Un ejemplo sería la deambulación: cuando un niño aprende a andar, ha de poner toda su atención en dicha acción para mantener el equilibrio y no caer; una vez que se automatiza, podrá realizar otras actividades mientras anda, como mantener una conversación.
Al hemisferio izquierdo se le considera el
hemisferio "dominante" por su capacidad de análisis y su control sobre el lenguaje oral y escrito. El derecho queda, por tanto, como "subdominante" por ser más intuitivo, alturista y cooperacional. Simplificando las cosas, podríamos denominar al primero como el hemisferio "científico" y al segundo como el "creativo". R. W. Sperry menciona dos modos de pensar: el verbal y el no verbal, representados por el hemisferio izquierdo y el derecho respectivamente. No debemos perder de vista, sin embargo, el hecho de que ambos trabajan a la vez y que cada hemisferio por separado empobrece enormemente sus funciones.
En esta distribución de funciones,
el hemisferio menor debe ser capaz de controlar el movimiento y la postura del cuerpo para que el mayor esté libre para pensar y realizar actividades intelectuales. Cuando falla esta organización y fallan las estructuras destinadas a elaborar una respuesta básica, de nivel inferior (como es el control de la postura, por ejemplo), se activan las encargadas de funciones superiores (como las encargadas de comprender un texto escrito) y quedan éstas ocupadas y comprometidas en funciones que no le son propias.
Todas las interferencias comprometen la atención.
Esto es lo que ocurre en muchos casos de niños con problemas de aprendizaje vinculados a la lateralidad, que se ven obligados a suplir con el esfuerzo de la conciencia y la voluntad los fallos de algunos automatismos de base. Automatismos son respuestas que se han convertido en automáticas a base de repetirlas y de tener una gran experiencia sobre ellas, son acciones que realizamos de forma prácticamente inconsciente y que no requieren esfuerzo voluntario por nuestra parte, de modo que podemos centrar nuestra atención en actividades más complejas mientras controlamos a la vez estas funciones más básicas. Un ejemplo sería la deambulación: cuando un niño aprende a andar, ha de poner toda su atención en dicha acción para mantener el equilibrio y no caer; una vez que se automatiza, podrá realizar otras actividades mientras anda, como mantener una conversación.
El proceso de aprendizaje necesita esta organización jerárquica y la organización está relacionada y determinada por el proceso de desarrollo en el niño. Por tanto, es algo que podemos desarrollar mejor o peor.
Antes de distribuir las funciones entre los dos hemisferios es muy importante conseguir la conexión interhemisférica. Para que un hemisferio sea el director de una función, debe estar informado de la actividad del otro hemisferio. Es por esto que es muy importante haber desarrollado las vías de conexión entre ambos hemisferios. El cuerpo calloso es el haz de fibras nerviosas que comunica un hemisferio cerebral con el otro para que ambos lados del cerebro trabajen de forma conjunta y complementaria.