Sin arribar a respuestas cerradas a los interrogantes planteados, voy esbozando algunas ideas posibles acerca de cómo intervenir en la problemática del déficit lingüístico comunicacional, más allá del síntoma lingüístico a restaurar: pensar en el sujeto, en sus haceres, sus jugares, sus entonares, en su lugar.
Sin arribar a respuestas cerradas a los interrogantes planteados, voy esbozando algunas ideas posibles acerca de cómo intervenir en la problemática del déficit lingüístico comunicacional, más allá del síntoma lingüístico a restaurar: pensar en el sujeto, en sus haceres, sus jugares, sus entonares, en su lugar.
Será primordial echar luz en la historia del sujeto. ¿Puede ser albergado, cuidado, deseado en el seno de su constitución familiar con su déficit y desde esa ubicación tener la libertad de buscar una restauración?
Creo primordial plantear la intervención terapéutica, desde mi especificidad disciplinar, la Fonoaudiología, habiéndose permitido el espacio para estos y otros interrogantes, que darán la posibilidad de encontrar las maniobras lúdicas, las estrategias terapéuticas para acompañar el proceso de restauración del síntoma.
Si nos preguntamos acerca de su lugar y espacio en la familia de la que es constituyente, también debiéramos apelar al propio lugar: el de intervenir para abrir espacios, tiempos haceres compartidos. Intervenir para repetir dando la posibilidad de volver; intervenir para generar un espacio de comunicación, de elección, acompañando la búsqueda del deseo de hablar... ¿a quién?, ¿cómo?... sabiendo qué decir, teniendo algo para decir, alguien a quien contar y alguien con quien contar.
Abriendo el campo de esa búsqueda, sin perder de vista nuestros objetivos específicos, sin perder de vista lo que quiere este niño, para que pueda enunciar lo que necesita; en un trabajo de a dos que remita a las relaciones más primarias de diálogo tónico para abrir paso a la palabra, es que se posibilitaría la restauración y reedición de aquellas vivencias primarias, instalando con el pequeño la estructura dialógica, para desde allí restaurar a partir de estrategias diversas la fonología, la gramática, la semántica de la lengua compartida, enmarcando el acto lingüístico en un hacer lúdico, para poder encontrarnos en el mirar, el oir, el escuchar, en el señar o señalar, dando un estatuto privilegiado al deseo de decir algo, a alguien de la manera más comunicativa posible, para desde esa posición, y a partir de ese lugar tener la posibilidad de amarrarse a la lengua.