El sentido auditivo es un instrumento imprescindible que forma parte del esquema corporal y permite la conexión de una forma única, directa y profundamente íntima con el mundo exterior porque el sonido cuenta una historia de cada instante, de cada momento, de cada contexto, de cada detalle que pasa a nuestros ojos; aporta mucha información vital de lo que está sucediendo alrededor.
Los primeros años del infante son cruciales, determinando la forma de vida que, en un futuro cercano, se convertirá en un ser funcional, participativo y pleno. El desarrollo del cerebro es la clave que puede poner en marcha el funcionamiento cognitivo-emocional.
Por tanto, nos referiremos a la edad temprana como la que abarca entre los seis y doce meses. Dichos meses son de mayor relevancia para tanto su desarrollo cognitivo como del lenguaje, puesto que, por medio de la audición, se estimula el lenguaje hablado. Desde incluso antes de nacer, el bebé, con su audición desarrollado, empieza ya a percibir a nivel inconsciente los sonidos que provienen del exterior. Algunas veces reacciona a voces humanas como la de sus progenitores. Desde el momento en que nace, el bebé está sometido ante estímulos constantes y siempre presentes de cualquier tipo, no solo los auditivos.
El sentido auditivo es un instrumento imprescindible que forma parte del esquema corporal y permite la conexión de una forma única, directa y profundamente íntima con el mundo exterior porque el sonido cuenta una historia de cada instante, de cada momento, de cada contexto, de cada detalle que pasa a nuestros ojos; aporta mucha información vital de lo que está sucediendo alrededor. Es cierto que la visión también es un instrumento esencial, pues permite ver todo lo que está pasando, poder apreciar los maravillosos y vívidos colores, pequeños e impredecibles detalles de cada objeto que hay en el mundo.
Sin embargo, la visión no siempre puede aportar una información exacta porque es unidireccional, está ausente en el sueño y se produce interrupción de contactos con el mundo exterior, el campo visual frontal.
En cambio, la audición es multidireccional, siempre está presente en el sueño, existe contacto ininterrumpido, función de alerta constante y escenario auditivo envolvente. El oído analiza más parámetros temporales y secuencias que la visión, mientras que ésta necesita más parámetros espaciales que el oído. Un niño hipoacúsico suele apoyarse en su visión porque necesita información constante del entorno, pero está incompleta. Por ejemplo, en un caso hipotético, el niño no puede saber quién es la voz de la persona que está detrás de la puerta o quien la está tocando. Necesita cerciorarse de la identificación abriendo la puerta, sin poder saber si es una persona peligrosa o no. O bien, no puede leer los labios de la persona que le está hablando porque tiene la boca tapada con la mano, o habla demasiado rápido o en voz baja. Hay tantos factores que intervienen en el sentido visual que puede ser perjudicial para el niño, quien se sentirá muy abrumado, frustrado por no poder comunicarse con el mundo como él desea. A causa de esas experiencias, el niño se sentirá menos inclinado a hablar y a sumirse en un silencio que pueda ser su refugio, su lugar de comodidad.
Por lo tanto, tanto la audición como la visión son indispensables que deben de ser complementarios y cooperativos en todo el momento. La visión es un apoyo constante que permite ver, tocar y experimentar, pero la audición es el camino que conduce hacia el desarrollo del lenguaje y, posteriormente, la evolución del pensamiento y la posibilidad de abstracción. Es un medio de comunicación lingüística oral.
Ésta es una de las razones por la que es necesaria la rehabilitación auditiva temprana en los niños hipoacúsicos. Cuando se nace, el cerebro está en modo de tabla rasa -una traducción en latín que significa “tabilla sin inscribir”-. Eso quiere decir que la mente está en un fondo blanco y se va colmando de información que se recibe por medio de los estímulos del mundo exterior. Esa información ayuda bastante para surcar un camino en el mundo. Moldea la forma de pensar y de actuar, así como la personalidad.
El desarrollo y la plasticidad cerebral son cambios vitales que efectúan en el sistema nervioso en respuesta a la genética y a la adaptación ante estímulos del ambiente, a través de la modificación de la organización estructural y funcional. Mientras más se recibe los estímulos, a lo largo de las etapas infantiles en el punto del desarrollo crítico, más cambios significativos se generan en el cerebro del bebé. Ocurre con el caso de la audición, el punto de partida que lleva directamente al desarrollo del lenguaje y del pensamiento abstracto.
