Desde el modelo comportamental del ámbito del control y el aprendizaje motor (Oña, A. et al 1999), se considera que la dominancia lateral es, fundamentalmente un producto del aprendizaje. Además, cada comportamiento tiene sus características propias y se mueve en diferentes dimensiones, siendo la prevalencia lateral solo una de ellas.
Hoy en día se maneja el concepto de "dominancia latente", ya que existen una serie de estados intermedios de dominancia para el lenguaje de los individuos, que van desde la dominancia absoluta del hemisferio izquierdo pasando por la equivalencia de ambos hemisferios, hasta la dominancia absoluta del hemisferio derecho.
Cuando están normalmente interconectados ambos trabajan conjuntamente como una unidad funcional, y el control es ejercido, según la tarea, por uno u otro hemisferio. De esta manera el antagonismo intrínseco e incompatible de las habilidades de procesamiento derecha e izquierda se torna en complementación y colaboración mutua.
De Gangi y Berk 1983 (citado por Guma, E. 1988) señalaron que la integración motora bilateral se desarrolla como resultado de la comunicación interhemisférica y durante la infancia el signo más obvio de atraso o defecto en la integración motora bilateral es el fallo en el desarrollo de una fuerte preferencia manual.
Tchuprikov y Klein 1982 (citado por Guma, E. 1988), plantearon, acerca de la interrelación de los hemisferios cerebrales, que el carácter relativo de la lateralización, no resulta un proceso necesariamente estático y definidamente fijado estructuralmente sino un equilibrio neurofisiológico dinámico.
Desde el modelo comportamental del ámbito del control y el aprendizaje motor (Oña, A. et al 1999), se considera que la dominancia lateral es, fundamentalmente un producto del aprendizaje. Además, cada comportamiento tiene sus características propias y se mueve en diferentes dimensiones, siendo la prevalencia lateral solo una de ellas.
Basados en este modelo han existido numerosas investigaciones que confirman la relación entre el aprendizaje y las habilidades de lateralización, como se muestra en resultados ya descritos por Hutt, A. en 1917 (citado por Provins, K. A. y Dalziel, F.R. 1969), que expresan los exitosos cambios de manualidad en tareas tales como la escritura en una etapa avanzada de la vida, debido a parálisis o amputación de un miembro. Estos datos parecen apoyar la existencia de una relación entre las habilidades motoras, la manualidad y el papel preponderante del entrenamiento en la ejecución diferencial de los lados.
Otro aspecto a ser analizado, es lo que Puni, A. Z. (1957) definió como "Transferencia cruzada" en la interacción de los hábitos, donde la asimilación de un hábito por una extremidad asegura la asimilación de ese mismo hábito por la otra extremidad simétrica. Puni se refiere aquí a como los vínculos que se manifiestan entre los centros de los hemisferios cerebrales condicionan los movimientos análogos de las extremidades, sobre la base de la experiencia adquirida por el sujeto en el desarrollo de la acción, donde la generalización juega un papel importante, mostrándose identidades y diferencias en cuanto a la realización de la acción dada.
Para Provins, K. A. (1956) y Peters, M. (1976), algunas pruebas indican que la práctica o el entrenamiento tienden a acrecentar la ejecución de ambas manos, mejorando la ejecución de la mano no preferida considerablemente más que la preferida, llegando a ser la ejecución de ambas manos muy parejas.
El conjunto de resultados de estos trabajos le permitió a Oña, A. y Bilbao, A. (2000), sostener como hipótesis básica que "la lateralidad puede entenderse como un conjunto de conductas, que se adquieren cada una de ellas de forma independiente, por un proceso particular de entrenamiento y aprendizaje, en lugar de quedar determinadas por una supuesta facultad genérica neurológica innata..."