Desde mi punto de vista, considero al diagnóstico como una instancia de labor clínica que permite entender algo de lo que le ocurre a este niño que traen a la consulta, abre una nueva posibilidad de escucha o abordaje y marca la dirección de la terapia y estrategia a seguir.
Criterios del sustento del diagnóstico.
Quienes trabajamos con niños discapacitados sabemos el peso que tiene un diagnóstico en el devenir del sujeto, en relación a sí mismo, a su familia, a la institución a la que concurra.-
Muchas veces hemos sentido la palabra diagnóstico como un vocablo muy riesgoso, hasta poderoso, ya que según sea empleada puede marginar, integrar, vehiculizar, predestinar, rotular, posibilitar o contener.- Más de una vez, un diagnóstico se erige arbitrariamente sobre el destino de un sujeto, desvirtuando el verdadero sentido del mismo.-
A través de los años, en mi práctica terapéutica, muchas veces he escuchado decir, y pensar, lo que es más riesgoso aún, en referencia a un niño con discapacidad que él es lo que su diagnóstico designa.- Surgen discursos hegemónicos, lapidarios, que transforman un niño en un retrasado, psicótico, hiperquinético, neurótico, disfásico.-
Así un niño puede ser nombrado como “un Down, un X frágil, un afásico, un P.C. un disfuncionado, o transformarse de por vida en un hipoacúsico...todo depende de quién lo nombre.-
Más de una vez, en referencia a un diagnóstico pedagógico se los suele llamar “presilábicos, silábicos, alfabéticos, preoperatorio...”
Podría seguir enumerando otras posibilidades diagnósticas en una larga lista según hagamos mención a diferentes entidades nosográficas, diagnósticos lingüísticos, fonoaudiológicos, neurológicos, audiológicos, psicológicos, pedagógicos, pero no es ésta mi intención, sino todo lo contrario, y en su lugar prefiero preguntarme si un sujeto puede ser un diagnóstico.- Más específicamente me interesa plantear:
¿para qué y por qué de diagnostica?
¿para quién se realiza el diagnóstico?
¿desde dónde se lo realiza?
¿qué es un diagnóstico?
Según el criterio de quien lo sustenta, el diagnóstico puede ser una “clasificación de sujetos fallados”, con el detalle minucioso de sus dificultades y desgracias.-
Desde mi punto de vista, considero al diagnóstico como una instancia de labor clínica que permite entender algo de lo que le ocurre a este niño que traen a la consulta, abre una nueva posibilidad de escucha o abordaje y marca la dirección de la terapia y estrategia a seguir.-
Pienso que si podemos ver en cada niño, al sujeto que construye su realidad a partir de ciertas condiciones que le son propias, que le pertenecen en tiempo y lugar, y lo constituyen como tal, con su propia historia, sus deseos, sus dificultades, no nos referiremos a él como un “...”, sino que desde este lugar hablaremos de “Juan, Matías, Ana, ...y será otro el espacio que ocupe el diagnóstico.-
Por lo general el niño o adolescente que llega a consultarnos ya trae consigo un diagnóstico.- Me perece interesante transcribir el diagnóstico que recibí cierto día de un niño que llega con su madre a la consulta: “...presenta una patogenia predominantemente apráxico-agnósica, con componente afásico presente, que evidentemente resta superar y condiciona con lo psicógeno, su compromiso escolar.- Evidencia hipoacusia de grado severo a profundo.- Indico medicación neurotónica y equipamiento auditivo.-....” Este diagnóstico neurológico nos permite visualizar cómo cada uno de los aspectos señalados indica la existencia de un problema específico de determinado campo profesional.-