Frente a esta situación, aparece el primer gran desafío: poder intervenir desde otro espacio, con otra escucha, que posibilite una RESIGNIFICACIÓN que no aprese al niño en los límites que su diagnóstico parece imponer.
En todos los casos de los pacientes que tenemos en situación de diagnóstico, el equipo tratará de detectar:
¿qué es concretamente lo que nos están demandando?
¿qué saber nos adjudican y qué lugar nos otorgan?
¿cuál es la fantasía de enfermedad y curación?
¿qué significa para el niño y su familia el aprender y no aprender?
¿qué recursos arbitraron anteriormente para intentar superar el problema?
¿qué dificultades del lenguaje se observan en la estructuración y organización del mismo?
Presto atención a la estructuración del lenguaje porque refleja la instalación del proceso secundario y la constitución del YO, dado que esto es lo que permitirá estructurar la temporalidad (antes, ahora, después), el principio de contradicción ( no es posible ser A y B al mismo tiempo), la instalación de la correcta discriminación de las personas, con el consecuente uso de los pronombres personales, la concordancia de género y número entre el sujeto y el predicado, etc...
Las fallas en la estructuración del lenguaje nos remiten a las fallas en la estructuración subjetiva, no así los trastornos de articulación, prosodia, ritmo, emisión....
Todas las apreciaciones son efectuadas dentro de un marco transferencial, lo que nos permite evaluar la posibilidad de respuesta del niño a nuestras intervenciones.-
Estimo que lo más correcto es hablar de una ETAPA TERAPÉUTICO-DIAGNÓSTICA para referirnos al proceso que realizamos con el niño y su familia para establecer el diagnóstico que nos permita definir el criterio a seguir.- Es fundamental develar porqué este sujeto no aprende, cuidando de no encasillar su futuro en un rótulo.-