Se ha demostrado que la música afecta a la memoria, al movimiento y a las emociones. Despierta un comportamiento social.
En el proceso de R. la música junto con la empatía y el arte le devolvieron parte de su personalidad, pues encontró un medio para expresar sus emociones contenidas por años.
La integración de R. al grupo.
Dependiendo de las características de cada residente había un trabajo grupal y también un trabajo individual, siendo muchas veces adecuado establecer unas pautas conjuntas a todos como si se tratara de un juego En él se compartían las obras sintiéndose identificados con el otro y todo ello a través de ejercicios de simbolización.
En un estudio realizado dentro de la residencia con 60 pacientes de diferentes patologías se mostraron algunas particularidades convertidas en coincidencias en la imagen que mostraban sus obras. En dicho estudio se descubre como el residente pasaba por tres fases bien diferenciadas mostrándolo en la imagen y en su comportamiento, incidiendo en algunos aspectos como la simbolización, que les ayudaban a conectar con su realidad facilitándoles así la elaboración de sus emociones. Indistintamente de la patología que sufrieran (Alzheimer, Demencia Senil, Esquizofrenia, Depresión etc.), los residentes que estaban dentro del estudio no se conocían entre sí ya que residían en diferentes plantas. Los participantes del taller de arteterapia mostraban en sus obras imágenes como una casa, un árbol, un camino, un pájaro y el cielo. Este hecho llamó mi atención permitiéndome indagar más en lo que estaban expresando. Ante una pérdida de espacio en un lugar donde tienen que convivir con otras personas y normas, el trabajo de arteterapia les permitió identificarse con ellos mismos aumentando en algunos considerablemente su propia autoestima y en otros una preparación consciente e inconsciente ante su último viaje, la muerte. Este estudio de 3 años permitió establecer una nueva metodología de trabajo para la integración de los nuevos residentes al centro. Para R., al no tener un lugar de pertenencia, era importante pertenecer al grupo dentro del espacio de arteterapia. Por ello el trabajo grupal a través de algunos ejercicios de simbolización marcó en R. que podía hacer lo mismo que el resto, sentirse parte de y no el niño de, como algunas señoras lo consideraban.
¿Y tú esposa? Le pregunto, me señala la nube. Siempre en sus obras aparecerá la nube difusa, presente y no presente. La ausencia de ella le causa un gran dolor.
Posteriormente me enteraría que su mujer no lo iba a visitar con frecuencia.
Aprendizaje del lenguaje y conexión con la música
Seguimos trabajando con nuestro método de comunicación. Él elegía los colores con su mano y yo le enseñaba como nombrarlos. Por ejemplo me señalaba un color en su ficha y yo le preguntaba ¿Cómo se llama el color? Al principio no sabe nombrarlo, pero seguimos practicando. Este color es rojo; él me sigue R-O-OJ-O. Estos ejercicios se fueron convirtiendo en parte del inicio de la preparación de sus materiales, llegando el momento en que sabía nombrar algunos colores con mucha claridad. Este hecho le daba mucha libertad. Ante la dificultad con su mano yo le servía los colores. En un principio nos llevaba cierto tiempo que decidiera cuáles quería, pero un día, después de practicar en cada sesión el nombre de cada color, sin más, encuentra el modo de llamarme “S-O-N-I-A, A-Z-U-L POR- F-A-V-OR…GR-AA-CI-AA-S era toda una satisfacción la independencia que estaba encontrando.
Otro de sus progresos fue la conexión que encontró con la música para expresarse en la pintura con más libertad. Le propongo un juego, “bailar con el pincel”, pues tras su última obra R. se sentía triste con el recuerdo de su pasado como el padre que cuidaba de su familia, representándose en el árbol que protege a sus hijas.
Sin embargo con este ejercicio se desinhibió, con la experimentación de la mezcla de los colores en el papel al ritmo de la música.
Siente la música, conecta todo su cuerpo con movimientos rítmicos que le permitía guiar su pincel por caminos insospechados. En su rostro se dibuja una sonrisa constante. La música estaba en un CD que tenía varios temas entre clásicos y una canción en particular. La sesión de arteterapia había terminado y el grupo se fue retirando pero R. quería seguir impregnado de aquel momento de libertad. Nos quedamos solos, de repente suena una canción de U2 Whith or without you. Yo permanezco lejos de él respetando su momento, pero cual no fue mi sorpresa cuando lo oigo cantar la letra de la canción. No negaré que en mí surgió una emoción ante el logro que R. me estaba mostrando.
Necesidad de estructurar su historia.
Cada obra de R. era un intento de construirse una y otra vez como una pieza de puzzle que debía encajar para no caerse en su intento de no desaparecer en su Yo pasado.
Esto generó en él la necesidad de escribir su nombre. Fue el modo de expresar su identidad. Pero esta necesidad también le causó una transferencia ante su realidad, rechazando a veces lo que pintaba, alejándose con su silla de ruedas, como si pudiera alejarse de su realidad presente.
