El paradigma de EVALUAR PARA SABER (saber enseñar y saber aprender) pretende instalar la idea de ofrecer, tanto al estudiante como al profesional dentro del ámbito educativo, insumos para dar cuenta de progresos o dificultades en su desempeño. El compromiso docente frente a la evaluación debe estar relacionado con la enseñanza de valores, de conocimientos, del control de las emociones, del uso de las tecnologías, con la intención de formar sujetos pensantes, críticos, creativos y autónomos que aporten a la calidad de vida de su comunidad.
Comenta la profesora: “Pobrecito, me dio pena, tuve que desaprobarlo, quedó bloqueado, no podía hablar. Y eso que, según la mamá, en la casa respondía todo bien…”
Sofía: “Desaprobé el oral… no sé cómo voy a decírselo a mi papá y él vio todo lo que estudié…”
Estas situaciones frente a los exámenes, como asimismo los registros negativos de los docentes en las pruebas escritas como el que abajo señala o la disposición de los estudiantes para rendir sus pruebas individualmente constituyen sólo algunas de las estrategias que ponen de manifiesto el poder del docente frente a la incertidumbre y expectativa sobre el “examen” (en cualquiera de sus formas) por parte del alumno. La responsabilidad del maestro debe centrarse en el alcance de los aprendizajes de sus alumnos no en “marcar” sus logros o “no logros” a través de notas numéricas o frases conformando de este modo subgrupos según el rendimiento en clase.
En la mayoría de los casos esta última conducta no da insumos para que el profesor/maestro resignifique su práctica áulica con la intención de mejorar los aprendizajes de su grupo; no es utilizada como complemento de la tarea docente.
Los docentes, en su afán por evaluar para calificar, utilizan los instrumentos de valoración no para conocer el nivel de aprendizaje sino para medir la capacidad de memoria de sus alumnos solicitando, a través de pruebas escritas u orales, la exposición de conceptos, datos o hechos de manera memorística e individual.
En ocasiones, con alumnos mayores, el docente hace una devolución de la prueba explicando las “fallas” sin dar o enseñar estrategias para avanzar o corregir. En primer lugar la evaluación debe constituir un proceso (evaluación formativa) a lo largo del año escolar que involucre no sólo al estudiante en el aula sino al docente en su quehacer profesional, en interacción continua. El desempeño de los alumnos depende en gran medida de lo actuado, de la metodología utilizada por el docente, de modo tal que los resultados obtenidos en las evaluaciones muestran también cuan idóneo es éste en su ejercicio pedagógico.
Por otro lado, los jóvenes deben aprender la autoevaluación y la coevaluación, de tal forma de ir dando cuenta de sus avances y dificultades en un clima cooperativo dentro del aula. Y esta idea nos lleva a valorizar el error en diferentes actividades o exposiciones en clase para fundamentar, intercambiar y modificar posturas, conceptos o pensamientos entre todos en un clima amigable con un docente que no sanciona, que estimula la pregunta sabiendo que de este modo es posible evolucionar.
Toda institución educativa como responsable de la educación de su alumnado debe, para desarrollo de éste, promover continuamente instancias de evaluación: “…Las evaluaciones internas y externas deben normalizarse en el sistema educativo: una cultura de la evaluación continua que afecte a todos los elementos del sistema. Centros educativos, profesores y alumnos. Quien no quiere evaluarse, es alguien que quiere estar fuera de toda crítica. Otra forma de decir que puede hacer lo que quiere. Una sociedad democrática y madura no puede permitirse esto.”1
El paradigma de EVALUAR PARA SABER (saber enseñar y saber aprender) pretende instalar la idea de ofrecer, tanto al estudiante como al profesional dentro del ámbito educativo, insumos para dar cuenta de progresos o dificultades en su desempeño. El compromiso docente frente a la evaluación debe estar relacionado con la enseñanza de valores, de conocimientos, del control de las emociones, del uso de las tecnologías, con la intención de formar sujetos pensantes, críticos, creativos y autónomos que aporten a la calidad de vida de su comunidad.
Consecuentemente, le cabe al docente: evaluar permanentemente, ofrecer diferentes instrumentos evaluativos según posibilidades del alumnado (pruebas escritas, orales, según inteligencias múltiples, grupales, individuales, dentro del aula y fuera de ella), evaluar para ajustar su práctica áulica, evaluar aprovechando la interdisciplinariedad.
