Los juegos de los niños deben considerarse un acto muy serio, ya que observando dichos juegos, descubrimos sus adquisiciones evolutivas, sus inquietudes, miedos, y aquellas necesidades y deseos que no pueden expresar con palabras y que encuentran salida a través del juego.
1. ¿Por qué jugamos?
El juego es el trabajo del niño y es una actividad crucial para nuestra salud física y mental.
Los juegos de los niños deben considerarse un acto muy serio, ya que observando dichos juegos, descubrimos sus adquisiciones evolutivas, sus inquietudes, miedos, y aquellas necesidades y deseos que no pueden expresar con palabras y que encuentran salida a través del juego.
Desde el inicio de la vida, la adquisición de conocimientos y habilidades se realiza a través del juego.
Todo lo que llega a las manos de un niño es utilizado para jugar. De ese modo aprende a conocer las propiedades de los objetos, sus formas, tamaños, semejanzas y diferencias; además de conseguir las destrezas para manipularlos.
Es un lugar intermedio entre la realidad y la fantasía y en ausencia de un lenguaje elaborado, se convierte en la principal herramienta del niño para comunicarse, formar sus sentimientos…
Otra de las principales funciones del juego es convertir lo pasivo en activo. Puede expresar sus temores mediante el juego. Temores que a lo mejor no sabe o no se atreve a expresar en la vida real.
A veces determinadas dificultades, que quizá parecen insuperables para el niño, pueden hacerse frente por medio de los juegos, siempre que se aborden a su modo y planteando de uno en uno los aspectos del problema.
Ejemplo 1: El niño operado de amígdalas que juega a que opera a su oso y le dice que no tenga miedo que no le va a doler. Está materializando en el oso el miedo que él tiene a dicha operación.
Ejemplo 2: Los celos por el nacimiento de un nuevo hermano, suelen aparecer enmascarados en los juegos como reacción a procesos internos que el niño desconoce, pero que le ayudarán a aceptar esa realidad, al representarse el problema de una forma nueva y grata para él, como cuando trata a su muñeco del mismo modo que él quiere ser tratado o cuando reacciona en su juego como querría haberlo hecho en la realidad.
En el juego se da una adaptación entre lo imaginable (todo es posible) y lo permitido (reglas de conducta), en la que el niño tiene tiempo de aprender lo que es factible y correcto mientras permite una salida airosa a sus impulsos.