El desarrollo lingüístico infantil emerge del contacto e interacción con el medio en el ámbito de la expresión de las ideas, emociones y pensamientos, de tal manera que el niño adquiere patrones lingüísticos y comunicativos a partir de sus agentes directos de referencia en los distintos contextos en los que participa, familiar, social y escolar, una vez iniciada esta etapa. De este modo el lenguaje cobra un valor social dado el canal de transmisión por el que se desarrolla así como por el propio objetivo que persigue en sí mismo.
La influencia del contexto en la adquisición del lenguaje
“La adquisición del lenguaje es también un proceso social” (Arbe y Echebarría, 1982: 67).
El desarrollo del lenguaje y al análisis de los aspectos y/o variables que interceden en el proceso evolutivo del mismo es definido por Bronfenbrenner como “una serie de acomodaciones que se da entre un organismo en crecimiento y los contextos cambiantes en los cuales vive” (Valles, 2010 apud Bronfenbrenner, 1987: 148). Es así como el niño, entendido como organismo en continuo desarrollo y crecimiento, va aprendiendo y asimilando del ambiente todo el conjunto de destrezas, habilidades y herramientas lingüísticas y comunicativas que el medio y los agentes con los que interactúa en éste les ofrecen, sirviéndose así de variables externas que una vez interiorizadas e integradas con sus propias capacidades y aprendizajes previos deriva en su nivel lingüístico competencial. Es esta misma idea la que comparten Arbe y Echebarría (1982: 65) cuando establecen que “la base estructural de la adquisición lingüística y comunicativa está en la intervención conjunta del adulto (madre, padre, otros miembros de la familia...) y el niño en acciones comunes”.
Tales aspectos son compartidos por autores como Grace (1988) quien acentúa el origen de la adquisición del lenguaje en la interacción, entendiendo éste como un instrumento social que requiere del medio para su desarrollo y evolución. Esto nos lleva a pensar como el individuo a pesar de disponer por lo general de las herramientas biológicas y fisiológicas necesarias para hacer uso del lenguaje, éste requiere del medio y de referentes lingüísticos para despertar su capacidad innata de comunicación, de modo que es el contexto quien actúa como puente entre la capacidad natural del ser humano y su nivel de competencia. Como determina la autora “un favorable desarrollo del lenguaje exige una condición interactiva adecuada” (Grace, 1988: 37) de modo que aquellos sujetos que vivan inmersos en un medio ambiente pobre a nivel interactivo y relacional verán influidos de manera negativa su proceso de adquisición y evolución lingüística, corriendo mayor riesgo de desarrollar trastornos del lenguaje desde edades tempranas.
El modelo ecológico propuesto por Bronfenbrenner determina que existen distintos niveles de influencia ambiental, pudiendo determinar como en la primera infancia el nivel que ejerce una influencia directa en el proceso de adquisición del lenguaje en el niño es el microsistema, referido éste al entorno próximo y cotidiano que rodea al sujeto en el que tienen lugar el conjunto de relaciones bidireccionales que se dan dentro del grupo familiar, las cuales interceden en el proceso de aprendizaje del niño (Valles, 2010).
Es así como la interacción es considerada por los distintos autores citados hasta el momento (Grace, 1988; Arbe y Echebarría, 1982; Valles, 2010) como vehículo de adquisición y desarrollo del lenguaje, así como a su vez como medio de aprendizaje. Es a través de la interacción como el niño comienza a percibir y asimilar las distintas herramientas lingüísticas y comunicativas, en primer lugar a través de los intercambios que se establecen entre madre e hijo constituyendo éste el primer vínculo lingüístico-social del pequeño, y a partir del cual se irá extendiendo a otros miembros del contexto familiar hasta alcanzar el marco de actuación del contexto escolar, el cual continuará contribuyendo al aprendizaje lingüístico del sujeto.
“Desde el punto de vista psicológico se promueve la comprensión de las posibilidades de educabilidad del ser humano: los resultados educativos no son atribuibles sólo a la madre naturaleza, ni al aparato biológico heredado, sino que se considera al hombre como un ser bio-psico-social, destacando como determinante la acción educativa en el medio familiar, escolar y todo el contexto social que influye en su educación” (Cala y Monzón, 2016: 31).
