Tener altas capacidades no significa tener asumida toda la cultura e información mundial y ser un pozo de sabiduría sin fondo, sino una sensibilidad extrema a los estímulos que nos rodean, una facilidad para percibir esos pequeños detalles que para el resto pasan desapercibidos, una increíble capacidad para aprender rápidamente lo que interesa y por contra un desinterés total hacia lo que no llama su atención o les provoca aburrimiento
¿Es necesario evaluar a los niños y niñas con Altas Capacidades?
Rotundamente sí. ¿Por qué?
Bien podría responder con otra sencilla pregunta: ¿por qué no?, pero tal vez sea mejor dar alguna explicación.
Nadie se plantea “ocultar” una discapacidad sensorial, motriz o mental. Tal vez porque es algo que, normalmente, se ve a simple vista y, aunque quisiéramos no podríamos ocultarlo. Pero más allá de ocultarlo además, necesitamos saber cuál es esa diferencia para poder actuar o ayudar en consecuencia.
Las altas capacidades tienen ese “pequeño” hándicap, a veces se pueden disimular a tal punto de conseguir hacerlas “invisibles”. Y esto, son capaces de conseguirlo pequeños de tan solo 3 o 4 años, y no digamos niñas que, se mimetizan tanto, que cuesta muchísimo más aún encontrarlas.
Pero, ¿qué ocurre cuando te niegas a tí mismo? ¿cuando desde tan temprana edad no puedes mostrarte y, por tanto, aceptarte tal y como eres? ¿Qué ocurre cuando tienes que mostrar una persona que no eres cada hora, de cada día, de cada semana, de cada año de tu vida? ¿Puedes imaginarlo como adulto? Tal vez como adulto sí, porque en muchas ocasiones hemos aprendido a no mostrarnos como somos en realidad, pero para nosotros se convierte en una opción ya que nuestra personalidad está más o menos formada. Aún así, podemos ser nosotros mismos con ciertas personas con las que tenemos más o menos confianza y con las que nos sentimos seguros. Amigos o familiares que nos respetan, quieren y aceptan con nuestros defectos y virtudes y ahí, ahí es cuando podemos “desconectar”, olvidar el resto de la rutina y ser más o menos felices.
Decía un psicólogo que conocí que todos tenemos que encontrarnos a nosotros mismos y, a veces nos cuesta conocernos, pero entonces ¿no nos ayudaría saber cuál es nuestra diferencia?¿por qué somos como somos y por qué pensamos como pensamos? ¿No nos gustaría encontrar a otros como nosotros para dejar de sentirnos tan raros que parece que hemos nacido en el mundo o tiempo equivocado? ¿No sería bueno conocer nuestras fortalezas y debilidades para llegar de manera más sencilla a encontrar ese nuestro “Elemento” del que habla Ken Robinson?
Todo esto nos daría respuesta en parte a ese sí rotundo a conocer si nuestros hijos o alumnos tienen altas capacidades o no, porque sólo sabiendo cuál es la diferencia, podemos encontrar las maneras más útiles de ayudarles como necesitan.
He conocido adultos superdotados a los que ocultaron su condición desde niños que, a día de hoy hubieran agradecido “conocerse” antes porque, aunque “parezca” que se puede ocultar porque a simple vista no se ve, es algo que está ahí, nadie debería tener que esconderse. Y también deberíamos tener claro que esto no es ninguna moda, que gente con capacidades diferentes ha habido siempre y siempre la habrá.
He conocido padres de adultos superdotados que recuerdan como equivocados los consejos que les dieron respecto a sus hijos pequeños: “Mejor que no lo sepa nadie y que sea normalito” ¡Qué manía con lo de normal! Me gustaría que alguien me diera una definición de normal que no implicase las mil diferencias que existen entre nosotros.
He conocido adolescentes que agradecen haber sabido que lo que les pasaba era “normal” dentro de su diferencia porque han entendido que ni eran raros ni estaban locos.
Y conozco niños maravillosos con un brillo especial en sus ojos cuando pueden ser ellos y preguntar sin miedo sus mil dudas que, extrañados, se ocultan pensando que no son normales.
Así que tenemos dos opciones: Aceptar las mil y una “normalidades” diferentes pero dejándolas expresarse libremente o, explicar esa diferencia haciéndoles ver que es normal...que viene a ser lo mismo pero dado la vuelta.
Permítamos a los niños y niñas ser ellos mismos, porque sólo conociéndoles, podremos educarles como deberíamos.
Tomemos esa evaluación como el primer paso para entender esa diferencia, para conocer sus fortalezas y debilidades y así poder ayudarles.
Entendamos que tener altas capacidades no significa tener asumida toda la cultura e información mundial y ser un pozo de sabiduría sin fondo, sino una sensibilidad extrema a los estímulos que nos rodean, una facilidad para percibir esos pequeños detalles que para el resto pasan desapercibidos, una increíble capacidad para aprender rápidamente lo que interesa y por contra un desinterés total hacia lo que no llama su atención o les provoca aburrimiento. Entendamos que necesitan y quieren “aprender” en toda la extensión del significado de esta palabra. Entendamos que cuando se habla de altas capacidades se habla de niños y niñas que nos necesitan, que necesitan nuestro apoyo, nuestra comprensión, atención y refuerzo. Exactamente igual que el resto de los niños pero estos, tal y como establecen las leyes, de una manera tan especial, como puedan necesitarnos los que presentan otras necesidades...aunque no se vea. Aunque pueda ocultarse. Porque como dice el Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”.