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La información sobre este tipo de problemáticas nos lleva, a maestros, profesores de sordos, psicólogos, psicopedagogos, a elaborar estrategias educativas que beneficien a todo el grupo, tanto niños oyentes como hipoacúsicos, respetando las posibilidades educativas que posee cada alumno.
En Argentina, a raíz de la nueva ley contra la discriminación, el desarrollo de planes de integración y los implantes cocleares, que logran que los niños hipoacúsicos alcancen un buen nivel de audición, hay una creciente población de niños con limitaciones auditivas que ingresan a las escuelas primarias públicas. Sin embargo no resulta sencillo integrar a un niño con necesidades especiales y ayudarlo en su desarrollo con el mismo ritmo educativo que les brinda a sus compañeros oyentes.
Según recientes estadísticas uno de cada mil niños tiene problemas auditivos y son contados los casos de sordera total. La mayoría de los niños que sufren de esta limitación (sin problemas sobreagregados) pueden acceder a la comprensión del lenguaje por medio de un audífono o un implante coclear. Es necesario que todos los docentes se informen acerca de cómo trabajar con estos niños, y para ello el primer paso es el reconocimiento de la limitación y su grado de severidad. ¿Qué es oír? Desde el primer día de vida, el estímulo sonoro nos invade, nos penetra, nos asusta, nos permite gozar del placer de oír una melodía y jugar con los sonidos. A partir de las primeras semanas de vida el bebé va estructurando la realidad con la información que le llega por medio de sus sentidos. El tacto le permite ir aprendiendo no sólo las características de los objetos, sino también los límites de su propio cuerpo. El oído es el sentido alerta que delata presencias y ausencias, que anticipa peligros y prepara al ser humano para un paso fundamental en su desarrollo: la adquisición del lenguaje. Estudios como la audiometría, el electroencefalograma, entre otros, permiten medir los umbrales de audición al recién nacido.
¿Cómo reconocer el grado de hipoacusia de un niño?
Hipoacusia severa
Los niños que sufren de este tipo de hipoacusia reaccionan sólo ante sonidos fuertes y voces graves, y tienen dificultades para percibir voces y ruidos agudos. Muchas veces responden a su nombre, escuchan el ladrido del perro, la música (especialmente si suenan tambores). Rehabilitados desde pequeños pueden llegar a hablar y ser entendidos. El tipo de voz que desarrollen dependerá de la reeducación, de sus capacidades y del entorno y la continencia que se les brinde. En general, son niños hiperquinéticos y se irritan fácilmente. La imitación es la base de muchas de sus conductas corporales, motivados por el deseo de agradar y ser reconocidos. Suele pensarse que estos niños son tristes pero no es así. Siempre están interesados en algo, como si necesitaran suplir su limitación siendo chistosos, inquietos, investigadores. La mayoría de estos niños son reeducados en escuelas especiales, mientras que algunos de ellos, con coeficientes intelectuales altos, son derivados a escuelas primarias comunes pues su nivel de inteligencia les permite suplir sus limitaciones. Se adaptan bien a este tipo de escolaridad y logran integrarse con sus compañeros. Con la ayuda de una fonoaudióloga o una profesora de sordos como maestra de apoyo logran reeducarse en cualquier escuela barrial que los acepte.
Hipoacusia Leve
Hay niños a los que no se les detecta la hipoacusia hasta que ingresan en la escuela primaria. Aprenden a hablar por audición y por lectura labial espontánea; suplen su problema con una fuerte conexión con el medio que los rodea. A partir del desarrollo de la escritura se presentan elementos que evidencian el trastorno auditivo leve: omisiones, confusiones de letras, disociaciones de sílabas o palabras, estructuración deficitaria de las oraciones. En ocasiones es tal el nivel de negación familiar que los padres de estos niños justifican los errores de sus hijos en la comprensión y la emisión de la palabra diciendo que “son distraídos”. Por ello, incluso los pediatras pueden llegar a confundir esta sintomatología con problemas emocionales, demorando años la derivación del niño al tratamiento adecuado a su problema. Este tipo de limitación sensorial también provocan confusiones en los diagnósticos que realizan los gabinetes psicofísicos y en general son los maestros quienes, con la observación diaria, terminan por detectar los leves problemas auditivos del niño. Existen otros índices a tener en cuenta, como por ejemplo que el niño parezca disfrutar con los ruidos estridentes y que no responda correctamente a las preguntas, sobre todo cuando son formuladas en clase. También se observa en estos niños la deformación de algunas letras y la nasalización de su voz. El niño con una pérdida leve de la audición se asemeja más a un niño oyente que a uno con limitaciones auditivas.