Se resalta de este modo el enfoque social en el proceso de adquisición del lenguaje, siendo necesario destacar la importancia que adquiere el entorno lingüístico en que el niño aprende a hablar. Es así como, tanto las conversaciones que se establezcan entre adulto-niño como el propio proceso de andamiaje que el adulto le proporcione al pequeño, suponen componentes a considerar y cuidar a lo largo del curso del desarrollo lingüístico del sujeto, dado que éste se verá directamente mediado por la acción positiva o negativa que ejerzan ambos factores junto a otros a lo largo del proceso.
Es así como el adulto actúa como mediador a lo largo del proceso de desarrollo del lenguaje en el pequeño, proporcionándole los modelos que le sirvan de referente para su propia asimilación, debiendo tratarse éstos de modelos lingüísticos de calidad, puesto que un nivel de estimulación escaso y deficiente derivará en un desarrollo pobre y deficitario, lo que puede dar lugar a la aparición de alteraciones y/o dificultades evolutivas del lenguaje. De igual modo será el adulto quien a través del andamiaje instruya al niño para hacer de éste un hablante autónomo y competente en el acto comunicativo y expresivo. Es así como el lenguaje no se desarrolla de forma natural y espontánea, sino que requiere que se den ciertas condiciones en el contexto social próximo para poder alcanzar un desarrollo favorable del mismo (Grace, 1988).
Vemos de este modo como distintos estudiosos de la materia tales como Arbe y Echebarría (1982); Grace (1988); Rivero (1993); Zimmerman et. al. (2009); Valles (2010); Cala y Monzón, (2016); entre otros, aluden a la importancia de recrear un contexto próximo al educando que se rija por un marco lingüístico enriquecedor y estimulante, que brinde oportunidades de desarrollo y crecimiento, de evolución y maduración competencial en las distintas áreas. Valles (2010) habla de la carencia hoy día de dichos contextos de aprendizaje próximos al individuo, quedando relegadas dichas funciones de carácter reforzador al plano puramente clínico y rehabilitador entendido a manos de expertos profesionales en la materia, dando lugar a este respecto a un vacío en el marco de
“modelos pedagógicos orientados a facilitar en los padres y demás adultos significativos saberes que definan cómo interactuar con el bebé y de esta forma, construir entre varios el desarrollo integral de todos los actores: niños, padres, maestros y demás adultos significativos” (Valles, 2010: 145).
El papel de la familia en el desarrollo lingüístico infantil
“La familia es el marco inicial y privilegiado donde el niño adquiere el lenguaje” (Pérez, 1997: 6). Los distintos autores consultados que abordan el estudio del desarrollo lingüístico infantil (Monfort, 1995; Pérez, 1997; Gracia y Del Río, 1998; Castañeda, 1999; Ruíz, 1999; Pérez, 2010; Valles,2010; Silva, 2013; Cala y Monzón, 2016) comparten la idea de la importancia que cobra la calidad de las relaciones interpersonales en el contexto del hogar. Es la familia, y más concretamente los padres, quienes actúan como una fuerza que motiva e impulsa el desarrollo lingüístico en el niño (Valles, 2010), por lo que resulta imprescindible la toma de conciencia por parte de los mismos sobre la importancia del papel que les corresponden en el proceso educativo de sus hijos.
A lo largo de este apartado se procederá a la exposición de distintas ideas recogidas de las fuentes consultadas, en las cuales los diferentes autores citados anteriormente aluden al papel de los padres como responsables en primera instancia de la estimulación lingüística del niño, los cuales desde el contexto familiar actúan como fuente de aprendizaje y dotación de recursos lingüísticos y comunicativos que impulsarán en el pequeño los inicios del lenguaje y la comunicación.
