, agresividad u hostilidad.
Una persona con tartamudez debe ponerse en manos de un logopeda principalmente, pero lo recomendable es que sea un tratamiento multidisciplinar, pues como hemos visto, tiene consecuencias psicológicas que también son importantes atender.
¿Qué podemos hacer si conocemos a alguien con disfemia y no somos profesionales de la salud?
No debemos interrumpir su discurso ni terminar las frases.
Podemos transmitirle tranquilidad y calma.
Seguir los temas de conversación que inicia.
Mantener un contacto ocular natural.
Mostrar empatía.