La utilización de la música con fines curativos es tan antigua como el hombre mismo.
En este último siglo hemos estado influenciados por el concepto mecanicista lineal causa-efecto en la enfermedad. Desde el descubrimiento de la bacteria y el virus, creemos que ya hemos descubierto todos los antídotos (antibióticos, antitérmicos, anti-inflamatorios, antidepresivos, ansiolíticos) para atajar las enfermedades. Así hemos perdido el concepto de la globalidad y saber que una persona no se puede simplificar o dividir solamente a un sistema, es decir padece de los bronquios, del corazón, del hígado o sufre depresión o melancolía. Simplemente la enfermedad es su forma de manifestarse en este mundo, en sus relaciones, y la enfermedad no es un mal a quitar, tapar o hacer desaparecer sino que la enfermedad es una oportunidad para volver al equilibrio, es decir volver a recobrar la salud. Debemos pensar en términos de salud y no en términos de enfermedad como lo hace nuestra sociedad.
La utilización de la música con fines curativos es tan antigua como el hombre mismo. Toda la historia está llena de ejemplos, citas en la Biblia, o relativos a los mitos, o referentes a las ceremonias o ritos que se han realizado o se hacen en todos los pueblos primitivos. Existen numerosas publicaciones donde se citan estos ejemplos. Hay un autor español el Dr. Candela Ardid, profesor del Instituto Rubio y del Sanatorio de la Encarnación, que ya en el año 1920, organizó unos grupos experimentales para curar con audiciones musicales, con violín y piano, a enfermos nerviosos y que recoge en un excelente libro titulado «La música como medio curativo de las enfermedades nerviosas» y en el cual aparece por primera vez el término de Musicoterapia.
Es sabido que la música produce diferentes respuestas fisiológicas que se han demostrado en muchas investigaciones y experiencias y resumimos algunas:
- Aceleración o enlentecimiento del ritmo cardíaco.
- Cambios en el metabolismo, secreción de hormonas, adrenalina, etc.
- Alteración del ritmo respiratorio.
- Cambios en el tono muscular, en la temperatura basal.
- Cambio de la actividad neuronal en las zonas del cerebro implicadas en la emoción.
Por lo tanto existe una relación entre el ritmo, el movimiento y la música.
Investigaciones neurobiológicas han demostrado que el ritmo produce un aumento de la actividad electroencefalográfica en el área de la corteza motora de una persona. (José M. R. Delgado).
La psiconeuroinmunología ha demostrado también como se trasforman las emociones en sustancias químicas (moléculas de información) que influyen en el sistema inmunitario y otros mecanismos de curación del cuerpo.
Algunos de estos trabajos se deben a la Dra. Candace Pert, ex-directora de bioquímica cerebral en el instituto Nacional de Salud Mental de EE.UU. quien descubrió los neuropéptidos, receptores de mensajes químicos que intervienen en la comunicación de las emociones.
El trabajo realizado por el equipo del Dr. O. Carl Simonton, ha demostrado que tanto el cuerpo como la mente y el espíritu intervienen en la salud. El afirma que las emociones influyen significativamente en la salud y en la curación de la enfermedad. Las emociones son una fuerza que ejerce una gran influencia en el sistema inmunitario y otros sistemas de curación del cuerpo.
Un aspecto importante es reconocer que las creencias influyen en nuestras emociones, y por medio de ellas en nuestra salud. Estas creencias se basan en la interpretación qué hacemos de los hechos y no en los hechos mismos.
Una conclusión que podemos sacar de todas estas respuestas fisiológicas es que hay una relación entre el ritmo musical y nuestro organismo y que estamos influenciados bajo un ritmo universal que es común para todos los seres. La música hace de objeto intermediario y produce una isocronía, es decir tiende a una armonización y equilibrio pero también puede producir el efecto contrario.