Los padres en su interacción con sus hijos emplean una serie de estrategias lingüísticas y comunicativas que de manera inconsciente van generando una base de conocimiento sobre el uso del lenguaje como medio social y de expresión de las necesidades, emociones e ideas, de manera que el niño va tejiendo su conocimiento lingüístico y social a partir de sus primeros intercambios comunicativos. Estas estrategias que emplea el adulto en función de su calidad, tanto a nivel cuantitativo como cualitativo, generarán unos efectos positivos o negativos en el pequeño repercutiendo así en su proceso de desarrollo evolutivo, de manera que el ritmo y curso que éste siga vendrá dictado por sus experiencias previas en el contexto familiar. Es así como “la familia se convierte en la primera escuela del niño” (Pérez, 2010: 3).
De este modo la familia cumple una importante función en la aparición y evolución del desarrollo del lenguaje, “los padres y familiares con que conviven los niños constituyen elementos activos en este proceso y en todos los casos, actúan como eslabón inicial de la cadena de actividades y tareas a realizar a favor del correcto desarrollo y formación del lenguaje” (Cala y Monzón, 2016:28). Es así como un ambiente estimulante y enriquecedor en cuanto a la dotación de experiencias lingüísticas y comunicativas favorecerá un óptimo desarrollo del lenguaje en el niño, lo que por el contrario en aquellos casos en los que el entorno familiar resulta deficiente y pobre en estímulos condicionará de manera negativa el natural curso de desarrollo en el pequeño, repercutiendo no únicamente en su desarrollo lingüístico sino también en el conjunto de áreas del desarrollo. Los distintos aspectos expuestos hasta el momento ponen de manifiesto “la importancia de la familia en la formación integral de sus hijos, donde el proceso de estimulación del lenguaje, requiere de una certera dirección por parte de los adultos, ya que de esto dependerá, en mayor o menor medida, que las características propias del lenguaje en estas edades se logren desarrollar con el éxito esperado por todos (Pérez, 2010: 7).
Ruíz (1999: 290) comenta como “no todas las familias son iguales ni proporcionan un ambiente optimizante”. Es por ello por lo que se hace necesario promover el desarrollo de medidas dirigidas a las familias, y en especial a los padres como principales protagonistas de la intervención, que proporcionen a éstos la formación e información necesaria en materia de estimulación lingüística y puesta en marcha desde el contexto del hogar de actuaciones favorecedoras de un desarrollo normalizado del lenguaje en sus hijos. En palabras de Silva (2013:1) se trata de abordar la “necesidad de preparar a la familia para que pueda favorecer la estimulación del lenguaje, pues solo con su activa participación consciente es que se puede potenciar el desarrollo integral en los infantes”. En esta misma línea Monfort (1995) señala como la investigación determina que los factores decisivos para una intervención eficaz en el área del lenguaje son la precocidad y la participación de los padres, por lo que vemos como los distintos expertos de la materia apoyan el desarrollo de actuaciones de “intervención” dirigidas no sólo a los propios aprendices lingüísticos, sino también a sus “educadores” dentro del contexto del hogar.
Cuando hablamos de la implicación de los padres estamos haciendo referencia a la necesidad de que éstos, junto a los docentes desde el contexto de la escuela, completen mutuamente su acción educativa en la educación del niño, asumiendo ambos su papel con el objetivo de fomentar el óptimo desarrollo del pequeño (Ruiz, 1999).
Es en esta tarea donde la escuela juega un papel importante al tiempo que determinante dado que la familia, desconocedora de cómo actuar desde su papel estimulador y reforzador del desarrollo lingüístico infantil, requerirá del apoyo y de la formación por parte de los profesionales del ámbito escolar para emprender su papel activo en el proceso educativo de sus hijos.
“No siempre la familia está lo suficientemente preparada para aprovechar los disímiles momentos que le brinda la vida cotidiana para estimular esta importante función psicológica, por eso le corresponde a los educadores infantiles y otros agentes garantizar la adecuada preparación de la familia, para que el proceso de estimulación del lenguaje en el hogar pierda su carácter espontáneo y pase a ser consciente dirigido a perfeccionar diferentes formas de expresión oral” (Silva, 2013: 5).
