En este sentido, se intenta mostrar que estos niños y niñas cuentan con recursos simbólicos, sólo que en muchas ocasiones, no han tenido espacios de interacción que les hayan permitido desplegarlos.
Asimismo, muchos de estos niños y niñas son retirados de sus familias biológicas como una estrategia de protección, en tanto han sido víctimas del abuso, el cual puede ser efectivizado a través de múltiples y diversas maneras: abandono y trato negligente, maltrato físico, violencia psicológica y/ o abuso sexual infantil; lo cual implica un alivio para esos sujetos que pueden encontrar una nueva familia capaz de ofrecerles el cuidado, el respeto y el amor que necesitan y merecen. Y es este complejo proceso de aprendizaje por el cual transitan estos sujetos al que debemos atender ética y respetuosamente.
Sin embargo, es frecuente encontrarse con estos niños en una consulta fonoaudiológica. Sus padres adoptivos abrumados por los miedos, la angustia y la ansiedad intentan descubrir qué les sucede a sus hijos: ¿por qué no hablan, por qué no hablan bien, por qué no juegan, por qué no dibujan, podrán aprender a leer y escribir alguna vez? Éstas son apenas algunas de las inquietudes que movilizan a estos papás a realizar una consulta temiendo que la respuesta sea algún diagnóstico con nombres extraños que termine de signar a sus hijos y de confirmar lo que sus temores suponían de antemano.
En realidad, en la mayoría de los casos, estos pequeños no presentan ninguna patología de especificidad lingüística pero las diferencias ocasionadas por el ingreso a una nueva cultura y a un nuevo grupo social suscitan algunas dificultades en el devenir de estos niños y niñas. Si ellos hubiesen permanecido en sus contextos originarios, seguramente nadie hubiese advertido una supuesta falta o carencia pero esta reinauguración supone ciertas diferencias respecto de lo que se espera de un niño.
En este sentido, se intenta mostrar que estos niños y niñas cuentan con recursos simbólicos, sólo que en muchas ocasiones, no han tenido espacios de interacción que les hayan permitido desplegarlos. Esto significa que no tienen una patología lingüística ni un retardo mental, como muchos suponen y afirman; sino que padecen un “empobrecimiento simbólico” que se vuelve más evidente, en la medida en que un nuevo grupo social y cultural los invita a participar según sus propias normas, pautas y exigencias.