Bien se sabe que el bebé, en sus primeros meses de nacido, reacciona instintivamente ante los estímulos auditivos, además de otros sentidos sensoriales. Con el debido tiempo, el bebé, en su proceso de aprendizaje intuitivo, va reconociendo ciertos sonidos que le resultan muy familiares y agradables como la voz de su madre que lo arrulla con canciones y entre otros elementos auditivos que son muy propios del hogar. De esa manera, aprende porque sus oídos siempre están en alerta, recibiendo de forma continua el sonido de cualquier tipo.
Un niño que nace sordo no puede aprender a hablar debido a la carencia de su audición, y le es difícil desarrollar apropiadamente el lenguaje oral, al menos que sea por el medio del lenguaje manual (lenguaje de señas) como un medio de comunicación. La adquisición del lenguaje hablado permite realizar una secuencia de eventos acústicos que obedecen a ciertas reglas lingüísticas delimitadas. El oído analiza y transmite el lenguaje, con el cual se logra la identificación lingüística en los niveles superiores del sistema nervioso central.
La ausencia de la función auditiva limita significativamente el aprendizaje de la correcta expresión oral. Por ende, el lenguaje es el medio por el cual el niño puede desarrollarse intelectualmente. También es un medio para expresar sus sentimientos y pensamientos de muchas maneras. Llantos, risas, expresiones tanto negativas como positivas por el simple hecho de la naturaleza humana. Es imposible contener la propia voz o su capacidad de expresión.
Quien no lo oye, no desarrolla el lenguaje oral; quien oye mal, hablará mal; quien oye poco, hablará poco. Si el niño hipoacúsico, sin una rehabilitación auditiva adecuada y temprana, no estimulará la parte importante y crítica de su cerebro que es el sentido auditivo, pues, sin la presencia constante de la audición, no recibirá estímulos auditivos que son una forma de acondicionamiento y moldeamiento; de esa manera se desarrollará muy pobremente puesto que el cerebro está en proceso del desarrollo cognitivo y físico porque, en las etapas tempranas infantiles, existe la maleabilidad de la corteza cerebral del niño para el aprendizaje. Mientras más temprano se rehabilite mayores posibilidades de reincorporación integral tendrá quien lo padece.
Es similar con el aprendizaje de los idiomas. Existen casos en los que un niño a una edad muy temprana puede aprender varios idiomas, además de su idioma materno, mientras está en su periodo crítico de desarrollo, es decir, en su etapa de plasticidad cerebral. Es un tiempo precioso a aprovechar, el cual se puede adquirir el conocimiento. Después de traspasar los límites establecidos del periodo crítico, es muy difícil adquirir los idiomas en un corto lapso de tiempo.
El niño hipoacúsico, con una rehabilitación auditiva adecuada en la etapa temprana, tiene mayores oportunidades de aprender y desarrollar ampliamente su lenguaje oral y escrito. Así como su desarrollo psicoemocional e intelectual, lo cual es sumamente esencial porque la salud mental importa. Puede desarrollar además su independencia, creatividad, aptitudes, resiliencia y la toma de decisiones. Si nadie presta particular atención al niño hipoacúsico, empieza a sumergirse en el silencio, a manifestarse ajeno a la palabra hablada y a los sonidos del mundo exterior y a mostrarse desinteresado por ellos. Como consecuencia, no desarrolla su audición y su lenguaje.
Como conclusión, es imperativo que el niño con la pérdida de audición vaya a una rehabilitación auditiva temprana para poder adquirir el aprendizaje en todas las dimensiones posibles. De ese modo, se formará un ciudadano plenamente seguro, autónomo y feliz.
Referencias
[1]: Lilian Flores Beltrán. & Pedro Berruecos Villalobos. (2006). Los problemas de audición en la edad preescolar. México, D.F: Trillas.
[2]: Daniel Ling. & Cristina Moheno de Manrique. (2002). El maravilloso sonido de la palabra. México: Trillas.
[3]: Gabriela Orozco Calderón. (2016). Desarrollo y plasticidad cerebral infantil. 15 de mayo, de Researchgate Sitio web: https://www.researchgate.net/publication/327208963_Desarrollo_y_plasticidad_cerebral_infantil