Cada historia de la palabra humana, desde el inicio de la vida, está recorrida y sostenida por una pluralidad de historias y de tramas vinculares-culturales que le preceden y por otras que la acompañan en su génesis y desarrollo. Es, pues, resultante del entrecruzamiento de nuestra historia individual, inscripta -a su vez- en la historia social desde la que aprendemos a aprender, a conocer, a constituírnos como sujetos.
En América, historias como la de María salen a la luz cada vez con más frecuencia en las aulas; otras permanecen en silencio o son mostradas por la televisión casi como naturales. La evaluación del docente refleja la concepción de análisis lingüístico que se ha difundido. En nuestra disciplina,algunos lingüistas han legalizado-naturalizado historias de la pobreza, de la dependencia, mostrándolas como "relatos orales" o "discursos". Se analizan frases o palabras; la coherencia sintáctica, resintiendo así el análisis e indagación de los contenidos. Esta representación lingüística de la historia social -como relato oral o como texto con cohesión y coherencia-, ha contribuido a transformar en pura materia lingüística episodios reales, cuyos protagonistas han sido casi siempre anonimizados. Lingüística que avala la dependencia, al usar categorías de análisis despojadas de su referencialidad y causalidad, escamoteando la génesis socio-política de todo discurso, y rompiendo el nexo entre lenguaje-sujeto-realidad objetiva-material-orden social; una de las causas de la dificultad de comprensión que las generaciones jóvenes denuncian en sus prácticas aúlicas.
En contraposición, otras concepciones y praxis desde nuestra ciencia, han contribuido a gestar condiciones para que el lenguaje de nuestros pueblos deje de ser mirado como "objeto folklórico", "peculiaridad", " dialecto" o "relato oral". Pero, como sabemos, la liberación de las memorias e historias oprimidas de un continente no depende sólo de praxis científicas o de decisiones de política lingüística, sino de procesos de liberación social, económica y política.
Oralidad e identidad linguística.
Tal identidad no es innata; se va configurando, desarrollando, transformando en relación dialéctica con aspectos de la vida biológica, material y social y posee como carácterística fundante la policausalidad. Tiene en nosotros una historicidad; una "génesis compleja, un desarrollo que no es lineal, que no es sólo causa/efecto, no tiene una sola dirección" ( Quiroga; 1987 ) .
Cada historia de la palabra humana, desde el inicio de la vida, está recorrida y sostenida por una pluralidad de historias y de tramas vinculares-culturales que le preceden y por otras que la acompañan en su génesis y desarrollo. Es, pues, resultante del entrecruzamiento de nuestra historia individual, inscripta -a su vez- en la historia social desde la que aprendemos a aprender, a conocer, a constituírnos como sujetos. Podemos hablar, entonces, de una relación mutuamente transformadora, dialéctica entre las formas y circunstancias en las que, por ejemplo, aprendimos a:
a) mirar el mundo, a desplazarnos en diferentes espacios; a registrar el afuera y el adentro; a aprender qué es lo propio y lo ajeno;
a.1) a jugar, a vestirnos, desvestirnos, a conquistar la marcha con independencia del apoyo de un adulto;
a.2) a desarrollar progresivamente capacidades para registrar, experimentar, establecer y jerarquizar relaciones sociales cada vez más complejas -junto a otros-
con
b) las formas y circunstancias en y desde las que fuimos aprendiendo a designar el mundo, a preguntar y/o responder, a adjudicarle un nombre a lo real o lo imaginario,
b.1) produciendo proto-frases, micro-relatos de la acción realizada, al inicio referidos al mundo más inmediato, conocido y, progresivamente, comprendiendo y pudiendo nombrar, describir otras relaciones ya en ausencia de los objetos, lugares o personas con quienes interactuamos desde temprana edad;
con
c) las formas y circunstancias en las que fuimos aprendiendo y desarrollando los roles sociales de nuestra palabra a lo largo de la vida. Roles sociales que legalizan o no, que valoran o minusvalorizan nuestra autoría de la palabra.¹