Distintos estudios e investigaciones resaltan la importancia de desarrollar programas de orientación dirigidos a los padres en torno a la estimulación del lenguaje desde el contexto del hogar, pudiendo destacar las aportaciones de autores tales como Monfort (1995); Gracia y Del Rio (1998); Pérez (2010); Cala y Monzón (2016); Castañeda (1999); entre otros. Tales propuestas han alcanzado unos resultados exitosos por parte de las familias quienes muestran “una mayor valoración de la importancia de realizar actividades que desarrollen el volumen y la calidad del lenguaje de sus hijos” (Cala y Monzón, 2016: 34). El tipo de estrategias que se promueven en estos programas siguen un enfoque naturalista, basado en dotar de funcionalidad al conjunto de estrategias que de manera natural usan los padres en el día a día en el contexto familiar en la interacción con sus hijos. Se trata por tanto de proveer de valor educativo a los usos cotidianos que se hacen del lenguaje desde el hogar, constituyendo hábitos que resulten favorecedores del desarrollo del lenguaje en el niño (Gracia y Del Río, 1998).
Además de su valor formativo respecto a las familias tales recursos suponen un material pedagógico de interés para los distintos profesionales implicados específicamente en la estimulación e intervención de los trastornos del lenguaje, así como también para los distintos profesionales que participan en el proceso educativo de los niños (Pérez, 1997), proporcionando a éstos herramientas y estrategias educativas a aplicar en su práctica educativa diaria en beneficio de alcanzar los objetivos de aprendizaje y el desarrollo máximo de las capacidades del conjunto del alumnado. Comentar como algunas de estas propuestas a pesar de estar dirigidas a situaciones concretas de familias con hijos con retraso o trastorno del lenguaje, sirven de igual modo para su aplicabilidad en cualquier contexto familiar, ya que como hemos indicado en aquellos casos en los que no existen indicios de un desarrollo lingüístico desviado estas pautas actúan como medidas preventivas y por tanto, favorecedoras de un óptimo desarrollo del lenguaje en el niño, las cuales permiten a su vez llevar a cabo la detección de posibles indicadores de riesgo a lo largo del desarrollo lingüístico del pequeño.
“Es en los primeros años escolares donde se debe llevar a cabo la prevención debido a la plasticidad cerebral que tienen los niños a estas edades y a que el lenguaje es, sobre todo en estos años, el instrumento que se utiliza en los aprendizajes y en las relaciones interpersonales” (Pérez, 2004: 7).
Por todo ello se pone de manifiesto como el papel de las familias resulta esencial en el proceso de desarrollo lingüístico infantil, siendo los padres los principales portadores de las distintas herramientas de uso del lenguaje, por lo que la puesta en marcha de medidas de intervención dirigidas al contexto familiar resultan de vital importancia y necesidad en pro de favorecer el desarrollo integral del sujeto.
Como conclusión de este apartado cabe destacar cómo la distinta bibliografía consultada hace sus propias aportaciones en torno a los diferentes apartados o categorías en las que quedan recogidos los resultados de nuestra investigación, pudiendo de igual modo hacer una diferenciación a nivel de síntesis entre sus aportaciones del siguiente modo:
Tabla 2
Síntesis de los resultados extraídos de la investigación
Apartados y autores |
Resultados |
El lenguaje como fenómeno social (Blanco, 1980; Arbe y Echebarria, 1982; García, 1987; Grace, 1988; Rivero, 1993; Pérez, 1997; Castañeda, 1999; Pérez y Salmerón, 2006; Valles, 2010) |
Los distintos autores hacen hincapié en que el lenguaje requiere de la interacción con el medio para su adquisición y desarrollo, resaltando como dicho desarrollo lingüístico no tiene lugar únicamente por la acción que ejerce el medio sobre el sujeto sino a razón también de otras variables innatas al propio individuo. Dichos estudios recogen aspectos referidos a la acción de las distintas variables intrínsecas y extrínsecas en el proceso de desarrollo del lenguaje en el niño. |
La influencia del contexto en la adquisición del lenguaje (Arbe y Echebarría, 1982; Halliday, 1982; Grace, 1988; Rivero, 1993; Pérez, 1997 Castañeda, 1999; Pérez y Salmerón, 2006; Zimmerman et. al., 2009; Pérez, 2010; Valles, 2010; Ramírez, 2014; Cala y Monzón, 2016; Vissers, y Koolen, 2016) |
