El lenguaje pensado como sistema de comunicación, representación y subjetivación es constitutivo del devenir de todo niño
El lenguaje pensado como sistema de comunicación, representación y subjetivación es constitutivo del devenir de todo niño. De este modo, su acontecer resulta crucial en la vida de un infante, en tanto, le otorga la posibilidad de hacer lazo con otros, decir, contar, pensar, comprender, reflexionar, simbolizar y convertirse así en sujeto.
Resulta interesante reflexionar respecto de las posibles vinculaciones que pudieran existir entre el lenguaje y los contextos de riesgo social, en los que muchos niños viven. La violencia simbólica y real que reciben a diario puede operar obturando su despliegue lingüístico. Los niños que han transitado por estas dolorosas circunstancias, en algunas ocasiones, pueden asistir a una consulta fonoaudiológica debido a ciertas manifestaciones “sintomáticas” que se observan en su desarrollo lingüístico.
Sabemos que el lenguaje presenta características que son inherentes a su funcionamiento, tales como la heterogeneidad, la opacidad, la incompletud y la permeabilidad, y son justamente estas particularidades las que le permiten mostrar a un sujeto aquello que incluso no se atreve a decir. Así, el discurso de un niño puede presentarse “sintomático” pero el punto será descubrir ¿sintomático respecto de qué?
Para ello, será preciso realizar una evaluación diagnóstica que exceda los límites de la mera inmediatez en la que acontece el encuentro con ese niño, ya que la historia que trae puede ofrecernos algunos datos relevantes que nos permitan reflexionar respecto de su lenguaje pensando en el contexto mediato que enmarca a ese sujeto. Por lo cual, muchos conocidos tests y pruebas estandarizadas que dicen respecto de lo que un pequeño debe saber, conocer, expresar, comprender, representar de acuerdo a su edad cronológica opera, ya desde el inicio, como estrategia de intervención iatrogénica; en tanto, presupone que ese sujeto puede ser pensado como un ser aislado y descontextualizado de la realidad social y cultural que le rodea. Así, se echa por tierra la concepción del niño como sujeto integral y singular, en la medida en que, se afirma implícitamente, que todos deben presentar las mismas potencialidades y limitaciones. Se borran las diferencias que constituyen a todo sujeto, al mismo tiempo, que se omite la ineludible condición de multiplicidad de aspectos que lo fundan como tal.