El alumno para darse cuenta de lo que aprendió bien, lo que le falta aprender, lo que debe hacer para mejorar y lo que puede hacer para saber más debe necesariamente autoevaluarse, coevaluar junto a compañeros y docente y sobre todo con confianza en sí mismo, interrogar, pedir explicaciones, solicitar apoyo al docente frente a la dificultad para tomar nota (ambos) de lo que sucede mientras se enseña y aprende. En este sentido…”las clases tienen que ser lugares. Un buen profesor es un creador de futuro (Magazine INED21) emocionalmente seguros, donde los alumnos puedan cometer errores las veces que ocurra – porque ello les permite ganar experiencia sobre ellos mismos como aprendices.” 2. Entonces, diariamente, aprendizajes y enseñanzas deben ser monitoreados a través de técnicas de evaluación tales como las que plantean Thomas Angelo y Patricia Cross: prueba de conocimientos previos, el punto más complejo, explicación dirigida y tarjetas de aplicación. 3
De esta manera los estudiantes se sentirán partícipes de la evolución de sus aprendizajes y lo más importante: no competirán con sus pares por una calificación, sino aprenderán en la escuela, para la vida, para sus vidas.
El modelo de EVALUAR PARA SABER tiene correspondencia con el DISEÑO UNIVERSAL DEL APRENDIZAJE, (DUA), que dentro de los tres principios que lo estructuran, el segundo “Principio II: Proporcionar múltiples medios de expresión (el “¿cómo?” del aprendizaje) señala…” Los alumnos difieren en el modo en que pueden “navegar en medio de aprendizaje” y expresar lo que saben. Por ejemplo, individuos con discapacidades motoras significativas (parálisis cerebral), aquellos que luchan con las habilidades estratégicas y organizativas (déficits de la función ejecutiva, TDHA), aquellos con un idioma materno distinto a la lengua de acogida y demás, abordan las tareas del aprendizaje y demostrarán su dominio de manera muy distinta. Algunos serán capaces de expresarse correctamente por escrito pero no oralmente, y viceversa. En realidad, no hay un medio de expresión óptimo para todos los estudiantes; proporcionar opciones para expresarse es esencial.”4 con lo cual la evaluación debe acomodarse permanentemente a las diferencias y posibilidades de los estudiantes ya que, lo imprescindible es el progreso en los aprendizajes y no la calificación, es más, creemos que ésta es innecesaria.
2 Educación Inclusiva. Iguales en la diversidad1 Formación en Red Educación Inclusiva. Iguales en la diversidad Modulo 5. Aprendizaje y participación 3 Adaptado por Paula Aguilera Magíster en © Evaluación y CurrículoPontificia Universidad Católica de Chile de Classroom Assessment Techniques. Angelo, T; Cross P.1993. 4 *Universal Design for Learning (UDL). Versión castellana para uso interno en los estudiosdeMagisterio.UAM. 2008 © 2008 by CAST. All rights reserved.
Hagamos un análisis sobre el requerimiento de las calificaciones en la escuela ¿cuál es la razón para su registro escrito?
¿Un acto administrativo escolar obligatorio?
¿Elemento de comunicación con las familias?
¿Estímulo para el alumno?
¿Datos para los docentes?
Nos preguntamos, por ejemplo ¿para qué le sirve un 5 o un 7 en su boletín de calificaciones a un niño en la primaria? ¿Lo motiva, lo hace sentirse fracasado, le despreocupa? En este caso la mirada docente está puesta en la nota no en sus logros o dificultades en los aprendizajes. En el aula, según las calificaciones otorgadas, quedan conformados grupos según “rendimiento escolar”: los buenos alumnos, los que van lento y el grupo siempre atrasado, con lo cual si no se utiliza la evaluación para optimizar la práctica áulica, aquellos que tienen, sienten una dificultad en el aula, quedan sin poder abordarla, superarla y proseguir con sus aprendizajes.…”Puestas así las cosas, se estaría calificando, midiendo y controlando, mas no evaluando, porque el principal propósito de la evaluación en el currículo explícito debe ser el aprendizaje, el conocimiento. Se trata de evaluar para aprender, no de aprender para ser calificado, ni de enseñar para medir, ni de estudiar para ser examinado, pues las pruebas confirman resultados; con los exámenes no se hacen los buenos estudiantes, sino asegurando que comprendan los contenidos valiosos que constituyen las base de su aprendizaje, los integren a su propio saber y que les sirvan para pensar”5. Es cierto que en nuestro sistema educativo, periódicamente, deben registrarse avances y dificultades de los desempeños escolares con nota numérica, pero en la mayoría de los casos los docentes no “comprenden” o desconocen las causas de esos avances y/o dificultades en clase, razón por la cual no pueden utilizarlos 5 González, José Israel, Calificar no es evaluar (2005) como insumo para mejorar la práctica docente en el sentido de adecuarla a las diferencias en el aula y promover avances en los aprendizajes.
