Una de la virtudes de los titeres muy poco conocida y no muy explorada pero de las más admirables: su potencial terapéutico. La interacción que se produce como si fuera un juego imprevisto, los diálogos, la fantasía y el arribo de (y a) un personaje: todos darán cuenta de las propias subjetividades.
Tienen acta de nacimiento en múltiples confines y épocas. Desde Egipto hasta Roma, desde China hasta Grecia, fueron procreados por la imaginación y el invento. Vástagos viajeros, fueron tomando las costumbres de las regiones que habitaron. Y así, se llamaron Punch en Londres, Guignol en Lyon y Kasparek en Praga.
Al día de hoy, existen varios museos de títeres en todo el mundo, siendo el más grande el TOPIC: Centro Internacional del Títere de Tolosa, inaugurado en el año 2009. Además de funcionar como museo, cuenta con un centro de documentación, archivo y mediateca digitalizados.
Como en las grandes familias, los personajes son diversos. Hay lugar para el rey y la reina, el anciano sabio, el niño y la novia. Tampoco han de faltar el payaso, el brujo, el monstruo y el que tiene dos caras.
Tal vez la vertiente más conocida del títere sea esa que, retablo de por medio, juega una obra de teatro para niños. Terminada la función, los niños a su casa y los títeres al baúl.
Sin embargo, aún es poco conocida y no muy explorada una de sus virtudes más admirables: su potencial terapéutico. Sí, la que anida en el caudal proyectivo que como un imán es atraído por quien se anima a colocarlo en su mano, encuadre apropiado mediante. No exclusivamente con niños – para quienes es un objeto tan usual como los juegos o los dibujos – sino con los adultos.
Se les insufla vida y hablan por quién los pone a hablar. En el trabajo clínico con grupos facilita la dinámica gracias a la inmediatez y la espontaneidad con que aparecen en escena. Saben propiciar la evocación de situaciones determinadas en las que cada participante se verá implicado. La interacción que se produce como si fuera un juego imprevisto, los diálogos, la fantasía y el arribo de (y a) un personaje: todos darán cuenta de las propias subjetividades. Su presencia facilita que los pacientes puedan apelar a ellos en cualquier momento para expresar abiertamente temas difíciles de abordar (miedo a la muerte, sexualidad, eventos traumáticos), y observar lo que han proyectado en ellos prácticamente sin la necesidad de que el terapeuta realice interpretaciones y señalamientos.