Este paradigma considera la discapacidad como desviación y centra su atención en las características negativas más que en las potencialidades de la persona.
Educación especial y educación regular.
El grupo dominante de una sociedad define los rasgos que configuran la comprensión del éxito y del fracaso académico, lo que produce diferencias entre los que aprenden o no. La política educativa desarrollada durante mucho tiempo, ha propiciado que unos estudiantes sean integrados y otros no, determinando que muchas personas con deficiencias no hayan podido ser incluidas en el sistema educativo ordinario, y se haya creado un sistema paralelo de educación especial.
Esta separación entre educación “regular” y “especial” ha perpetuado la diferencia y ha promovido una visión tradicional y médica de la discapacidad, enfocada en que el individuo es el centro del problema y en el desprecio del contexto como posible fuente explicativa. Así, se configura un modelo de diagnóstico y tratamiento médico - terapéutico de los estudiantes con deficiencias. Éstas debían ser remediadas a través de programas de rehabilitación individual, de tal manera que la forma de atención a las necesidades educativas especiales de algunos estudiantes, determinó la aparición de prácticas educativas “regulares” y “especiales”, reflejo de posicionamientos culturales y sociales más amplios.
Este paradigma considera la discapacidad como desviación y centra su atención en las características negativas más que en las potencialidades de la persona, definiéndose como:
· Privativo y determinista (negativo). Enfatiza lo que el estudiante no sabe hacer.
· Específico (tecnócrata). Se centra en la necesidad de la intervención del experto, del especialista, como la mejor actuación en la respuesta de la diversidad de necesidades del estudiante.
· Compensador. Las desigualdades originadas por las necesidades educativas especiales se tratan de compensar (superar) estableciendo formas de currículum paralelo (Programas de Desarrollo Individual o Adecuaciones Curriculares Individualizadas).
En definitiva, la “Educación Especial” es un modelo deficitario, que ideológicamente no acepta la diversidad como valor humano y que mantiene la diferenciación discriminatoria entre los estudiantes, en tanto que asume que existen determinismos biológicos y sociológicos que legitiman la separación física y curricular.