A partir de los 5 años, el niño habla con cierta fluidez, perdiendo paulatinamente la articulación infantil, y da respuestas cada vez más ajustadas a lo que se le indaga.
Aumento del vocabulario y dificultades gramaticales
A partir de los 5 años, el niño habla con cierta fluidez, perdiendo paulatinamente la articulación infantil, y da respuestas cada vez más ajustadas a lo que se le indaga. A los 6 años es consciente de los colores y las formas geométricas, y utiliza correctamente las partículas gramaticales; empieza a formar oraciones más complejas y bien estructuradas, incluso frases subordinadas y condicionales. Empero, a pesar de que la estructura y la forma del lenguaje está completa, sigue sin comprender las palabras cuya semántica le exige un razonamiento lógico o abstracto.
El niño, en el transcurso de su desarrollo, puede pensar sobre un número cada vez más amplio de objetos y hechos y, por lo tanto, amplía el contenido de lo que quiere expresar. Si a los 2 meses comienza la explosión en el desarrollo idiomático, marcado por un rápido aumento del vocabulario primero y por la aparición de combinaciones de dos o más palabras, a los 6 años conoce alrededor de 14.000 palabras; un aprendizaje que no es fácil de precisar, ni siquiera partiendo de una perspectiva conductista.
La estructura gramatical de la lengua (no la gramática adulta que, por supuesto, dominará con el tiempo) determina qué oraciones se van a generar en cada una de las etapas de su desarrollo cognoscitivo. Cuando el niño domina aun la forma o formas adultas de un aspecto del lenguaje, suele simplificarlas y adaptarlas a su propia gramática. No obstante, a medida que va aumentando su vocabulario, sabrá reconocer dónde empiezan y terminan las palabras de su lenguaje; paulatinamente irá teniendo conocimiento de las categorías gramaticales, reconocerá los sustantivos y los verbos (aun sin saber cuál es el sustantivo y cuál es el verbo), y, por otro lado, aprenderá a combinar estos elementos gramaticales en una sintaxis coherente.
Durante el proceso de aprendizaje idiomático, los niños se enfrentan a una serie de dificultades que están en relación con su capacidad perceptiva e intelectual. Así, en el período preoperacional tienen dificultades para conjugar los verbos en tiempo pasado y futuro, por eso hablan en tiempo presente como tiempo vivencial. No son capaces de distinguir verbalmente entre el pasado y el futuro, que están más allá de su propio tiempo. Por ejemplo, el subjuntivo “se” (érase) es sólo de carácter literario, y no se presenta casi nunca en los niños de edad preescolar, y en los niños del período de las operaciones concretas se registra sólo en sus ejercicios de redacción (como imitación de los libros), pero no así en sus conversaciones espontáneas.
El manejo del tiempo futuro en gramática es raro antes de los 7 años y poco frecuente entre los 7 y 12 años. “El pluscuamperfecto (había hablado) es esporádico hasta los siete años, y raro hasta los diez. No llega a consolidarse hasta los diez u once años, con diferencias individuales según el grado de instrucción escolar y el medio familiar en el que viven los niños. Supone un escalonamiento relativo de las acciones pasadas, que la mente infantil no necesita en su comunicación espontánea, aunque lo entiende cuando oye a los mayores. No hay que decir que el pretérito anterior (hube contado) no existe para el niño, ni para el adulto que no haya recibido instrucción literaria de nivel elevado; y aun así no se usa más que en la lengua escrita” (Gili Gaya, S., 1972, p. 107).
Los niños que se encuentran en el período de las operaciones concretas o del realismo ingenuo, hacen su exposición en tiempo pasado, o en el tiempo del distanciamiento concreto. Entienden el significado de “ayer”, “mañana”, “verano”, “ya”, “espera”, etc. En el lenguaje infantil no figuran las preposiciones (ante, bajo, tras, etc.), por cuanto se debe considerar que el lenguaje infantil será siempre diferente al de los adultos.