Quisiéramos pensarnos como seres ilimitados, sin límites, capaces de vencerlo todo, incluso a nosotros mismos. Y si no lo logramos, en cualquier ámbito de la vida (laboral, personal, familiar), la reacción inmediata es el autorechazo, el rencor contra la vida.
Quisiéramos pensarnos como seres ilimitados, sin límites, capaces de vencerlo todo, incluso a nosotros mismos. Y si no lo logramos, en cualquier ámbito de la vida (laboral, personal, familiar), la reacción inmediata es el autorechazo, el rencor contra la vida. Es aquí donde la Terapia de la imperfección, propuesta terapéutica creada por Ricardo Peter,[1]tiene una contribución especialmente importante: nos rescata de volvernos seres resentidos con nosotros mismos y con la vida; nos libra de volvernos seres antiéticos, capaces de pasar por encima de nuestra fragilidad en nombre de una idealización inexistente.
¿Qué es la Terapia de la imperfección? Es una teoría psicológica que deriva de una visión filosófica del hombre como ser limitado: la Antropología del límite. Su autor la propone como una alternativa terapéutica para el tratamiento del trastorno del “ansia de perfección” o perfeccionismo.2
Pero hablábamos de que la Terapia de la imperfección (TI) nos rescata del resentimiento frente a la falla. ¿Cómo lo hace? Al plantear que el significado del error es relativo al interlocutor del error. ¿Qué significa esto? Que nosotros interpretamos la realidad de acuerdo con un referente. El interlocutor del error, o sea, nosotros mismos, tenemos una especie de procesador de la realidad, una perspectiva desde la cual miramos lo que nos acontece. Cuando miramos la realidad desde una perspectiva de indefectibilidad, de cero defectos, de calidad total, estamos mirando la vida desde nuestro procesador racional; ese que nos dice que todo lo podemos prevenir con suficiente planeación. Es el mismo procesador que nos permite ver causas y efectos, que nos permite hacer cuentas, calcular riesgos, el que nos ha facilitado llegar hasta donde estamos desde el punto de vista tecnológico. Pareciera que es un procesador que está de “nuestro lado”, pues nos ha permitido vivir de una manera más cómoda, viajar en poco tiempo distancias muy largas, comunicarnos desde donde estemos con las personas que queremos, es el procesador que ha logrado la cura de enfermedades antes incurables, que nos ha concedido vivir por más tiempo. Y como hemos accedido a tantas cosas utilizando este procesador, nos hemos llenado de una especie de soberbia, que nos impide vernos como los seres frágiles que aún somos.
Referencias
[1] Ricardo Peter nació en Managua, Nicaragua. Es doctor en Filosofía por la Universidad Gregoriana en Roma, posgraduado en Personal Counseling y Training en Psicoanálisis. Radicó en Roma durante 30 años en donde fue Embajador ante la Santa Sede. Fue profesor de Antropología del Límite en la Universidad Gregoriana. Actualmente reside en Puebla, México, donde practica la psicoterapia, la investigación y la docencia, tanto en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), como en la Universidad de las Américas campus Puebla (UDLAP). Su propuesta terapéutica la ha des- arrollado a través de una serie de libros, entre los que destacan: Una terapia para la persona humana, Honra tu límite, La antropología como terapia, La imperfección en el Evangelio, Ética para errantes, y otros más, editados en España, Italia, Brasil, Argentina y México. Actualmente están próximos a publicarse dos títulos más: El oficio de ser falibles y El escándalo humano: La verdad de la existencia.
[2] Para una visión completa de la Terapia de la imperfección, consultar en: Peter, Ricardo. El Milagro es Aceptarnos. Manual de Terapia de la Imperfección. Asociación Internacional para la Terapia de la Imperfección A.C., Siena editores, México, 2010.