Cómo ayudarlo positivamente en su desarrollo educativo
¿Alcanza solamente con la buena voluntad y el amor que el maestro intente darle?¿Cómo debería conducirse el maestro con este tipo de niños?¿Cómo ayudar al pequeño con limitaciones auditivas a socializarse con sus compañeros oyentes? En la escuela primaria son muchos los temas y las materias que el niño tiene que aprender por lo que es muy importante instalar desde el primer día un cuaderno de comunicaciones para el maestro especial de apoyo y para los padres, de manera que ellos también puedan ir interiorizando con anticipación al pequeño acerca de los temas que serán dictados en clase. Es aconsejable que los maestros de estos niños graben previamente en un cassette para el alumno los puntos más importantes de los temas que se dictarán en clase. De esta manera se logra un intercambio asiduo con el fonoaudiólogo de apoyo, quien en general se adelanta a los temas grabados por el maestro, y aumentando el volumen de la reproductora, el niño tiene la posibilidad, por medio de la audición, de acceder por sí mismo al tema. Es muy positivo que, en clase, el alumno hipoacúsico se siente en la primera fila y al lado de un compañerito que tenga buena letra, pues de este modo podrá ir copiando todo lo que no pudo aprehender por medio de la audición. En cuanto a la socialización, si el niño no presenta problemas emocionales se podrá hablar abiertamente con el grupo sobre los significa tener una limitación auditiva, y se intentará estimular al alumno a que inicie un intercambio para que, paulatinamente, pueda responder a las preguntas de sus compañeros. Para lograr este vínculo es necesario que el docente ordene la clase de manera que las preguntas que se realicen sean formuladas de a una por vez y en un ambiente silencioso. Si se logra este modelo de vínculo comunicacional en el aula, durante los recreos el niño no tendrá mayores problemas pues sus compañeros ya sabrán cómo hablarle. Lo mejor para cualquier niño es hablar sin tapujos sobre lo que le sucede. Para un alumno que sufre de una limitación sensorial, decirle a sus compañeros “no hablen todos a la vez porque no entiendo nada” es una forma de asumir el problema y de evitar futuros trastornos emocionales. Poco a poco el niño hipoacúsico se irá integrando a sus compañeros durante los recreos y elegirá participar en juegos que requieran de dos o tres participantes. En grupos pequeños entenderá las consignas del juego y sabrá cómo implementarlas. Es importante recordar que este tipo de niño, por no poder acceder a la inmediatez del lenguaje, utiliza su cuerpo como vía de expresión y en ocasiones hace una descarga motriz más intensa y violenta que un niño oyente. Los conflictos psicológicos pueden ser más frecuentes en los hipoacúsicos leves que en los niños con sorderas graves ya que estos últimos, por no haber tenido nunca acceso al sonido, no añoran ni envidian algo que han perdido. El hipoacúsico leve, en cambio, se siente más cerca del oyente, y su deseo de emularlo lo hace competir con él.
La solidaridad como instrumento de integración
En cuanto al grupo en general, es bueno hablar con toda la clase acerca de las limitaciones que todos tenemos y del modo en que podemos superarlas. El tema de la solidaridad es un aprendizaje mutuo y constituye un camino a recorrer desde pequeños. Trabajando desde la primera infancia este tema quizás logremos formar adultos menos enfermos psíquicamente, con capacidad de entender y aceptar a los demás, y esto ayudaría a construir una sociedad psicológicamente más madura. La inmadurez psíquica es una de las causas que promueve la discriminación, el odio y la violencia en el mundo. Se debe recordar que los niños con limitaciones auditivas sobre todo son niños, y como tales necesitan del cuidado, atención y cariño de quienes los rodean, sólo por su condición de niños. Es muy importante también que los docentes que reciben en su clase a un niño con capacidades diferentes se informen sobre el tema. El trabajo en red en estos casos es esencial: la maestra deberá tener asiduas reuniones con los padres, con el fonoaudiólogo que atiende al pequeño, y si es necesario también con el psicólogo y con los abuelos que cuidan al niño mientras sus padres trabajan. Todas estas personas colaborarán con el docente ayudándolo a entender a su alumno y a su vez la escuela puede funcionar como soporte y acompañante de la familia.
A modo de cierre
Citaré las palabras de la Lic. Adriana Inés Nervi, hipoacúsica, miembro del Centro Argentino de Graduados Hipoacúsicos: “...Una gran cantidad de adultos sordos e hipoacúsicos leves con una capacidad intelectual notable, pero con una deficiente base educativa, realiza actividades laborales realmente denigrantes debido a la mala preparación para la vida, y, por consiguiente, se sienten frustrados y desvalorizados (...) No es necesario ni conveniente crear un programa adaptado de estudios, ya que reafirmaría la descalificación social del sordo. En cambio, deberían instrumentarse recursos pedagógicos que le permitan acceder a la misma currícula que el niño oyente...”