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El cambio tan profundo que está haciendo el mundo en el que vivimos, hace que muchas cosas nos resulten difíciles de asumir. Los recursos personales para afrontar conflictos que habíamos aprendido parecen haber entrado en crisis.
2.- NUNCA DISCUTIR, SIEMPRE INFLUIR
No caer en espirales de ataque/defensa. Saber soportar niveles de agresividad verbal asumibles. Es muy fácil iniciar una escalada de conflicto a partir de cualquier cosa: una mala contestación del adolescente que se reprime verbalmente, esto genera una nueva situación de tensión (el adolescente a lo mejor quiere autoafirmarse), nueva actitud autoritaria que se castiga, etc. Esto no conduce muy lejos. En todo caso, conduce al deterioro de relaciones y a establecer un marco inadecuado de interacción en la familia o en una clase.
Los adultos debieran ser capaces de asumir que su autoridad está siendo puesta en cuestión y que eso no es forzosamente grave. Simplemente hay que ir estableciendo un nuevo marco de relación y una nueva forma menos impositiva de ejercer la autoridad. Esto no supone renunciar a ningún derecho por parte de los mayores, simplemente debe aprender a dar nuevo significado a lo que esta pasando (que acostumbra a ser menos importante de lo que nos creemos).
El miedo legítimo de los padres y adultos en general que tratan con adolescentes tiende a teñir de forma perjudicial estas situaciones que son normales pero que deben tener límites claramente fijados. La asertividad es la capacidad de usar los derechos propios sin agresividad. Es una habilidad que sirve no sólo para estas situaciones, es útil para todo en la vida. Practicar la asertividad es una buena regla para estas situaciones. Controlar la propia emoción de ira y reorientar la discusión es oportuno. Hablar, no discutir y no dejar de influir nunca, es lo adecuado.
3.- CREAR UN ENTORNO DE AFECTIVIDAD Y AUTOESTIMA
La empatía, el reconocimiento y la paciencia son virtudes a aplicar mucho más efectivas que la represión, el castigo, la desesperación y las proyecciones personales.
Una proyección es un mecanismo de defensa nuestro que aplicamos a otro. Un hijo debe ser médico porque su padre lo es. O debe estudiar una carrera porque sino no triunfará. No sólo hay proyecciones profesionales, también modelamos actitudes y valores que deseamos ver en nuestros j+ovenes. No ser conscientes de eso es una fuente continua de frustraciones y las frustraciones producen agresividad.
Existe consenso en distintos autores respecto a que el castigo es menos efectivo que otras conductas humanas de refuerzo. Castigar es ejercer el poder en su forma más amenazadora y, esto sólo tiene efectos puntuales y a corto plazo. El castigo ataca a la autoestima que el niño está construyendo. Aprender cómo y cuando castigar adecuadamente, debería ser un objetivo común de todos los padres y docentes.
Mientras la empatía tiene que ver con la capacidad de compartir estados emocionales de los demás, el reconocer lo bien hecho acostumbra a ser un aspecto más olvidado. Tendemos más a críticar que a darnos cuenta del poder que tiene un elogio adecuado.
4.- NEGOCIAR NUEVOS PACTOS Y MANTENERLOS
Establecer un nuevo “contrato” con los adolescentes, desarrollar nuevas habilidades de negociación y mediación en los padres y educadores funciona. Los límites establecidos deben ser mantenidos.
La negociación es una habilidad natural de las personas que se aprende y mejora. Es preciso tratar seriamente y comprender que pretende el adolescente y tener claro los objetivos de los padres y madres. La comunicación, con todas sus dificultades debe establecer ciertos pactos que marquen los límites de lo que es asumible por cada parte. Estos pactos contendrán desde el estado de la habitación del adolescente al cumplimiento de otras obligaciones familiares. Aunque la flexibilidad es una virtud en todo. Es preciso pactar y hacer cumplir. La mediación (informal) es una negociación asistida muy útil para situaciones en que existen conflictos con los pares del adolescente
5.- LA ESCUCHA DEBE SER ACTIVA
Los adolescentes nos dicen muchas cosas de las que no nos enteramos. La percepción es selectiva. Los estereotipos y prejuicios dificultan la comprensión. Los silencios también hablan.
Como en la música, reiteramos que los silencios tambien hablan. No podemos dejar de comunicarnos. En español hay dos verbos “oír” y “escuchar” y esto no es por casualidad. Debemos escuchar de forma muy implicada las inquietudes, desvelos, problemas de nuestros hijos o alumnos. Es conveniente no dar demasiados consejos. Los jóvenes deben aprender a descubrir por sí mismos aquellos que les conviene. Hablar poniendo a todos en el mismo saco: “tus amigas son un desastre”, “tu amigo parece el rey del piercing”, etc. no ayuda demasiado. Se es más persuasivo si se escucha más, aunque parezca lo contrario.
6.- COMPRENDER PARA EDUCAR
Quienes tienen a cargo la formación de adolescentes deben conocer lo que se sabe hoy sobre agresividad, relaciones de poder, entrenamiento en resolución de conflictos, relaciones de sistema y educación emocional. Esto no sólo sirve para educar, sirve para la vida en general.
El cambio tan profundo que está haciendo el mundo en el que vivimos, hace que muchas cosas nos resulten difíciles de asumir. Los recursos personales para afrontar conflictos que habíamos aprendido parecen haber entrado en crisis. Lo que antes funcionaba, ahora no funciona. Es el momento de abordar nuevas herramientas con una mentalidad enteramente nueva. Hoy se sabe bastante de agresividad, de emociones, de relaciones de poder, de conflictos y hemos de construirnos un nuevo bagaje adaptado a las nuevas situaciones que deben servirnos más allá de como mejorar la relación con quienes nos rodean. Hoy, el mundo exige nuevas formas de ver la realidad y las relaciones interpersonales.
7.- LA CULPA NO SIRVE PARA NADA
No es útil ni culparse ni culpar. Estamos ante asuntos complejos, normalmente intrincados e interactivos. Más que culpar sirve actuar en la dirección correcta.
La culpa es una imputación de responsabilidad. Si culpamos a alguien de algo debemos considerar que tenderá a defenderse. Además la culpa tiende a ser más multicausal de lo que nos creemos. La culpa dirigida hacia nosotros mismos es una agresión innecesaria que distorsiona el curso de la acción que deberemos tomar. Olvidemos la culpa, centrémonos en las soluciones. Se hace preciso comprender que, está estudiado en la psicologia social, que no todos atribuimos las culpas de la misma manera y que tendemos a autoengañarnos muy fácilmente.
Muchas veces culpamos en defensa propia. Seamos capaces más allá de la culpabilidad de ver horizontes de acción positiva frente a los problemas. No somos culpables, debemos ser responsables y eso obliga a actuar.