Por un lado, los denominados microprocesos o procesos de bajo nivel y, por otro, los macroprocesos que son aquellos que permiten que el lector extraiga el significado de lo que lee, correspondiendo a lo que es la comprensión. Pero, si la comprensión lectora es un elemento fundamental en lo que realmente es la lectura, el proceso decodificador también lo es.
Leer cualquier material escrito y en cualquier soporte implica, necesariamente, un proceso decodificador. Actualmente contamos, y desde ya hace casi medio siglo, con los conocimientos adecuados para realizar esta tarea docente de la forma más adecuada posible. Lo importante es el cómo enseñemos el complejísimo proceso decodificador. Debe llevarse a cabo sin disociarlo de la comprensión y de un entorno contextualizado adecuado. Enseñar letras, sílabas, palabras, es cosa del pasado. Tenemos que sacar el máximo provecho de lo que aporta el enfoque constructivista del lenguaje. Lo que carece de contexto significativo para el niño perjudica su proceso de aprendizaje. Myriam Nemirovsky, como veremos más adelante, ha puesto especial énfasis en aquella posición que cuestiona a la escuela cuando se producen las fallas en el aprendizaje escolar. Lo común es pensar que cuando se presentan esos problemas ello se debe a deficiencias que presenta el niño y por lo tanto se pasa casi de inmediato a informar a los padres. El profesor se desprende de este "problema" derivándolo al especialista, psicoterapeuta o terapista. Realmente por allí no va el camino, como con gran perspicacia señala M. Nemirovsky.
Estamos de acuerdo con Carolina Golder y Daniel Gaonac’h en que existe un tanto de desinterés entre los profesores que tienen que ver con la enseñanza de la lectura y escritura acerca de la importancia de la decodificación, pero ello como una equivocada interpretación de los resultados de las investigaciones referentes al proceso lector, considerándose que hay que preocuparse por la comprensión dejando en un segundo plano u olvidando (lo cual en realidad es imposible de hacer) la decodificación. Los citados autores dicen: "…leer es, ante todo, descodificar, o de manera más exacta, que la interpretación debe hacerse de un modo relativamente automatizado para permitir el funcionamiento de los procesos de alto nivel". (Golder, C. y D. Gaonac’h, 2002, p. 10)
Es cierto, como señala Pilar Orte Moncayo en su ponencia, disponible en Internet, "Ayer y hoy de la enseñanza del lenguaje escrito", que:
Las nuevas teorías invitan a validar las producciones de los niños porque se entiende que pueden no ser convencionales. También es cierto que escribir es sinónimo de comunicar y no de hacer grafías, así como leer es comprender y no sólo oralizar un texto. Lo importante es el acto inteligente de comprender y comunicar por encima del esfuerzo mecánico de cifrado y descifrado.
Sin embargo, no debemos dejar de reconocer o pasar por alto que cuando nos comunicamos mediante el lenguaje escrito lo hacemos mediante signos pertenecientes a un código. De allí que consideremos que no se debe soslayar este aspecto, mucho menos considerarlo que no tiene el mínimo de importancia sin que ello signifique, obviamente, una obsesión por el aprendizaje del mismo más allá de toda contextualización. Hay que evaluar y actuar en atención a posiciones que a veces parecen diametralmente opuestas, cuando en realidad son las dos caras de una misma moneda. David R. Olson, al referirse a los debates actuales sobre aprendizaje de la lectura, señala:
… aquellos que sostienen que leer es descodificar afirman, erróneamente, que la fonología forma parte del bagaje consciente; aquellos que sostienen que la lectura es detección de sentido afirman, erróneamente, que la interrelación sonido-símbolo es tanto irrelevante como imposible. El camino entre estos dos extremos consiste en notar que las escrituras proporcionan un modelo para el habla; aprender a leer es precisamente aprender ese modelo. Irónicamente, ¡es aprender a oír el habla de otra manera! (1998, p. 109)