Entre los muchos aspectos de la maternidad, uno de los más cruciales es proteger a mis hijos de los peligros que no siempre son evidentes. Estos peligros no siempre son físicos; muchas veces, se esconden en mis propias acciones y actitudes.
Ser madre es una responsabilidad profunda y constante, llena de desafíos y recompensas. Entre los muchos aspectos de la maternidad, uno de los más cruciales es proteger a mis hijos de los peligros que no siempre son evidentes. Estos peligros no siempre son físicos; muchas veces, se esconden en mis propias acciones y actitudes.
- El peligro está en no encontrar tiempo para compartir con ellos, en poner un aparato en sus manos para distraerlos, en evitar su compañía, en vez de atender sus demandas emocionales y afectivas.
- El peligro aparece cuando los dejo solos ante los incidentes de la vida, permitiendo que interpreten las situaciones sin mi guía, sin tranquilizar sus dudas o atender sus temores.
- El peligro llega cuando no digo palabras de aliento que los fortalezcan y ayuden a reflexionar, y en cambio, ofrezco impaciencia, regaños y quejas porque corregirlos me roba tiempo de hacer cosas que considero más importantes.
- El peligro surge cuando olvido mis expectativas como madre, cuando en lugar de agradecer, me quejo de la alta demanda que requiere atender a mis hijos.
- El peligro se presenta cuando me quejo de no haber querido tener hijos, cuando los acuso de modificar mis planes e impedirme alcanzar mis metas por ellos, cuando me eximo asumiendo que, como nadie me enseñó a ser madre, tampoco se me puede exigir.
- El peligro radica en no hacerme responsable de su orientación, cuidado y educación, permitiendo que otros tomen decisiones que afectarán sus vidas.
- El peligro es esperar a que lleguen mejores momentos, otras oportunidades, o tener más tiempo o capacidad, y perder de vista que el tiempo no espera, que mis hijos crecen, y que la infancia pasa rápidamente.
Mis hijos no son conscientes de estos peligros; ellos solo esperan lo mejor de mí. Ellos esperan que los ame profundamente, sin que me esfuerce por ser una supermadre. Solo necesitan que saque lo mejor de mí y se los proporcione. Necesitan mi compromiso de amarlos.
Hoy, elijo proteger a mis hijos de estos peligros. Mi arma es ser una madre que ama profundamente. Mi escudo es enseñar con el ejemplo, apoyarlos sin reservas y mantener mi compromiso con mi propio crecimiento personal en esta maravillosa y desafiante aventura de la maternidad. Los recuerdos que siembre hoy en mis hijos, para protegerlos de estos peligros, serán los que lleven consigo para siempre.