Por otro lado, esta instancia de calificación siempre llega a los hogares, a las familias con lo cual habrá halagos o reprimendas por los resultados, pero nadie pregunta a “los calificados” por el alcance en cuanto a los contenidos aprendidos, sus problemas no resueltos, las dificultades para comprender lo que se enseña, los impedimentos para expresar sentimientos o dudas al docente, la motivación, los conflictos interpersonales en el aula; cierra, entonces, el círculo de desconsideración a las necesidades de los niños que nace en la escuela donde los docentes no se responsabilizan de las trayectorias de sus alumnos, sólo califican y culmina en la casa en la cual, los adultos únicamente se interesan por las notas obtenidas.
Enseñar aceptando la diversidad en el aula supone interesarse y ocuparse de los desenvolvimientos de todos y cada uno de los educandos que están a cargo de todo docente en su quehacer cotidiano por lo tanto, EVALUAR PARA SABER (saber enseñar y saber aprender) debe ser el paradigma que oriente el trabajo del maestro para que cada uno alcance los aprendizajes según sus posibilidades e intereses.
La calificación no los hará estudiantes más competentes ni ciudadanos mejor adaptados a la vida adulta. La calificación sólo fomenta la competencia, la individualidad en lugar del trabajo cooperativo. Este último junto a la coevaluación, siembran y establecen un positivo punto de partida en las vidas jóvenes para que se desenvuelvan como buenas, justas e idóneas personas. Acerca de la creatividad y la evaluación “Los niños arriesgan, improvisan, no tienen miedo a equivocarse; y no es que equivocarse sea igual a creatividad, pero sí está claro que no puedes innovar si no estás dispuesto a equivocarte, y los adultos penalizamos el error, lo estigmatizamos en la escuela y en la educación, y así es como los niños se alejan de sus capacidades creativas” (Sir Ken Robinson) ¿De qué modo entonces podemos mejorar las instancias de evaluación continua y formativa para que resulten provechosas? Algunas ideas: Si la idea es priorizar los procesos, no los resultados, será fundamental minimizar barreras para el aprendizaje, que seguramente fueron detectadas luego de familiarizarse con el alumnado: arquitectónicas, metodológicas, de comunicación, de accesibilidad. El docente en primer lugar debe considerar que cada uno de sus estudiantes debe aprender y mejorar y entender que hay quienes no pueden seguir las clases en los tiempos que él pretende.
Al maestro le compete periódicamente tomar registro (escrito, grabado, filmado) del desempeño de los educandos mientras éstos aprenden para ajustar su metodología a las necesidades del alumnado y con la intención de que éste progrese. Por otro lado es necesario recuperar la pregunta del niño en cuanto a lo que le están enseñando y estimular el pensamiento divergente (proceso mental o un método que se utiliza para generar ideas creativas explorando muchas soluciones posibles). Del mismo modo interrogar al estudiante acerca del modo en que su maestro le enseña, si considera que hay otras estrategias que lo motivarían más o que le hicieran comprender mejor la enseñanza que se le imparte. Proponer evaluaciones en subgrupos para favorecer la interacción, colaboración y tranquilidad frente al examen. Aplicar el uso de la tecnología en las pruebas: Pc, tablets, Internet. Ofrecer diferentes opciones para formular los conocimientos: hay quienes lo hacen mejor por escrito y otros que se destacan por su expresión oral. Permitir el uso de material bibliográfico para consulta. En resumidas cuentas EVALUAR PARA SABER (saber enseñar y saber aprender) representa un modelo cuya prioridad es que el estudiante se convierta en un aprendiz experto en el sentido de que, en toda ocasión y a lo largo de su formación (en la escuela, en la familia, en el trabajo, en su participación ciudadana…) pueda transformar el acceso a la información, en conocimiento que se pueda utilizar, para enfrentar los desafíos que se le presenten a lo largo de su vida; y que éste sea un legado para los futuros aprendices, a modo de trascendencia. Si nos proponemos implementar este modelo: EVALUAR PARA SABER (saber enseñar y saber aprender), sin dudas estaremos favoreciendo un cambio cultural que nos incluya enriqueciéndonos como sociedad pensante, crítica, creativa y autónoma.