Las aportaciones realizadas por los diferentes autores en sus estudios determinan cómo el contexto próximo al niño actúa como factor determinante de su desarrollo lingüístico, intercediendo directamente en la dirección que éste toma hacia un desarrollo normativo o desviado, es decir, dando lugar al desarrollo de un proceso evolutivo normalizado o en su caso a la aparición de retrasos y/o trastornos del lenguaje, en función de la acción que ejerzan las variables del contexto sobre el niño. De este modo se especifica cómo la evolución del lenguaje depende de la acción propia del contexto a lo largo de su proceso de adquisición así como de la calidad del mismo, siendo la calidad del contexto lingüístico y comunicativo de aprendizaje al que esté expuesto el sujeto un factor determinante en los resultados a alcanzar en cuanto a su nivel de competencia lingüística. |
El papel de la familia en el desarrollo lingüístico infantil (Arbe y Echebarría, 1982; Monfort, 1995; Pérez, 1997; Grácia y Del Río, 1998; Castañeda, 1999; Ruíz, 1999; Pérez y Salmerón, 2006; Pérez, 2010; Valles, 2010; Silva, |
Los distintos estudios analizados aluden a la familia como primer contexto de referencia del niño para su adquisición del lenguaje como herramienta de expresión, comunicación e interacción con el medio. Es así como la familia interviene en el desarrollo lingüístico infantil como agente activo y motivador del proceso de evolución de su hijo, ocupando especialmente los padres junto al resto de familiares un papel central respecto a la dotación de |
2013; Cala y Monzón, 2016) estímulos que incentiven el correcto desarrollo lingüístico en el niño, siendo éstos responsables de contribuir al adecuado desarrollo de las capacidades del pequeño, así como a una mejora de las dificultades que puedan surgir en torno a su proceso evolutivo.
Fuente: elaboración propia
Vemos cómo las distintas perspectivas hablan del desarrollo del lenguaje como proceso compartido en un medio social, facilitador éste de las herramientas y los aprendizajes necesarios para el uso funcional y comunicativo del lenguaje desde un punto de vista pragmático. Es así como el propio acto de habla y el proceso de interacción que se establece entre el adulto y el niño actúan como canales de aprendizaje a partir del proceso de modelado que el adulto lleva a cabo en sus intervenciones respecto al uso del lenguaje infantil.
Es así como el desarrollo lingüístico infantil emerge del contacto e interacción con el medio en el ámbito de la expresión de las ideas, emociones y pensamientos, de tal manera que el niño adquiere patrones lingüísticos y comunicativos a partir de sus agentes directos de referencia en los distintos contextos en los que participa, familiar, social y escolar, una vez iniciada esta etapa. De este modo el lenguaje cobra un valor social dado el canal de transmisión por el que se desarrolla así como por el propio objetivo que persigue en sí mismo, la participación en el medio, a la vez que comporta un valor instructivo dado que es a través del propio uso del lenguaje como el contexto interviene en el proceso de construcción de la competencia lingüística del sujeto.
Todo ello nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de desarrollar actuaciones de sensibilización dirigidas a los principales agentes implicados en el primer contexto de referencia del pequeño, los padres, los cuales han de asumir el rol que les corresponde respecto a la estimulación y el proceso de enseñanza-aprendizaje de sus hijos en el área del lenguaje, debiendo ser éstos conscientes del valor pedagógico que contienen sus intervenciones lingüísticas con el pequeño, sirviendo éstas de modelo y estímulo de aprendizaje. Es así como el contexto familiar debe tomar conciencia de la importancia y del valor pedagógico de sus actuaciones e intervenciones como condicionantes del desarrollo del lenguaje en el niño.
Por su parte la escuela como contexto de detección de necesidades y agente activo en la respuesta a estas ha de iniciar un proceso formativo con las familias, desempeñando una labor de concienciación e instrucción respecto a pautas formales de estimulación lingüística a desarrollar dentro del contexto familiar de manera cotidiana a través del juego y la comunicación diaria, interviniendo así los padres en el proceso evolutivo de sus hijos de manera espontánea y natural.