Otro gran gesto que está al alcance de todos/as es ayudar cuando una persona con movilidad reducida lo requiera, en las medidas de nuestras posibilidades. Ello hace que la persona se sienta segura, integrada y activa en la sociedad a la que pertenece.
Es un ejercicio de ciudadanía, que nos compete a todos/das, con pequeñas acciones, de acuerda a nuestras posibilidades podemos en forma mancomunada ser portadores de grandes proyectos, como por ejemplo: no aparcar el coche en zona para discapacitados, porque una persona con discapacidad que logra de salir de su casa, implica un arduo esfuerzo y si se encuentra con más obstáculos se puede desmoronar, perder oportunidades y sentirse no comprendido por la comunidad en la que vive. Ceder un asiento en un medio de transporte público a una persona que lo requiera, implica además de ser gentiles, empatía, es decir ponerse en la piel del otro/a.
No entorpecer las rampas públicas, con objetos, macetas, coches, bicicletas, etc., nos lleva a tener un gesto ciudadano saludable, porque aunque para nosotros sea una simple rampa, para muchas personas es un obstáculo impresionante para poder llegar a la escuela, al hospital, a visitar a un familiar, a una oportunidad de trabajo, etc.
Otro gran gesto que está al alcance de todos/as es ayudar cuando una persona con movilidad reducida lo requiera, en las medidas de nuestras posibilidades. Ello hace que la persona se sienta segura, integrada y activa en la sociedad a la que pertenece.
Y una medida sencilla, que a veces se nos pasa por alto es la posibilidad de contemplar a la persona con discapacidad en eventos públicos, en actos institucionales, en fiestas o celebraciones populares, en situaciones de ocio y tiempo libre, etc. Este cambio de rumbo es uno de los grandes cambios, ya que si visualizamos a las personas con discapacidad física, sensorial, intelectual, estaremos más atentos a que ellos/ellas son parte activa de la comunidad.
Cada sector debe poner sus principios, su creatividad y su sensibilidad y en conjunto deben tender a la igualdad de oportunidades, a la no discriminación bajo ningún punto de vista y a la universalidad de los derechos. Para ello, debemos quitarnos rótulos y estereotipos que limitan y proponer aquellos que favorezcan la autonomía personal y social de las personas.
Como podemos ver, los beneficiarios de la accesibilidad no solo pueden ser destinados a las personas con discapacidad física, psíquica o sensorial, sino también puede ser extensible a otros grupos sociales como por ejemplo: nuestros mayores, las mujeres embarazadas, los niños pequeños, personas con insuficiencia cardíaca, respiratoria, personas amputadas, personas con discapacidad temporal, etc.