Cristina Maslach define el síndrome de burnout como: un síndrome de fatiga emocional, despersonalización y de un enriquecimiento personal reducido, que puede producirse entre individuos que trabajan en contacto directo con clientes o pacientes.
El desgaste profesional en la práctica logopédica.
Las personas que trabajan en las diferentes áreas de la logopedia/ terapia del lenguaje/ fonoaudiología y con poblaciones muy diversas, necesitan cuidarse, en el amplio sentido de la palabra, sentirse arropados, contenidos; saber hasta donde pueden llegar, cuando las demandas de los pacientes/usuarios/alumnos y/o familiares se multiplican, ya que puede repercutir en el binomio: calidad de vida y calidad profesional.
Por ello, es fundamental participar y resaltar la figura de un equipo interdisciplinario y derivar a otros profesionales, cuando el esfuerzo y la fatiga, hacen imposible, hacer frente a las múltiples demandas de cada caso. Es importante, no esperar, que los acontecimientos, las situaciones desbordadas, impidan que nuestra intervención sea ecuánime, reguladora, interdisciplinaria, pues desenredar el ovillo de actuaciones que nos cargan y sobrepasan, puede transformarse en ofrecer un servicio inadecuado a la persona que tenemos delante y generar conflicto, desconfianza, inseguridad, malestar, etc.
Síndrome Burnout en los profesionales de logopedia.
Génesis del Síndrome.
El término Burnout, fue definido por el psicoanalista alemán Herbert J. Freudenberger, en 1974, como “un grupo de síntomas médicos, biológicos y psicosocial inespecíficos, que se desarrollan en la actividad laboral, como resultado de una demanda excesiva de energía”
La psicóloga social Cristina Maslach lo definía más ampliamente y crea la herramienta más utilizada para el estudio, el MBI (Inventario de Burnout de Maslach)
Von Ginsburg lo define como “un agotamiento psicofísico de los trabajadores en organizaciones de ayuda”
Golembiewski (1986) Leiter (1989) consideran que el síndrome se puede presentar en forma aguda y crónica.
Existen una serie de palabras que identifican el perfil de este síndrome, que afecta a profesionales del ámbito de la salud, la educación y se va extendiendo a otros sectores de servicios, en especial a los profesionales que están en contacto directo con las personas. Podemos nombrar una serie de palabras, que en su conjunto conforma éste cuadro: agotamiento, desgaste, sobrecarga, “estar quemado”, frialdad, desmotivación, frustración, desinterés, omnipresencia, burocratización, competitividad, irritable, etc.
Cristina Maslach lo define como: "un síndrome de fatiga emocional, despersonalización y de un enriquecimiento personal reducido, que puede producirse entre individuos que trabajan en contacto directo con clientes o pacientes".
¿Cuáles son las manifestaciones más evidentes? ¿cuáles son los signos de alerta?
Edelwich e Brodsky destaca 5 etapas a tener presente. La progresión de una etapa a otra, no necesariamente debe ser lineal.
a) Etapa de disminución del entusiasmo.
b) Etapa de estancamiento.
c) Etapa de frustración.
d) Etapa de apatía.
e) Etapa de intervención.
A grandes rasgos, podemos resumir tres de los pilares fundamentales que caracterizan éste síndrome: agotamiento emocional, despersonalización y ausencia de realización profesional.
¿Cómo anticiparnos antes de que ocurra?
La prevención es una de las herramientas más destacables, para afrontar los factores desencadenantes del síndrome de “quemazón profesional”.
El síndrome es un modelo multidimensional, con consecuencias e implicaciones que se deben prevenir de forma planificada, dirigida al colectivo que reclama éste tipo de contención.
Algunos estudios revelan que en macroinstituciones, se puede generar un efecto de mimetismo profesional o contagio. Es interesante trabajar con especialista de la psicología laboral, quienes pueden generar dinámicas que sirvan a descomprimir situaciones de riesgo y generar nuevas propuestas o alternativas ante el síndrome.
La prevención se debe centrar, primordialmente, en dos tipos de actuaciones:
1) intervención personal:
a través de enseñar técnicas que posibiliten el afrontar el estrés, la quemazón , ensayo conductual y el abordaje de la relación y el autocontrol. Ello implica “cuidarse” para poder hacer frente a la profesión y lo que ello comporta.
2) Intervención sociolaboral:
Puede dirigir un modelo hacia la orientación, la formación continuada de recursos instrumentales, soporte social entre los compañeros, fortalecimiento de vínculos.
Es muy adecuado entre los profesionales, generar espacios de reflexión, contención, supervisión externa, identificar los factores, antes de que lleguen a potenciarse, además de compartir y escuchar, como reglas básicas.
Muchas veces, percibimos que en el mundo del trabajo, se enquistan modelos contextuales, se solapan actuaciones y se fomenta la competitividad desmesurada. Necesariamente, nos debemos preguntar ¿qué hacer para no caer en esas políticas laborales? ¿cómo hacer que nuestra palabra no caiga en “saco roto”? ¿Cómo abordar la jerarquización, en instituciones donde se pierden los referentes? Sin duda, ello merece una reflexión profunda, abierta a la opinión, de escucha activa.
Dentro del trabajo (Escuelas/ Servicios de Logopedia/ Hospitales/ Residencias, etc) es recomendable, adoptar o tener presentes diferentes posturas, que nos ayudarán a dosificar a nivel profesional y mirar nuestra actuación en forma optimista:
La institución no debería desentenderse sino, por lo contrario, tendría que tomar la iniciativa de ofrecer un soporte al profesional y la puesta en marcha de mecanismos de prevención a toda la plantilla de profesionales.
Referencias
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