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Escuela Especial: trabajo con familiares de discapacitado auditivo en una Escuela Oralista en Buenos Aires, Argentina.(Tercera entrega)

En los dos últimos años, previos al ingreso a la secundaria común, los adolescentes sordos ya habían adquirido un buen nivel de oralización, lectura labial y pensamiento. No obstante, los cambios que implica la transición por la adolescencia hicieron necesario retomar reuniones mensuales, pues los padres estaban muy temerosos y angustiados por el pasaje que sus hijos tenían que realizar, de la escuela especial a la escuela secundaria de oyentes.
Dora Kweller | 15/08/2004

Trabajo con púberes, adolescentes y sus padres

En los dos últimos años, previos al ingreso a la secundaria común, los adolescentes sordos ya habían adquirido un buen nivel de oralización, lectura labial y pensamiento. No obstante, los cambios que implica la transición por la adolescencia hicieron necesario retomar reuniones mensuales, pues los padres estaban muy temerosos y angustiados por el pasaje que sus hijos tenían que realizar, de la escuela especial a la escuela secundaria de oyentes. Temían que sufrieran, que no pudieran aprender, y que no pudieran integrarse, dado que algunos de ellos no habían alcanzado el nivel de inteligibilidad de la palabra necesario para manejarse sin dificultades en el mundo de los oyentes.
Fue en esta etapa cuando comencé a trabajar con padres e hijos. Con los padres, en la escuela, respondí todas las preguntas que ellos me hacían, por ejemplo:
·¿Por qué los adolescentes sordos tienen tantos conflictos para integrarse con adolescentes oyentes, si durante todos estos años compartieron juegos, cumpleaños, amistades, deportes sin tantas dificultades?
·¿Por qué en esta etapa de la vida no pueden establecer nuevas amistades?
·¿Por qué mi hijo sordo profundo está tan deprimido?
·¿Por qué mi hijo sólo quiere salir con sus amigos oyentes y no quiere saber nada de sus compañeros sordos?
·¿Por qué está tan rebelde? ¿se copia de los oyentes?
·¿Por qué no quiere usar el audífono, si no oye absolutamente nada sin él?
·¿Por qué no quiere salir con nadie, ni con sordos ni con oyentes?
·¿En qué difiere el pensamiento de un adolescente sordo del de un adolescente oyente?
·¿Por qué, a pesar de que habla muy bien y tiene una lectura labial magnífica, no entiende mis chistes?
·¿Existe alguna relación entre lo emocional y lo intelectual?

Es muy difícil resumir mi manual para padres y chicos con limitaciones auditivas El proceso de entender y ser entendido, pues hay tanto material fáctico para relatar, hay tantas experiencias vivenciales y compartidas con padres y chicos con limitaciones auditivas, que me resulta muy difícil elegir algunos fragmentos para colocarlos en este sitio.
Hasta hace muy poco, las únicas actividades de integración para niños y adolescentes que se promovían en mi país (Argentina), eran las competencias deportivas, pero estas no incluían un modelo real de integración, pues el intercambio con el oyente es sólo a nivel físico y de competencia, se habla muy poco, y sólo en el llamado “tercer tiempo” (cuando se reúnen para hablar sobre el partido, por ejemplo) hay un mínimo intercambio social entre los chicos. Observé que estos chicos sordos deportistas sólo se socializaban en el momento del deporte, esa era toda su pseudo integración al mundo de los oyentes.
Por esta razón, en ese momento creí conveniente desarrollar otro tipo de actividades que permitieran el acercamiento y la mutua comprensión con chicos oyentes que estaban comprometidos con ellos afectivamente, y que los conocían desde hacía unos años.

Por el recrudecimiento de las crisis familiares, fue imperioso trabajar con un taller de juegos teatrales en mi consultorio. Decidimos organizar, junto a una co-coordinadora psicóloga y especialista en teatro, un taller para los adolescentes y púberes de 6º y 7º grado, que egresaban de la escuela especial.
Este taller de juegos teatrales fue un espacio para que la representación lúdica grupal estimulara la expresión y la imaginación de los chicos, con el objetivo de desarrollar todas aquellas actividades que –a través del cuerpo y las emociones- promovieran la integración con oyentes. Decidí invitar a participar del taller a sordos oralizados y oyentes que hubieran tenido algún lazo afectivo con estos chicos (primos, hermanos, vecinos), y practicantes del profesorado de sordos, que tenían apenas algunos años mas que los chicos, y ex alumnos sordos, que no se habían podido oralizar, que habían abandonado la escuela y en ese momento eran gestuales, y tenían 18 años aproximadamente.
Dentro del taller intentaba transmitir consignas que tuvieran que ver con la escolaridad, con su vínculo con los oyentes, con la imaginación de cómo es una escuela de oyentes, cómo los iban a tratar. Un grupo teatralizaba situaciones escolares, y yo –en general- trabajaba con ellos como participante oyente, haciéndome la desentendida, improvisando el cansancio cuando me hablaban sin parar y no tenían capacidad de sintetizar, es decir, trabajé poniéndome en el lugar de un YO CRUEL, de un típico adolescente oyente: impaciente, directo, a veces indiferente, otras cariñoso. La mimetización de los adolescentes oyentes la hacíamos las coordinadoras y profesoras de sordos, y observamos cierto estupor en la mayoría de los chicos. Algunos decían que ellos estaban integrados desde muy chiquitos en actividades deportivas con oyentes, y que los chicos nunca los habían tratado así.
El objetivo era que –desde la vivencia y el juego- pudieran poner en palabras o en actuaciones todo lo que les preocupaba. Estas situaciones de crueldad se utilizaban con mucho tacto, con muy poca frecuencia, en realidad sólo como disparador para que los chicos se liberaran, hacerlos más abiertos al trabajo grupal con oyentes, y que pudieran imaginar situaciones que en muy poco tiempo les tocaría vivir.
Después de estas actuaciones, teníamos charlas grupales con los chicos sordos, con los oyentes, con el objetivo de que ellos pusieran en palabras todo lo que les había despertado el trabajo teatral.
Ustedes tienen una descripción mas minuciosa de esta tarea que realicé, en los capítulos “juegos teatrales”, “adolescencia” y “pensamiento y lenguaje” del manual antes citado.



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