“El artista tiene que vaciarse de su yo, tiene que crear un vacío en su interior, para que el universo pueda entrar en él y pueda manifestarse” (Chillida, texto de J. P. Klein).
Ese vaciarse de emociones contenidas durante años permitió a R. transformar su obra, destruyendo lo que rechazaba en ella y fue capaz de hacerlo por sí mismo. Como menciona J.P. Klein “cuando acompañamos estamos con y para la otra persona…en una relación de ayuda…estar cerca, pero estando lejos, en la que el terapeuta no está resonando al mismo nivel de afectos que la persona acompañada”.
Este momento de dolor, al darse cuenta de su situación, hizo que R. sintiera repulsa de sí mismo y gestualmente expresaba mucho enfado. No obstante en ese acompañamiento discreto y sutil me siento junto a él, me señala el círculo marrón expresando que no le gusta. Sin embargo en ese rechazo él se mostraba en una esquina del dibujo con su color azul. Le informo que si él lo desea, puede destruir el trabajo transformándolo en otra obra. Me mira escépticamente. Le digo que es su obra de arte y que puede hacer lo que quiera con ella. Poder destruirla, despertó en él tener el control de sí mismo sin depender de nadie (R. necesita de una persona para moverse). Se acercó a la mesa, decidido con su arma en la mano, el pincel, y la transformó. Lo hizo con energía, compulsivamente, salió de dentro de él. Vació su Yo fracturado dando paso a su Yo R. padre, R. marido, R. trabajador, en definitiva a su pasado que tanto añoraba.
En sucesivas sesiones R. ya no necesita tanta ayuda. Se coloca en su espacio y pide los colores empezando a pintar desde la sensación que trae ese día. En el resto de la semana acude a las actividades de animación, progresa favorablemente en rehabilitación llegando a caminar con ayuda de otra persona y va consiguiendo pequeños logros que va mostrando a un R. más sonriente y social. Se siente parte del grupo intercambiándose opiniones sobre el día. Lo admirable era cómo el grupo se adaptó a él para también encontrar una comunicación.
En varias sesiones posteriores hizo su obra maestra. Representó a su familia colocando a su mujer junto a él, siendo dos árboles cobijando a sus niñas. Este momento fue crucial, puso palabras a una emoción muy contenida ya que echaba de menos a su mujer. Con lágrimas en los ojos coloca su mano en el pecho y dice L-A QUI-E-E-RO. Ante este sentimiento en él las palabras sobran. Sentí que el trabajo con él había concluido en la búsqueda de un puente de comunicación, abriéndose una nueva etapa en él a su libertad de expresarse. Donde no se podía comunicar ni ser entendido, sus obras artísticas fueron su voz, encontrando un medio para expresar sus emociones contenidas durante años. El ser escuchado, en cierta manera le devolvió parte de su personalidad, parte de su historia siendo sus recuerdos un sostén para aceptar que ya no sería el mismo nunca más.
Existen estudios que prueban que la empatía produce efectos positivos cuando se utiliza en un contexto interpersonal. En mi identificación con el caso de R. me permitió gestionar mis propias emociones ante una vivencia personal. Dos meses antes de empezar a trabajar con R. mi marido sufrió un grave accidente de montaña. En un principio le diagnosticaron una Afasia de Wernicke, me informaron que tardaría como dos años en aprender hablar, así como que padecería una parálisis en el lado derecho de su cuerpo. Afortunadamente dos meses después su afasia había desaparecido, recuperando toda su conciencia y lenguaje, aunque recibió rehabilitación y un tratamiento de logopedia.
A veces no elegimos a los pacientes para trabajar con ellos. R. apareció en mi vida cuando aún no era capaz de recuperarme del shock sufrido. Sin embargo trabajar con R, me enseñó cómo ver mi experiencia desde otra perspectiva, tomando distancia de mis propias emociones.
Llego a la conclusión de que es importantísimo estar formado intensa y adecuadamente en la especialidad en la que nos movamos, pero también afirmo que es fundamental estar abierto a recibir y aprender experiencias nuevas. Como profesionales, debemos manejar unas herramientas mínimas con las que poder intervenir, pero no por eso tenemos la verdad absoluta ni somos dioses.
Si yo hubiera tomado en consideración únicamente lo que decían los médicos sobre la posible evolución de R., éste no hubiera podido progresar en lo más mínimo.
Si yo como profesional, aunque emocionalmente condicionada por la experiencia de mi marido, no hubiera tenido la capacidad de hallar el distanciamiento adecuado a la hora de intervenir, no se me podría considerar como tal, como profesional.
Debemos tener siempre presentes la importancia real de la supervisión. En mi caso conté con el apoyo de una logopeda, una psicóloga y un psiquiatra.
Referencias
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